Parte 18: Locura

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La mujer me dedicó una sonrisa junto con un guiño y su cicatriz desapareció,dejando a la vista el rostro de una mujer sorprendentemente hermosa, no sólo estaba segura de que era la misma mujer que me había despedazado la cabeza sino que también me recordaba, luego de eso observó al profesor.Éste, que posteriormente se había embobado con la altura de su minifalda y su escote reaccionó avergonzado.

-Em... Bueno chicos, ella...- ja, hombres.

-Les estaré ayudando como la psicóloga del instituto- interrumpió la mujer en tono seco -mi nombre es... - no terminó de hablar cuando un hombre se asomó por el marco de la puerta y le hizo una seña a la mujer - lo lamento, me temo que me necesitan con urgencia en otro lugar, que tengan buen día - dijo alejándose del salón mientras apuntaba a su bolsillo con el dedo índice y mantenía la mirada fija en mí.

Metí la mano en mi bolsillo y hallé el papel que había encontrado al lado del ataúd antes de entrar en ese terrible lugar. Deduje que no era de los papeles que escribí de pequeña, debido a que era un papel de distinto material, además de que no se trataba de mi caligrafía.

" ¿lo ves? ¿lo puedes ver?, el tiempo corre niña"

Miré el papel sorprendida y a la vez confundida. Pero... Al levantar la mirada hacia el pizarron vi algo que me hizo entender aquel mensaje en el papel. Pocos centímetros mas arriba del pizarron, se encontraba colgado el reloj de arena... Corriendo y ya con poco más de la mitad de su contenido en movimiento.

Desde ese momento, me quedé en blanco, lo poco que quedaba de la cordura que rondaba entre los confines de mi retorcida mente sucumbió ante un mar de sentimientos encontrados.

Sí, me había vuelto loca.

En ese momento actúe como una estudiante más de la clase, esperando alguna señal o una pista que me indicara que debía hacer, como podía salir, pero no sucedió nada el resto del día, tampoco volví a ver a la extraña mujer. Así paso la jornada escolar, el reloj de arena no había terminado, ni si quiera había cambiado desde la última vez que lo vi.

Ya era hora de salida y todos los alumnos se dirijian a sus casas, un silencio infernal reinaba en el instituto, nadie hablaba, solo caminaban a su destino, ni siquiera se cruzaban miradas, algo en esto me daba tranquilidad, por lo menos sabía que no pertenecía a este mundo.

Llegué a casa, mamá no estaba así que dejé mi bolso en mi habitación, notando que Amay o más bien la muñeca estaba sentada en el tocador.

-Hola. - pronunció fríamente.

- A... Amay?- dije insegura, me quedé esperando respuesta, pero para mi desgracia no hubo ninguna.

Me dejé caer en la cama soltando un suspiro, hasta que una voz se escuchó en el primer piso.

- cariño, tu cena esta lista - dijo mi madre, corrí hasta la cocina, esperando que estuviera allí, pero para mi sorpresa nada, no había nadie, aunque la comida estaba fresca y aún desprendía vapor.

Así pasaron los días, la voz de mi madre en las mañanas y en las tardes con la única presencia de su comida,la extraña ausencia por el conocimiento de que año era, la muñeca en el mismo sitio con su comportamiento terco al intentar hablarle, el silencio infernal en el instituto con el reloj en el mismo punto que el día anterior y la inusual falta de Alice. Sentía como la comida perdía su sabor, las personas carecían de sentimientos, la vida perdía su color, me rendí ante un mundo conformado por un comportamiento inefable, mientras aún tenía la añoranza de ser libre de mi propia mente, incluso extrañaba a la psicóloga del instituto, quien no había aparecido desde el primer día.

Gritos en silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora