🧪 CAPÍTULO 7 🧪

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—Señorita Amery, se está comportando como una niña malcriada

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—Señorita Amery, se está comportando como una niña malcriada. Esto no es propio de usted o, al menos, no en las últimas semanas.

El profesor Snape se encontraba en su despacho y, por dentro, maldecía el momento en el que dejó entrar a la ruidosa e impredecible Connie Amery en su vida. Ella estaba revolviendo entre todos los estantes de la lúgubre y fría habitación, desordenando a su paso lo que iba encontrando. Severus dibujaba una mueca en su rostro cada vez que un compartimento quedaba abierto o algún papel revuelto.

—Si estuvieses dispuesto a ayudarme no tendría que hacer esto, Severus —dijo mientras se agarraba a uno de los estantes de un mueble desvencijado para alcanzar la parte de arriba—. Y a ver si comienzas a llamarme por mi nombre de una vez y dejas de usar ese tono tan anticuado.

—Amery, usted no... —Paró al comprobar cómo la mujer le miraba desde las alturas—. No estás pensando con claridad. Lo que quieres hacer no tiene ningún sentido ni va a solucionar nada, son cosas de adolescentes. Por favor, ¡baja de ahí!

El grito salió de lo más hondo de su ser. Connie se había desestabilizado, pues la estantería estaba a punto de volcarse cediendo ante su peso. Severus levantó su varita y, con un movimiento de muñeca mientras se acercaba, consiguió hacer que el mueble volviese a su posición, aunque provocando que Connie perdiese su agarre y cayese encima de él. No estaba preparado para recibir el impacto y acabó retrocediendo hasta golpearse la espalda con el escritorio, teniendo a la mujer contra su cuerpo y agarrándola de zonas que hicieron que la sangre llegase a su rostro, provocado más por el calor que por la incomodidad.

—Severus, estoy encantada de que al fin te hayas dignado a tocarme, pero no es el momento —dijo Connie mordazmente tan cerca del rostro del profesor que hizo que el rojo en su cara se intensificase.

—Déjate de tonterías, Amery. —Se apartó de ella con brusquedad y frotó su dolorida espalda —. No pienso darte lo que necesitas para la poción.

—No lo entiendes —respondió Connie volviendo a su labor de búsqueda—. Necesito Veritaserum para mi hermana, creo que algo anda realmente mal con ella.

Unos días atrás había tenido una discusión con ella muy fuerte. Debido a su preocupación, intentó hablar con ella sobre su actitud y, sin quererlo, la había increpado cuando se enteró de que pensaba apuntarse al torneo de los Tres Magos, cometiendo con ello un terrible error que hizo que Gwen se cerrase en banda y se dijesen cosas horribles que no deberían decirse entre hermanas. Connie se encontraba en una espiral de enfado de la que aún nadie la había sacado y, tras sopesarlo, decidió que necesitaba la poción para poder encontrar al fin la forma de que le dijese lo que le pasaba.

Y si era necesario, la utilizaría con sus amigas, que parecían demasiado esquivas, como había pasado con Delilah cuando fue a visitarla con ese extraño pergamino lleno de runas. Al principio pensó que la actitud de la chica se debía a que le estaba siendo difícil descifrarlas. Era una de las mejores alumnas que había en la escuela, siempre dispuesta a aprender y a ayudar a quien lo necesitase en los estudios. Ni siquiera era superada por Hermione Granger, que veía en ella una motivación para mejorar cada día. Por eso, supuso que para ella era una especie de derrota tener que preguntar a una profesora por una traducción, pero el instinto de Connie, cuando le dio la solución supuso que era algo más.

Secretos de Hogwarts. La profecía de MothflutterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora