*5: SEOKJIN*

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Echo un vistazo al dormitorio que, con suerte, será de Evan, y espero que hayamos hecho lo suficiente. Tiene ropa de cama y ropa nueva. Tengo que ir al supermercado y llenar la nevera porque estoy seguro de que Jungkook no tiene nada.

Entro en el salón y veo a Jungkook en el sofá, la comida en la mesita delante de él, la corbata aflojada y los primeros botones de la camisa desabrochados. Veo que por fin se ha quitado la estúpida chaqueta del traje.

—Creo que es suficiente por ahora.

Me mira con sus ojos verde oscuro. 

—Lo es. —Me señala el sitio que hay a su lado en el sofá. —Siéntate. Come.

Quiero replicarle por darme órdenes, pero estoy muerto de hambre. Así que me siento a su lado y agarro un plato que ha servido con comida. —Gracias.

—Mejor deja de ser tan amable conmigo. O me acostumbraré.

Pongo los ojos en blanco y le doy un bocado, gimiendo mientras la deliciosa comida golpea mis papilas gustativas.

—Tengo que ir a la tienda a hacer la compra—, digo no muy elegantemente con la comida aún en la boca, pero tengo demasiadas cosas que hacer. —Y olvidamos artículos de aseo para el baño. Necesitará champú.

Jungkook agarra su teléfono, pasa el dedo un par de veces y me lo entrega. —He pensado en la compra, pero añade champú y otras cosas. Todavía no he ido a hacer la compra.

Agarro el teléfono a regañadientes, repaso todo lo que hay en el carrito y encuentro verduras frescas y proteínas. Algo de comida basura, pero no mucha. Ha pensado en casi todo, el muy maldito.

Resoplo y luego añado un par de cosas, anotando el total para poder pagar la mitad y luego vuelvo a dejar el teléfono sobre la mesa, donde estaba.

—¿Ha llamado Charlotte?

—No.— Da un trago a su agua. Me doy cuenta de que también me ha traído un vaso de agua helada que está sobre la mesa. Luego me mira. —No podrá hacerlo esta noche. Deja de preocuparte.

Pongo los ojos en blanco mientras doy otro bocado y mastico. No me conoce en absoluto si cree que voy a dejar de preocuparme un segundo. Este chico necesita ayuda. Le he fallado mucho. Sabía que tenía problemas. Sabía que iba en aumento. Aunque su padre era policía, ya había estado dos veces en hogares de acogida.

Culparon a la madre. Dijeron que había dejado a los niños en casa, desatendidos, durante días en los que el padre tenía un turno largo -lo que probablemente era cierto, pero alguien debió intuir que esos niños no estaban en una buena situación si se los llevaban de casa.

Pero siempre los devolvían. Los devolvían a su casa con falsas promesas, y Dios sabe qué pasaba. Pensé que estaba logrando que Evan se abriera a mí. Pensé que realmente podría ayudarlo. Entonces recibí la llamada de que había tenido que matar a su propio padre para protegerse a sí mismo y a su hermano.

No puedo imaginar el dolor de ese trauma. La mentalidad de matar o ser herido le hace algo horrible a un adulto. ¿Pero a un niño? Un niño de quince años. No puedo imaginar cuánto está sufriendo.

Y no tiene a nadie. Está solo en un hogar grupal lleno de niños.

—Para. De. Preocuparme—. La voz de Jungkook me saca de mis pensamientos por un segundo. —Sé que es difícil para ti, pero no hay nada más que podamos hacer esta noche.

—¿No te preocupa en absoluto lo que le esté pasando ahora mismo?

Veo que su cuerpo se tensa inmediatamente, y sé que él también está preocupado. Pero se encoge de hombros. Típico de Jungkook, siempre apartando todo. 

—No. Porque preocuparse no sirve de nada.

Refunfuño y me vuelvo a apoyar en el sofá, demasiado ansioso por comer. —Bueno, ahí es donde mi mente permanecerá hasta que esté a salvo.

Él también se echa hacia atrás y su hombro choca con el mío. — Sabes...— Su voz se vuelve grave y áspera al mismo tiempo, y giro la cabeza para mirarlo, ya suspicaz. —Se me ocurre algo que podríamos hacer para distraerte.

Se me calienta todo el cuerpo y se me pone la carne de gallina en los antebrazos porque sé exactamente lo que está insinuando. Algo en lo que no me he permitido pensar en mucho tiempo. No con él.

Nunca más con él.

—No. No.

Se ríe entre dientes, sabiendo ya mi respuesta, pero los recuerdos siguen ahí. Inundando mis sentidos.

Su olor. Su sabor. Dios, el placer increíble, a pesar de que sólo éramos unos estúpidos niños torpes que no sabíamos realmente lo que estábamos haciendo.

Se ha quedado grabado en mi cerebro para siempre. Maldito sea.

—Cuando llegue la compra, deberíamos irnos a la cama. Despertarnos temprano y asegurarnos de que no nos hemos perdido nada.

—Me parece un buen plan—. Suspira y vuelve a sentarse para terminar su cena.

—¿De verdad vamos a compartir cama?

Sonríe ampliamente mientras da un bocado y mastica. —Sí. No te preocupes, llevaré ropa interior, así no te tentaré demasiado.

Pienso en ver su musculoso cuerpo solo en calzoncillos o bóxer o lo que carajo lleve ahora, y mi polla se sacude en mis pantalones, suplicando verlo en persona. Pero respiro hondo e intento alejar ese pensamiento.

—No te preocupes. Podrías tumbarte ahí desnudo y ninguna parte de mí querría tocarte.

Mentira.

Soy un puto mentiroso.

Y él lo sabe porque se limita a sonreír mientras sigue comiendo. Que lo jodan a él.

*Nunca me Fui*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora