1: Encuentro

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—¿Nos vas a ayudar? —le preguntó Mark a Gordo.

—¿Por qué debería? Ustedes se fueron y me abandonaron —respondió Gordo.

—Joe no tiene la culpa de eso —le dijo Mark—. Nosotros tal vez sí, pero Joe ni siquiera estaba planeado cuando nos fuimos.

—¿Y qué? Yo ya no tengo los lazos con la manada Bennett, se rompieron hace años —le espetó el brujo.

—Aún amas a nuestro Alfa, Gordo —le dijo Mark—. Aún hueles a tierra y hojas y lluvia. Y puedo sentir lo rápido que...

—¿Puedes dejar de decir a qué huelo? —le gruñó Gordo, y se fue, murmurando por lo bajo "lobos, malditos lobos".

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—¿Pudiste? —le preguntó Thomas a Mark.

—No. Dice que ya no tiene ningún lazo con la manada y que no nos va a ayudar —respondió Mark. Decir eso casi que le costó más que ver cómo perdía a casi toda su manada por culpa de los cazadores.

—Tranquilo —le dijo Thomas—. Iré a verlo, lo convenceré. Sigo siendo su Alfa, después de todo.

—Buena suerte con eso. Es complicado —le dijo Mark.

—Créeme que lo sé, hermanito —sonrió Thomas—. Tan complicado como tú a veces. Pero... siento que en el fondo sigue siendo mi brujito.

—¿Tu brujito? —gruñó Mark mientras se transformaba a medias.

—Tranquilo, lobo, siempre le dije así —le dijo su Alfa, sus ojos rojos centelleando y logrando calmar al Beta—. Voy a buscarlo.

Dicho eso, Thomas fue a la casa de Gordo y tocó su puerta.

—¿Quién...? —estaba gruñendo Livingstone mientras abría la puerta. Al ver al Alfa en la misma, intentó cerrar pero el otro se lo impidió—. Thomas —gruñó.

—Tengo que hablar contigo, Gordo —le dijo Thomas. Y, aunque sabía que un Alfa no debería obligar, tuvo que hacerlo para poder ingresar a la casa.

—¿Qué mierda quieres? —le preguntó Gordo.

—Es importante, Gordo. Se trata de mi hijo Joe... Supongo que Mark te contó lo que pasó —dijo Thomas.

—Sí, mientras me agarraba del cuello y casi me aplastaba contra la pared, pero sí me contó —respondió Gordo.

—Haría una broma sobre eso pero es un momento serio —dijo Thomas—. Nos ayudarás, ¿verdad?

—Oh, vamos, Thomas —se burló Gordo—. Yo ya no tengo lazos con ustedes. No pertenezco a la manada Bennett. Soy un brujo sin manada. ¿Y en serio pretendes que los ayude después de que me abandonaran? Yo me quedé atrás, protegiendo al pueblo y reforzando las guardas, pero...

—Gordo —lo cortó Thomas—. Por favor.

El brujo lo miró con odio e intentó irse, pero su Alfa no lo dejó: agarró su brazo e hizo que lo mire, mientras se arrodillaba y seguía pidiendo "por favor". Dijo "por favor, Gordo" y "es mi hijo" y "él no tiene la culpa de mis errores" y "te necesitamos, necesitamos que lo ayudes".

—Levántate —le espetó Gordo, teniendo que ayudar a su viejo amigo a levantarse—. Increíble, la verdad: ver al Alfa de todos rogándole a un brujo. Lo haré, pero no vuelvas a hacer eso.

—¡Gracias! —Thomas prácticamente le saltó encima, abrazándolo.

Gordo gruñó y lo separó, mirándolo muy mal.

—Si vuelves a abrazarme, y principalmente de esa manera como cuando yo era tu brujo, no tendré ningún problema en dispararte con malditas balas de plata —dijo.

—Te quiero, brujito —sonrió el mayor, y salió. Gordo, a su pesar, hizo lo mismo.

Volver (Green Creek)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora