𝟎𝟖

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El rostro del pelinegro denotaba el pánico que estaba sintiendo al observar las saladas lágrimas correr por las mejillas ajenas, y es que, no se consideraba alguien muy sentimental, menos con un completo desconocido, con el que sus encuentros pasados habían sido sin duda, desastrosos.

No sabía con certeza como actuar al ver a una persona llorar, y es que, la razón era obvia, nunca lo habían consolado, y no es como si llorase muy seguido, incluso siendo un niño intentaba tragarse sus lágrimas. 

En un intento desesperado por intentar calmar al peliblanco, logró con cierta duda, agarrar su rostro con ambas manos, todo su cuerpo temblaba bajo su tacto, al fin y al cabo, no tenía idea de la razón de sus lágrimas.

No había hecho nada mal, no lo había amenazado ni tratado de manera brusca, toda esta situación le recordaba que Neuvillette a sus ojos le parecía una presa perfecta, ciertamente le recordaba a algún animal pequeño, tal como había mencionado anteriormente, una rata o incluso una nutria, y no es que aquello fuese algo malo, sabía que aquellos animales eran capaces de defenderse, pero aun así, seguían siendo pequeños en comparación a otros animales.

Un suspiro cargado de nerviosismo salió de sus labios, el rostro que sujetaba en sus manos estaba húmedo y pegajoso, ciertamente estaba algo incómodo, las pocas personas que pasaban por aquella calle se les quedaban mirando con duda, algunos parecían juzgarle con la mirada, vamos, él no había hecho nada. Sus ojos se cerraron, intentando despejar sus pensamientos, primero debía encargarse de que Neuvillette dejara de llorar, y tenía la leve sospecha de que aquello no sería sencillo.

Al abrir sus ojos, se fijó en las facciones del peliblanco, sus ojos, nariz y pómulos estaban enrojecidos, algunas partes más que otras, inclusive sus delgados labios parecían haberse hinchado de tanto pasar sus manos temblorosas por ellos. Sus prendas eran algo distintas a como le había conocido, tal vez más formales, incluso aquel peinado le parecía curioso, pensaba que le gustaba llevar su cabello suelto en vez de usar aquellos moños tan llamativos. 

Un pequeño recuerdo pareció cruzar por sus ojos, tal como una estrella fugaz lo haría, aquel día en el que logró reencontrase con Neuvillette, lo último que logró escuchar y de cierta manera entender, era que este se encontraba decaído, y esto era debido a sus padres, ciertamente, tendría sentido que sus pintas y aquel llanto fueran causa de ellos. 

Después de todo, tal vez él no era el culpable de sus lágrimas, o no por completo, era un avance.

Juntando las palabras necesarias en su mente, finalmente habló, intentado que aquel hombre de tez pálida lo mirase.

— Oye, mírame, juro que no te haré daño ni nada extraño de lo que estés pensando... por favor, necesito que te tranquilices Neuvillette, está todo bien — declaró, en un tono de voz bastante suave, de una manera tan íntima que hasta a él mismo se sintió sorprendido.

Seguido de aquello, pudo notar como las manos de Neuvillette, que en algún momento fueron a parar a su camisa, comenzaron a soltarse suavemente, ciertamente, se estaba relajando, sabía que sus palabras no fueron la gran cosa, incluso fueron algo sosas y carentes de sentido si se trataba de consolar, pero milagrosamente, funcionaron. 

Sus dedos, más gruesos que los del hombre frente a él, limpiaron las pocas lágrimas que quedaron en aquellas enrojecidas mejillas, mientras intentaba apartar el flequillo que intentaba interponerse en los afilados ojos del peliblanco. Ciertamente no era el momento, se sentía como un loco ante el invasivo pensamiento, pero aquella vista, de un Neuvillette completamente ahogado en lágrimas y de facciones enrojecidas, le hacía despertar un interés distinto en él, se veía excepcionalmente lindo después de llorar. 

— ¿Cómo lo haces? Te ves lindo después de llorar de esa manera — Murmuró, manteniendo su mirada en el hombre frente a él, deseaba sacarle al menos una sonrisa, su expresión seguía siendo algo deprimente. 

phantom ✧ wriolletteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora