*24: SEOKJIN*

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No puedo creer que Knox y Ethan tengan una casa. Quiero decir, puedo, pero también no puedo. Es tan malditamente bueno ver que les va bien así. Es una bonita casita en el campo, a las afueras de la ciudad.

Y tienen un granero para sus animales. Aunque los perros duermen dentro, junto con dos gatos. Evan está hecho un manojo de nervios cuando entramos. Los perros le atacan las piernas, suplicando que los acaricie, y ahora parece un auténtico niño.

Me encanta su mirada. La otra noche tuvo una pesadilla, como era de esperar, pero nos la contó.

Llamó a nuestra puerta -por suerte, estábamos durmiendo y no hacíamos nada más en ese momento- y vino a contárnoslo.

Hablamos del sueño y lo consolamos.

Odio que le atormenten esos recuerdos, pero poder estar a su lado significa mucho para los dos.

Toda mi vida he querido hacer del mundo un lugar mejor. Quería ayudar a la gente como yo, pero ayudar a Evan es gratificante a un nivel completamente nuevo. Con sólo existir, me reconforta el alma de una forma que nunca imaginé.

Él... y Jungkook.

Jungkook es la única persona con la que puedo hablar de mis miedos, y me dice que estoy bien. Realmente pensé que era la única persona que podía hacer eso por mis amigos. No suelen hacerlo por mí, pero Jungkook siempre lo ha hecho. O quizás, por la razón que sea, me abro a él en vez de luchar tanto. Siempre he seguido adelante, intentando no mirar atrás y avanzando. Pero Jungkook me frena un poco de la mejor manera. Me obliga a tomarme un momento y hablar de las cosas que tengo en mente.

Estoy trabajando en ello.

Aunque sigo prefiriendo ponerme en modo solución instantánea y hablar de las cosas más tarde. Con Jungkook, sin embargo, siento que tal vez no tenga que hacerlo todo solo.

—Entonces, ¿se van a casar?— pregunta Knox, dándome un codazo juguetón en el costado mientras Ethan presenta a Evan y Jungkook a dos bolitas de pelo en el salón.

Sí, aún no hemos hablado de eso.

No creo que vayamos a casarnos. Pero en cuanto a la parte de la relación, los dos estamos a tope. Lo sé, pero aún no lo hemos dicho.

Quiero decir... ¿realmente necesitamos las palabras?

—Pronto no—, digo y me rio cuando una bolita de pelo ataca a Evan y le da besos por toda la cara. Me giro de nuevo hacia Knox mientras Evan se planta en el suelo. —¿Y tú y Ethan?

Knox levanta un hombro, con una sonrisa tonta en la cara: tan ridículamente enamorado. Miro a Jungkook, que tiene una bola de pelo a juego en el regazo mientras se sienta junto a Evan en el suelo, y siento la misma sonrisa tonta en la cara.

Maldito sea.

Realmente se coló de nuevo allí, y estoy tan contento de que lo hiciera.

—Realmente no me importa si nos casamos o no—. Vuelvo mi atención a Knox. —Lo tengo a él. Es lo único que importa.

Una sonrisa se dibuja en sus rasgos, y veo lo en paz que está con eso. —Sí, lo es.

Comemos la cena que ha preparado Knox -que, por cierto, está buenísima- y, cuando nos vamos, a Evan le cuesta soltar a una de las bolas de pelo -o cachorros de pomerania, como por fin he descubierto-. La pequeña bola de pelo amarillo no deja de lamerle la cara, y parece tan joven y libre en ese momento que me rompe el corazón decirle que tenemos que irnos.

Ethan nos arrastra a Jungkook y a mí a un lado, manteniendo la voz baja mientras Evan se despide de los cachorros. 

—Saben... los dos cachorros son rescatados que estamos acogiendo.

Jungkook me mira a los ojos con una sonrisa traviesa en su preciosa boca. —Entonces, ¿no tienen casa?

—Todavía no—, dice Ethan, aumentando su tono triste mientras vuelve a mirar a Evan. —Aunque creo que están un poco encariñados con su hijo...

Resoplo, cruzándome de brazos, fingiendo fastidio. —¿Han hablado ya de esto?

—¿Nosotros?— Jungkook se pone una mano en el pecho, con cara de inocente, y yo pongo los ojos en blanco, pero no puedo evitar que se me dibuje una sonrisa en la cara. —Nunca lo haríamos.

Me rio entre dientes y suspiro con fuerza, bajando los brazos y mirando a Evan. —Evan, ¿qué te parece si llevamos a los cachorros a casa con nosotros?

Evan me mira con ojos muy abiertos e inocentes, con la emoción bailándole en la cara. Pero también me doy cuenta de que se está conteniendo. —¿De verdad?

Me giro para mirar a Jungkook, que sonríe, sabiendo ya que esto va a pasar. Señaló a Evan con la cabeza. —Si tú quieres. Sí.

Sigue sin emocionarse demasiado por fuera. No es su forma de ser, le enseñaron demasiado joven a no esperar demasiado, pero Dios, espero que Jungkook y yo podamos cambiar eso para él. Que algún día pueda confiar en su alegría como primer instinto.

—Sí. Por favor.

—Iré a buscar sus camas y algo de comida—, dice Knox, aparentemente ya al tanto de este plan mientras le guiña un ojo a Ethan en su camino junto a nosotros.

Una hora más tarde, estamos en casa con dos cachorros de Pomerania que ladran y muerden los dedos de los pies y se sienten como en casa sin ningún problema.

Y maldita sea. Hasta ahora no sabía que me gustaban los perros. Pero no hay duda de ello cuando veo lo increíblemente feliz que parecen hacer a mi hijo.

*Nunca me Fui*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora