𝟎𝟏

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Para su sorpresa, una semana había pasado desde que llegó a Francia, su casa, la cual estaba en un estado un tanto deplorable ya se encontraba en un mejor estado, limpió con esmero cada rincón, e incluso dio algunos retoques, si quería mantenerse en aquel lugar al menos quería sentirse en su hogar.

El verano ya estaba por llegar, las flores de cada parte de París adornaban de una manera preciosa todos los lugares por donde pasaba, al igual que el ruido de los turistas era cada vez más ensordecedor, incluso más que el de un grupo de niños jugando. El ambiente, sin duda lo hacía sentir que pasaba desapercibido, y eso le gustaba.

Sus pasos relajados iban de vuelta a su hogar, mientras en su brazo colgaba una linda bolsa de tela con estampados de flores, no pudo resistirse a comprar algunos de sus dulces favoritos, poco a poco parecía adaptarse a su vida. Una vez cerca de su casa, no esperaba encontrarse a una persona fuera de su puerta, aquella persona tenía su cabeza tapada con lo que parecía un largo velo blanco, que cubría sus hombros, a su parecer, la figura de aquella persona se le hacía conocida, estaba dudando si era prudente acercarse, o sólo seguir por la calle, incluso podría comprar algunas otras cosas, de todos modos, para Neuvillette, el dinero no era un problema en su vida. Luego de terminar su carrera en derecho pudo optar por la especialidad que él deseaba, convirtiéndose así en un juez, además de tener ciertos beneficios monetarios por parte de su familia.

La persona parada frente a su puerta, al parecer logró percibir el tacón de sus zapatos de cuero, fue grande la sorpresa para Neuvillette cuando aquella persona, o mejor dicho, aquella mujer dio media vuelta, la figura pequeña y de hombros estrechos parecía igual de atónita al ver a Neuvillette, sus ojos azules estaban abiertos, tal vez hasta el máximo, mientras la boca de la chica parecía temblar levemente ante la vista frente a ella, cualquiera pensaría que había visto un fantasma.

Neuvillette finalmente tomó el valor para acercarse a ella, sus ojos parecían moverse por sí solos al verla de cerca, pudo notar que su largo cabello, casi del mismo tono de él, ya no existía, ahora se encontraba corto y mucho más ondulado, llegando hasta la barbilla de la mujer.

— Furina... — el nombre salió de su boca en suave murmullo, en el cual se denotaba la felicidad y sorpresa.

— Acaso te vas sin decir nada, por tres años... ¡Tres años Neuvillette! — la chica frente a él tenía tantas emociones notables en su rostro, inclusive su voz, la cuál, parecía que en cualquier momento iba a quebrarse — y lo primero que dices al regresar es "Furina" sé cuál es mi nombre, idiota — finalmente, su voz se quebró ante aquello último.

Neuvillette, pudo sentir el regaño en la voz de su amiga, conocía a Furina desde la universidad, cuando aquella inquieta muchacha se le acercó con tanto carisma por un simple trabajo en dúo, fue tan abrumador que llegó a olvidar como decir un simple "está bien" era bien sabido por todos, que Neuvillette abandonó su país hace algunos años, sin decir absolutamente nada, algunos lo veían venir, pero otros, como lo era Furina, simplemente no entendían, como es que su amigo sólo se fue, dejando una carta con un mensaje corto y confuso.

"No me busquen"

Furina no pudo ignorar aquel mensaje escrito a mano, con la linda letra cursiva de Neuvillette, él era su amigo, y se atrevía a decir que lo sería hasta que muera, él siempre fue un pilar que mantenía a Furina con los pies en la tierra, y ella era aquella persona que lograba hacer volar a Neuvillette, ya que, este muchas veces, parecía estar demasiado aferrado a la tierra.

Tal vez algunos llegarían a confundirlos en algún momento como amantes, pero ellos tenían claro que se querían como si fueran hermanos, Neuvillette era consciente de su gusto a hombres, mientras que por otro lado, Furina no parecía interesarle nadie.

Finalmente el golpe de agua fría parecía haber pasado para Neuvillette, atinó a dejar su mano en la cabeza de la más baja, arrugando la fina tela de color blanco que tapaba parte de su rostro.

— Aún no puedo explicarte todo Furina, pero prometo que lo haré. Ahora, si no te molesta ¿quieres entrar? ciertamente hay cosas que si puedo aclarar en este momento — dijo, casi como si estuviera contando un secreto.

Furina sólo asintió de manera positiva con su cabeza, entrando a la casa del peliblanco una vez la puerta fue abierta, dentro pudo sentir como el aroma a jazmín se colaba por su nariz, era un olor muy característico de su amigo.

— Antes de encontrarme contigo, compré algunas cosas, espero que aún te sigan gustando los Macarons — Furina observó al dueño de la voz, seguido de la bolsa de tela siendo entregada a ella.

La mañana y parte de la tarde pareció avanzar de una manera relajada, la tensión tan sólo duró hasta que Furina probó aquel sabor dulce, sin duda, mejoró su ánimo. La conversación entre aquellos de pelo blanquecino surgió de manera casual, Neuvillette aceptó su culpa mientras las disculpas correspondientes salían de su boca.

— Lo lamento mucho Furina, estoy consciente de que, mis acciones en aquel entonces no fueron las adecuadas, incluso haber escrito algo más en esa carta habría bastado, o al menos eso creo... pero fui egoísta — sus dedos parecían jugar inquietos, mientras su mirada estaba a la chica frente a él, incluso algunas de las palabras tardaban cierto tiempo en abandonar su boca — como dije, aún no puedo contarte demasiado, sólo que no estaba en mi mejor momento, preferí huir.

Las palabras salieron de su boca con total sinceridad, e incluso con un poco de decepción, su mirada ahora estaba en sus manos, pálidas con tonos rosáceos en sus nudillos, sus dedos largos, parecían serlo aún más con el crecimiento de sus uñas.

— Neuvillette mírame — la voz chillona hizo que su mirada fuera a la dueña de la misma — no te voy a obligar a contarme todos tus secretos, pero quedas advertido, la próxima vez que desaparezcas, que espero que no haya una próxima vez — amenazó, apuntando al avergonzado chico frente a ella con su dedo índice, el cual denotaba una reciente manicura en tonos celestes — seré yo misma quien se encargué de traerte de vuelta, incluso si me haces mil pataletas ¿entendiste?

Neuvillette dejó escapar una risa, más parecida a un suspiro, se sentía extremadamente cansado, pero a la vez sentía felicidad en su cuerpo.

— No te quise escribir sobre mi llegada, quería que fuera sorpresa — intentó endulzar la molestia de la peliblanca con sus palabras, pero una duda surgió ante aquello — ¿Cómo sabías que estaba en Francia?

— Mi querido Neuvillette, por temas de mi trabajo paso varios días a la semana por fuera de este lugar, ya me estaba acostumbrando al aspecto lúgubre de tu casa, pero durante esta semana me sorprendió que las ventanas que estuvieron cerradas por tres años, hoy estuvieran abiertas hasta el tope — dijo, mientras paseaba por el salón, sonriendo al encontrar la cocina — ¿gustas un té? me iré en un rato.

Una afirmación salió de entre sus labios, su espalda se apoyó en el respaldo del sofá, mientras de reojo observaba la hilera de ventanas abiertas.

Una auténtica sonrisa se dibujó en su rostro, dejando ver sus dientes, de los cuales sus comillos parecían robarse la atención, al ser un poco más largos que los otros, tal vez le daban el aspecto de un perro, o un dragón.

— Furina, me gustaría que no dijeras nada a nadie, tal vez, todavía me sea necesario tiempo para pensar — dijo mientras enderezó su cabeza, al sentir el tintineo de las tazas acercarse.

La chica sólo asintió, agradeció aquello.

phantom ✧ wriolletteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora