Retorno a un Hogar desconocido parte 2

4 2 0
                                    

Hiroshi, consciente de la creciente brecha entre Musashi y Haruka, tomó la palabra.

"Nos enfrentamos a un enemigo astuto. Debemos mantenernos unidos, no dejemos que la oscuridad del momento nos consuma".

La ira de Haruka se manifestaba en su aura, y Musashi, atrapado entre su deber y la lealtad a su discípulo, luchaba por encontrar un terreno común, pero todo pasaba en un momento poco indicado.

Mientras avanzaban un grupo de guardias del Clan Azai apareció, liderado por un comandante arrogante bajo las órdenes de Mitsunari.

Haruka, Musashi y Hiroshi avanzaron enfrentándose a cada guardia que se interponía en su camino. Las luces de las antorchas parpadeaban mientras el sonido de las espadas resonaba en los pasillos.

De repente, en una amplia cámara, se encontraron con Arima Toyōji, el espadachín renombrado del Clan Azai. Sus ojos se cruzaron en un instante tenso. Hiroshi, sin vacilar, decidió tomar un rumbo diferente para asegurar que no fueran emboscados desde atrás.

"Vayan, continuaré solo desde aquí. Nos encontraremos después", declaró Hiroshi con determinación.

Haruka y Musashi, a pesar de la sorpresa, asintieron y continuaron hacia el corazón del castillo, donde Mitsunari los aguardaba, pero Haruka no podía evitar la sensación de inquietud por dejar a Hiroshi atrás. La confianza en su maestro se mezclaba con la incertidumbre sobre el destino que le esperaba enfrentándose a un espadachín tan formidable.

Mientras que Hiroshi y Arima Toyōji se prepararon para su enfrentamiento. Las katanas chocaron en un estallido de chispas mientras ambos maestros demostraban su habilidad. El sonido del acero resonaba en los pasillos, y las sombras danzantes proyectaban la intensidad de la lucha.

Hiroshi, con su destreza y sabiduría, se movía con agilidad para contrarrestar los ataques de Arima. Cada movimiento era calculado, y su rostro sereno revelaba una profunda concentración. Sin embargo, Arima no era un oponente fácil. Su destreza en el arte de la espada desafiaba incluso a un maestro consumado.

La lucha continuó con ferocidad mientras Haruka y Musashi proseguían su avance en el castillo. La sensación de urgencia aumentaba con cada paso, y el destino de Hiroshi quedaba suspendido en el filo de la espada.

En el corazón del castillo, Hiroshi y Arima continuaron su danza mortífera, cada movimiento calculado, cada golpe ejecutado con la perfección de dos maestros consumados.

Arima, maestro del Shui, desataba las posturas de agua con una maestría asombrosa. Su figura se movía con la fluidez del río, mientras alternaba entre la postura de cascada, emanando una luz cristalina, y la postura Vórtice, donde las aguas se oscurecían en un remolino siniestro. Hiroshi, sin embargo, se mantenía imperturbable. Canalizando la energía de la luz del Shui, adoptó la postura del torbellino, creando a su alrededor una defensa impenetrable. Los ataques de Arima, ya fueran de luz o oscuridad, eran repelidos con la gracia de un guerrero que había perfeccionado su arte.

Cada movimiento de Hiroshi era una respuesta calculada a los embates de su oponente. El sonido de las katanas chocando llenaba la sala, creando una sinfonía de choques metálicos. Los destellos de energía iluminaban la penumbra del castillo, revelando la ferocidad de la confrontación.

Arima, astuto y ágil, intentó desequilibrar a Hiroshi con un ataque combinado de luz y oscuridad. Sin embargo, Hiroshi respondió con una elegante combinación de la postura del torbellino y la postura de luz del Shui, disipando las energías en conflicto.

El combate alcanzó su clímax cuando Hiroshi, en un movimiento fluido y preciso, desarmó a Arima. La sala quedó en un silencio tenso mientras Arima miraba a Hiroshi con una mezcla de sorpresa y frustración. Hiroshi, con la dignidad de un verdadero samurái, optó por no asestar el golpe final, demostrando que su victoria no requería la muerte de su oponente.

Antes de que pudieran recuperarse del enfrentamiento, la intervención de Ikoma Kazumasa cambió el rumbo de la batalla. Emergiendo de las sombras con la postura del Huracán, Kazumasa interceptó el siguiente movimiento de Hiroshi, impidiendo que la lucha llegara a su fin.

Un choque de energías oscuras y luminosas llenó la sala, creando una explosión deslumbrante. Kazumasa, con habilidades en el Fu oscuro, logró detener el ataque de Hiroshi, pero este respondió con la postura del torbellino, creando una barrera protectora a su alrededor. El impacto resultante fue tan poderoso que ambos guerreros fueron expulsados hacia los lados de la sala. Un orificio se abrió en el suelo del castillo, causando la caída de una columna y dejando una brecha en la estructura del edificio.

En medio del caos, la incertidumbre se cernía sobre el destino de Hiroshi. La caída de la columna sumía la sala en escombros, ocultando el resultado de la lucha entre la luz y la oscuridad.

El resonar metálico de las katanas se desvaneció en el pasillo del castillo mientras Haruka y Musashi avanzaban rápidamente, cada uno sumido en sus propios pensamientos. El tenso silencio entre ellos era palpable, y las palabras no dichas pesaban más que cualquier discusión anterior.

De repente, un estruendo atronador llenó el aire, haciendo temblar los cimientos del castillo. Haruka y Musashi se detuvieron en seco, sus miradas se encontraron, confundidas y sorprendidas. Se miraron por un momento, y luego, sin pronunciar una palabra, se apresuraron hacia la fuente del caos.

Mientras avanzaban por los pasillos del castillo en ruinas, se toparon con un grupo de guardias que custodiaban una puerta. La tensión en el aire era palpable, y Haruka, impulsado por la urgencia de la situación, tomó una decisión rápida. Con movimientos precisos y mortales, eliminó a los guardias sin titubear, dejando en el aire un sentimiento de asombro y conflicto.

Musashi, desconcertado por la rapidez y la falta de honor en el acto de Haruka, lo miró con incredulidad. "Haruka, la violencia sin sentido no es el camino del samurái. Deberíamos enfrentar a nuestros enemigos con honor y respeto", expresó Musashi, su tono lleno de desaprobación.

Haruka, sin detenerse, respondió con frialdad: "Ahora no es momento para debates sobre el honor, Musashi. Mi padre está a punto de ser asesinado, y no puedo permitirme perder tiempo en discusiones que no cambiarán nada".

Musashi, herido por la aparente falta de comprensión de Haruka, decidió dejar el conflicto en suspenso por el momento. "Espero que encuentres el camino correcto, Haruka", fueron sus últimas palabras antes de seguir adelante, dejando atrás la brecha entre ellos.

Ambos continuaron su travesía a través de los pasillos del castillo, cada uno sumido en sus propios pensamientos. La destrucción causada por la pelea de Hiroshi resonaba en los muros, recordándoles la urgencia de su misión. A medida que avanzaban, la realidad de la situación se volvía más clara: Mitsunari y sus seguidores estaban decididos a eliminar a cualquier amenaza contra su liderazgo, incluso a expensas del honor samurái.

Los pasillos oscuros de los calabozos resonaban con los ecos lejanos de lamentos y susurros. Haruka y Musashi avanzaban con cautela, guiados por la información de la madre de Haruka, que habían liberado en su camino. Al llegar al fondo a la derecha, se encontraron con una escena aterradora.

El padre de Haruka, Masatsugu, estaba de rodillas, con las manos atadas, mientras Mitsunari y Kenji se preparaban para su ejecución. Rokuro, un aliado oscuro de Mitsunari, estaba junto a ellos. Al ver la llegada de Haruka y Musashi, Kenji intentó un último acto desesperado y se abalanzó hacia Haruka. Sin embargo, la destreza de Musashi lo detuvo rápidamente, dejándolo inconsciente con unos movimientos precisos.

Mitsunari y Haruka se encontraron cara a cara, el aire pesado con la tensión. Haruka no pudo contener su ira y le preguntó a Mitsunari por qué había llevado a cabo todo este cruel plan. Mitsunari, con desprecio en los ojos, explicó que lo hacía por poder y odio. Relató cómo su padre había sido tan despiadado como lo fue con Haruka, pero ahora que tenía el poder, nadie podía resistírsele.

El padre intentó hablar, buscando una reconciliación que nunca llegaría. Mitsunari lo pateó, burlándose de sus débiles intentos. Haruka, lleno de rabia, se lanzó hacia Mitsunari, pero Rokuro, el maestro oscuro de la tierra, se interpuso y repelió el ataque con facilidad.

Musashi, sin querer quedarse al margen, intervino, atacando a Rokuro. Las katanas chocaron con ferocidad, pero la Agartha de Rokuro demostró ser más fuerte que la postura de la piedra de Musashi. En un instante, Rokuro lanzó a Musashi fuera de los calabozos, llevando la lucha a los pasillos de afuera.

Haruka, aún enfurecido, se encontraba solo ante Mitsunari. La batalla estaba lejos de terminar, y el destino de su padre colgaba en un delicado equilibrio.

Kage no Ronin-Ronin de las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora