La Ira

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El sol se alzaba majestuosamente en el horizonte, pintando el cielo con tonos dorados y rosados ​​mientras Haruka y Musashi atravesaban la bulliciosa ciudad de Hiroshima en el territorio del Clan Motonari. Las calles estaban repletas de vida, donde los comerciantes pregonaban sus mercancías y los habitantes locales se movían como las olas del mar en sus ocupaciones diarias. El bullicio de la ciudad era palpable, pero en medio de ese caos, el joven Haruka encontró una extraña sensación de paz. Era el inicio de su travesía como discípulo de Musashi, y no podía evitar sentir una mezcla de emoción y ansiedad por lo que el futuro les deparaba. El maestro Musashi, siempre sereno y tranquilo, caminaba junto a su aprendiz.

"Sensei", comenzó diciendo Haruka mientras sus ojos miraban un puesto de té en una esquina de la calle, "quisiera compartir contigo mi historia, para que puedas comprender por qué estoy aquí y qué anhelo aprender de ti en este viaje".

Musashi se acercó con serenidad, invitándolo a hablar.

Haruka comenzó a narrar su pasado: cómo en un tiempo fue un joven llamado Haruki, cómo había luchado con valentía en un torneo del clan Azai, solo para ser derrotado por Kenji, quien había recurrido a tácticas viles y deshonestas. Habló de cómo su propio hermano se alió con Kenji para manchar el buen nombre de la familia Ishida y destruir el honorable Clan Azai. Tras su derrota y la vergüenza que la siguió, Haruka quedó desterrado.

Mientras la historia de Haruka fluía, Musashi lo escuchaba con atención, sin emitir juicio alguno. Reconoció la ardiente llama de la ira que ardía en el corazón de su joven discípulo.

"Comprendo tu anhelo de justicia, Haruka", dijo Musashi cuando Haruka terminó su relación. "Pero también debes comprender esto: permitir que la ira domine tu vida es como beber veneno y esperar que sea el otro quien muera. La ira puede consumirte y nublar tu juicio".

Haruka asintió, pero sabía que no sería fácil dejar atrás su deseo de venganza.

Mientras continuaban su paseo por las concurridas calles de Hiroshima, Musashi comenzó a tejer una parábola, una narración alegórica, para ilustrar su punto. Musashi pintó una escena vívida de un guerrero atormentado por la furia, persiguiendo sin descanso a aquellos que habían causado su sufrimiento. En su búsqueda desenfrenada, este guerrero había perdido no solo a sus seres queridos, sino también su propia humanidad. La narración de Musashi no solo describió la importancia de mantener la calma y la compostura en situaciones desafiantes, sino también cómo la ira desenfrenada podía conducir a la autodestrucción.

Musashi concluyó su relato con estas palabras: "La ira puede ser un motor poderoso, pero también puede ser un veneno mortal. Aprenderás a controlarla y a utilizarla para tu bien y el de los demás. ", Ambos caminaron por las calles estrechas y atestadas de gente, donde las disputas eran comunes y las tensiones siempre estaban a punto de estallar. Musashi señaló a un comerciante que estaba discutiendo acaloradamente con un cliente. Parecía que cualquier momento podría desencadenarse en violencia, Musashi le dijo a Haruka en voz baja: "Observa, joven Haruka, la ira desenfrenada en este hombre. Puede ser un obstáculo insuperable, que podría destruirle".

Caminaron más y llegaron a un templo pacífico en el corazón de la ciudad. Mientras estaban allí, Musashi comenzó a hablar sobre su propia experiencia con la ira y cómo la había superado a lo largo de los años. "Hubo un tiempo en mi vida", comenzó Musashi, "cuando mi ira me dominaba. Luché en innumerables duelos y batallas, impulsado por la rabia y el deseo de venganza. Pero con el tiempo, me di cuenta de que la ira era un enemigo más peligroso que cualquier oponente con una espada, la ira puede nublar tu juicio y hacerte cometer errores graves. Por eso Haruka debes aprender a enfrentarla y controlarla, en lugar de dejar que te controle a ti".

Kage no Ronin-Ronin de las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora