Llego al hotel a los quince minutos de escribirle a Mauro.—¿Hola? —digo y nadie contesta.
—Mauro pelotudo como viniera y te durmieras te mato.Justo sale él de la puerta del baño con un pijama de cuadros super ancho.
—Hola. —dijo y después sonríe.
No voy a negar que es el mas lindo de los tres de Modo Diablo, y el que mejor me cae.
—¿Como podes estar siempre sonriendo?, eso es antihumano.
—agregó con mi personalidad de mierda.—Sos vos que estas re amargada. —no te lo niego.
Puse mi mejor cara de culo.
—Y bien, qué querías de mi.
—No se me aburría, no tenia con quien salir.
—Uh wacho, no me digas eso yo estaba re bien con mi amigo.
Él se sienta en la cama a mi lado.
—Perdón, te tengo que cuidar de cualquier pelotudo y pensaba que ese pibe iba a ser el típico interesado y que te ama solo por una noche. —me explicó.
—No, Isma es re piola, pero cuida a Ysy que me dejo sola a los diez minutos.
—Ya le regaño después. —habla en un tono de papa.
Sonrió, no lo hago mucho después de lo de Tomás y antes tampoco sin embargo no se porque pero cuando estoy con Duki lo hago más.
—¿Y que hacemos? —pregunta.
Me encojo de hombros, él me invito que él me diga lo que hacer.
Primero de todo me meto al baño y me pongo el pijama, la parte de arriba es un top y allí hacia frio.
—Mauro. —lo llamo y me responde al toque.
—Decime bardera. —siempre me dice así por mi primo.
—Déjame una remera tuya.
Asiente sin mas y me acerca una remera azul celeste y me la pongo.
—¿Mañana salis conmigo a ver Madrid?
—me pregunta y yo asiento. —Vamos a estar en Madrid, Barcelona, Andalucía, Galicia, Pais Vasco y ya creo.Vuelvo a sonreír por como habla con ese tono de felicidad. Duki siguió hablando de las fechas que tenían yo me quede mirándolo, analizando bien su rostro creo que estaria mas lindo sin tatuajes aun que me encantan los que tiene encima de sus cejas. Bajo la mirada a sus labios y veo que dejo de hablar y ahora sonreía con un toque pícaro.
—¿Te gusta lo que ves bardera? —me pregunta el puto.
—No, estaba re colgada pensando en lo lindo que era Ismael. —lo puteo.
Suelta una carcajada y ahora me quedo mirando su pelo.
—¿Tenés el pelo negro no? —digo.
—Sí, pero lo tuve verde, violeta, rosa y rubio y ahora el platinado. —explica.
—El rubio te quedaba mejor. —digo.
—Me cansaba ya, llevaba mucho tiempo con el mismo color por eso ahora cada poco me lo tiño.
—Se te va a caer.
—Pues seguro. —añade sin importancia.
Nos quedamos un rato en silencio mientras mirábamos el celular.
—¿Cuanto tiempo lleváis en la Mansión?
—preguntó.—Siete meses y algo, sinceramente no creo que dure mucho más.
—¿Por?
—Quiero una carrera por separado, y ellos también, pero no es eso, llevamos mala vida y por lo poco que estuviste ya lo sabes.
Me callo.
—Vos tranqui, te pago un depa aparte.
—dice. —Igual tienes que trabajar o algo, se que es complicado pero podes hacerte cantante o te pago yo algo, igual se te da bien producir, grabar o dibujar las portadas de algo.—Dibujar se me da bien, pero no creo que pueda vivir de eso.
—Estas conmigo beba, obvio que vas a vivir de eso si es lo que amas.
—¿Porque lo haces?
Él se queda callado, no me quiere responder.
—Me caíste bien, sos diferente a todas.
—Pero, tenés la vida arreglada no tenés porque sentir lastima de mi.
—No siento lastima, o sea sí obviamente me da pena tu situación, estás sola en la vida y no te pienso dejar, tengo que cuidarte.
—¿Que fue lo que te dijo Tomás?
—¿Tomás? ¿Que decís boluda?
—No soy una pelotuda Mauro.
—empiezo a gritar, nadie me tiene que ayudar porque mi primo se lo dijera.—Cálmate Nora, va a ser peor para vos si no lo haces. —me grita también y eso hace que me ponga nerviosa y vaya hacia al baño.
—Escúchame, tranquila. —me dice del otro lado de la puerta.
—Vete Mauro, no te quiero aquí. —digo, me empieza a faltar la respiración y me mareo.
No tenia esa sensación desde la muerte de Tomás. Abre la puerta y me abraza, me dejo porque no puedo moverme demasiado.
—Vamos a ser vos y yo contra el mundo si hace falta, pero no vas a estar sola Nora, no te voy a dejar. —dice y yo me largo a llorar. —Vos y yo. —repite.
Era la primera vez que no había necesitado una pastilla para calmar un ataque de ansiedad.