4: La manada Bennett

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—Vamos, entren —les dijo Mark a sus acompañantes, pero ambos se negaron a entrar—. Agh, bueno —se resignó y entró.

—¿Dónde estabas? —le preguntó con burla Thomas.

—Intentando arreglar las cosas con Gordo —respondió Mark—, y lo sabes.

—Thomas, déjalo —le dijo con suavidad Elizabeth, al ver que su marido estaba por molestar a su hermano.

—Thomas, creo que necesitas ver algo —comentó Mark—. Estaba peleando con Gordo y escuchamos un llanto, fuimos a ver y era un niño, y...

—Está bien —le dijo Thomas—. Llévalo a mi oficina y vayan ustedes también.

—¿Cómo sabes que traje a Gordo?

—¿Capaz porque lo sentimos? —se burló Elizabeth y salió lentamente—. ¡Gordo! —lo llamó al verlo ahí.

—Hola, Elizabeth —murmuró Gordo intentando sonreír. Elizabeth se acercó a él con la gracia de una reina, y el brujo sintió que Robbie se aferraba más a su pierna, encogiéndose en su lugar e intentando esconderse.

—Vengan, Thomas quiere verlos —le sonrió Elizabeth, y vio a Robbie escondido—. Hola, pequeño —le sonrió maternalmente.

—Hola, señora Bennett —susurró con miedo Robbie.

—No te harán nada —le aseguró Gordo. Robbie lo miró, estirando sus bracitos hacia él y haciendo ojitos. Gordo suspiró y lo alzó, y los tres entraron a la casa, el brujo sintiendo como Robbie se aferraba a él con las piernas y lo abrazaba por el cuello, manteniendo allí su cabecita sin animarse a mirar.

—Gordo —le sonrió Thomas—. Vengan los tres, vamos a mi oficina. Por cierto, los chicos están en el patio.

Un Alfa, dos Betas y un brujo fueron a la oficina de Thomas Bennett, quien se sentó en su silla. Mark alejó un poco la otra silla y, para sorpresa de Gordo, le hizo una seña para que se siente.

—Mi hermano siempre tan caballero —bromeó Thomas.

—Cállate —le dijo Mark, colocándose detrás de Gordo, y el Alfa rió.

Robbie miró con disimulo todo, sin separarse del brujo.

—Hola, pequeño —le sonrió Thomas.

—H-Hola, señor —murmuró Robbie.

—¿Cómo te llamas?

—Robbie —susurró éste.

—¿Cómo llegaste aquí, Robbie? —Thomas le dio una cálida sonrisa.

—Cuéntale lo que nos contaste a nosotros, Robbie —le dijo Mark, con ternura, agachándose para quedar a su altura.

Robbie asintió y le contó al Alfa eso, mientras Gordo y Mark agarraban sus manos. Thomas sonrió con disimulo al verlos así.

—¿Quieres quedarte con nosotros? —le preguntó Thomas.

—¿M-Me deja? —susurró Robbie.

—Sí —le sonrió Thomas—. Después de todo, no eres ninguna amenaza para nuestra manada. Y por lo que veo ya te encariñaste con mi hermano y mi brujo —sonrió.

Como Gordo vio que Robbie asentía, no tuvo el valor para decir que ya no era su brujo, pero la mirada que le dirigió al Alfa decía eso. Thomas lo miró con burla.

—¿Vamos al patio? —les preguntó mientras se levantaba.

—¿Sí recuerdas que tengo que volver al trabajo, verdad? —gruñó Gordo.

—¿Un ratito? —le preguntó Mark.

Gordo estaba por decirle que no...

—Porfa —dijo Robbie, mirándolo casi suplicante.

..., pero no pudo decirle que no al pequeño Robbie.

—Está bien —suspiró.

Robbie festejó mientras Mark lo alzaba. Los cuatro fueron al patio, viendo a los hijos de Mark: Carter y Kelly estaban sentados hablando, y Joe jugaba por ahí cerca del bosque.

—Ah, espera. —La sonrisa de Thomas no auguraba nada bueno—. Gordo, ¿quieres llamar a Ox?

—No lo metan en esto, ya les dije —se negó Gordo—. Tengo que ir a trabajar, pequeño —le dijo a Robbie.

—¿Puedo ir contigo? —le preguntó éste.

—Es peligroso, Robbie —le dijo Gordo, acariciando su cara—. Cuando seas más grande irás, te lo prometo.

—¿Me quedaré con ellos?

—Sí. El Alfa ya te dio permiso, después de todo —dijo Gordo. Le dio un besito en su frente y se fue luego de despedirse de Thomas y Elizabeth, pero no de Mark—. Volveré a verte, o tú irás a mi casa si quieres —le sonrió a Robbie antes de irse.

Volver (Green Creek)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora