🦅CAPÍTULO 4🦅

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—¡Más arriba, Rose! ¡Si vuelas tan bajo, Filch terminará pillándote!

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—¡Más arriba, Rose! ¡Si vuelas tan bajo, Filch terminará pillándote!

Los susurros de Fred resonaron por todo el pasillo con ayuda del silencio que inundaba el castillo. Tras el Gran Banquete que inauguraba el nuevo año en la escuela de magia, todos los estudiantes de Hogwarts se habían ido a dormir, o al menos, eso es lo que la mayoría de ellos querían que pensaran los profesores.

La realidad era que, después de un gran festín y la novedad del anuncio del Torneo de los Tres Magos, lo que más les apetecía a los jóvenes magos y brujas era montar una fiesta, especialmente al trío calavera: los gemelos Weasley y Rosalie Nightingale. Los tres estudiantes de sexto curso se habían labrado la reputación de maestros de las bromas absolutos, título que no debía tomarse a la ligera cuando hasta el mismísimo Peeves les respetaba como tal. Es por eso que esa noche, el trío había decidido montar la ya tradicional fiesta de bienvenida en la bóveda secreta próxima a la torre de Astronomía. Todo el mundo estaba invitado siempre y cuando conociera la contraseña para entrar, la cual nunca era especialmente complicada. Los tres gamberros preferían emplear el cerebro maquinando trastadas en lugar de ideando complejos acertijos.

Y precisamente por eso se encontraban junto a la entrada de la bóveda, ocultos tras una estatua cercana. Bueno, los gemelos esperaban escondidos y Rose les observaba posada sobre una de las lámparas del techo, sosteniendo una bomba fétida encantada en el pico. Sí, habéis leído bien. Rosalie era una animaga ilegal, lo cual implicaba que podía transformarse en animal cuando gustase. En concreto, ella optó por ser un halcón, ave perfecta para combinar su pasión por volar y las bromas pesadas. Gracias a ella, el trío podía realizar travesuras mucho más complejas y enrevesadas.

—¡Ahí viene Ivy, ten cuidado! ¡Espérate a que entre Ivy y déjala en cuanto se cierre la puerta! —indicó George antes de esconder de nuevo su cabellera color fuego tras la estatua.

Si Rose pudiera hablar, le habría recordado al ceporro que susurrar gritando eliminaba la gracia de bajar la voz, pero los animagos perdían la capacidad de habla cuando adoptaban su forma humana. En lugar de eso, se limitó a dirigirle una mirada asesina —todo lo posible teniendo en cuenta las limitaciones de su apariencia— y miró cómo la joven rubia aparecía en el pasillo y cruzaba la puerta disimuladamente.

—¿Quién anda ahí? ¡Como te pille pienso colgarte de los pies con cadenas y encerrarte en las mazmorras, condenado crío!

Los gritos de Filch, seguidos por sus apresurados pasos, no tardaron en hacer acto de presencia en el pasillo, pero al doblar la esquina, el cuidador de Hogwarts se encontró con la nada. Rosalie no necesitó ver la indicación de los gemelos para dejar caer la bomba sobre el pobre hombre, desatando el caos. Filch apenas tuvo tiempo de soltar un grito ahogado antes de que la bomba fétida cayera sobre él, cegándole e impidiendo que viese cómo el halcón seguía a los dos gemelos de vuelta al interior de la bóveda secreta. Gracias al arte del maestro Zonko y su reinvención mágica de las clásicas bombas fétidas, no solo se asegurarían de que el repulsivo olor acompañara a Argus Filch durante veinticuatros horas exactas, sino que el efecto solo afectaba al objetivo sobre el cual había caído, por lo que los tres estaban a salvo del hedor.

Secretos de Hogwarts. La profecía de MothflutterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora