Retorno a un Hogar desconocido parte 3

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El padre de Haruka, Masatsugu, intentó explicar sus motivos entre sollozos. Quería que sus hijos fueran guerreros fuertes y dignos, aunque admitió que tal vez había utilizado métodos incorrectos. A pesar de ello, afirmó que siempre los amó y que eran su razón de vivir. Antes de que pudiera seguir, Mitsunari lo interrumpió brutalmente, decapitándolo frente a la mirada horrorizada de la madre de Haruka y el estupor de Haruka mismo.

El impacto en la madre de Haruka fue profundo, pero en Haruka, una ira absoluta se encendió. Se abalanzó hacia Mitsunari, quien controlaba el chi en sus poses tanto de luz como de oscuridad. A pesar de la diferencia de poder, la pelea fue intensa, destacando la velocidad natural de Haruka para luchar. Mitsunari combinaba ambas poses de manera magistral, pero en un momento crítico, logró enviar a volar a Haruka, dejándolo tendido en el suelo.

La madre intentó intervenir, pero la maldad irreparable dentro de Mitsunari lo impulsó a recriminarle que nunca intercedió por él y le propinó una cachetada, ordenándole que se callara. En ese instante, por primera vez, Haruka dominó la postura del fénix, una postura oscura del elemento fuego. Mitsunari apenas pudo detener la vorágine de fuego con su espada, utilizando la postura de Agartha.

La madre de Haruka saldría del lugar, ya que el castillo empezó a temblar de una manera extraña y la lucha de sus hijos causa un estruendo impresionante.

Una llamarada morada envolvió el lugar, y la rapidez de Haruka se intensificó. Su aura ardiente le otorgaba una fuerza renovada con cada golpe. Mitsunari apenas podía repeler los ataques, y la lucha se inclinaba a favor de Haruka.

Por otro lado, en los estrechos pasillos del castillo, la lucha entre Musashi y Rokuro alcanzó nuevas cotas de intensidad. Ambos maestros de la espada, con habilidades excepcionales y destrezas igualmente impresionantes, se enfrentaron en un combate que parecía trascender la realidad misma.

Rokuro, hábil en el dominio tanto de las poses de luz como oscuridad de la tierra, desplegaba movimientos gráciles y ataques precisos. Musashi, por otro lado, demostraba su maestría en las posturas de luz de diversos elementos. Cada choque de sus katanas resonaba en el aire cargado de tensión.

En un momento, Rokuro, aprovechando su conocimiento profundo de la postura de Agartha, la cual usualmente se usaba como defensa, sorprendió a Musashi al transformarla en un ataque repentino. La tierra se alzó a su comando, formando cuchillas afiladas que se dirigieron hacia Musashi. El hábil samurái, sin embargo, logró esquivar con agilidad, realizando una serie de movimientos acrobáticos, la lucha se tornó aún más feroz cuando ambos guerreros comenzaron a predecir y contrarrestar los movimientos del otro. Cada ataque de Musashi era recibido con una defensa magistral por parte de Rokuro, y viceversa. El pasillo se convirtió en un escenario de pura destreza, donde cada parpadeo podía significar la diferencia entre la victoria y la derrota.

La oscuridad se mezclaba con la luz mientras la batalla continuaba, y ambos guerreros se sumergían en un estado de concentración absoluta. Las chispas volaban cada vez que sus katanas chocaban, y la agilidad de Musashi se combinaba con la maestría táctica de Rokuro. La intensidad del conflicto llenaba los pasillos, resonando como un eco desafiante, en medio de esta confrontación épica, el tiempo parecía detenerse. Ambos espadachines, igualmente poderosos, buscaban el momento perfecto para superar al otro. La danza de las espadas continuó, sin que ninguno de los dos mostrara signos de ceder.

Mientras la encarnizada batalla entre Musashi y Rokuro continuaba, el castillo se sacudía violentamente debido a la destrucción causada por la previa lucha de Hiroshi. Los pasillos resplandecían con las llamas de las posturas de fuego de Haruka, y la estructura centenaria se veía sometida a un estrés que amenazaba con desmoronarla.

Afuera del castillo, Kazumasa y Arima emergieron de las puertas, pero la imagen de Arima revelaba las secuelas de su enfrentamiento con Hiroshi. Apenas de pie, con algunas heridas visibles, Arima fue impactado por una parte del castillo que se derrumbaba, dejándolo tendido en el suelo. Kazumasa, intentando ayudar a su compañero, se precipitó hacia Arima. Sin embargo, el caos reinante impedía cualquier esfuerzo de rescate efectivo. Los escombros caían a su alrededor, y las grietas se extendían por las paredes del castillo. El tiempo jugaba en su contra.

La lucha entre Musashi y Rokuro alcanzó su punto álgido, mientras los dos guerreros continuaban desatando ataques y defensas extraordinarias. Sin embargo, la destrucción del castillo comenzaba a afectar su campo de batalla. El suelo temblaba, y las grietas se formaban bajo la presión de la intensa confrontación.

En medio de esta caótica danza de espadas, Musashi y Rokuro eran conscientes de la urgencia que se cernía sobre ellos. La lucha ahora no solo era un enfrentamiento personal, sino también una carrera contra el tiempo para salir del castillo antes de que todo se viniera abajo.

El sonido de la destrucción resonaba por los pasillos, acompañado por el crepitar de las llamas. Mientras tanto, Haruka, aún en el suelo después del último impacto de Mitsunari, observaba impotente cómo la escena se desplegaba frente a él. Con el destino del castillo sellado por el choque de voluntades y espadas, la pregunta persistente era si alguno de los guerreros lograría salir de esta caótica danza de destrucción con vida.

La lucha entre Haruka y Mitsunari alcanzó su clímax, con Haruka desatando la furia del Fénix. Sus movimientos rápidos y agresivos dejaron a Mitsunari en una situación precaria, a punto de enfrentar la venganza que Haruka buscaba por la muerte de su padre. Sin embargo, en un giro inesperado, una estructura del castillo colapsó sobre Haruka, impidiendo que su golpe mortal alcanzara a Mitsunari.

Atónito por la situación, Mitsunari se encontró con la oportunidad de escapar mientras el caos reinaba en el castillo que se desmoronaba. Haruka, bajo los escombros, luchaba por liberarse, pero la devastación del entorno se lo impedía.

Mientras tanto, en otra parte del castillo, Musashi y Rokuro continuaban su épica confrontación. Rokuro, malherido y mareado, desató un último ataque con la postura de Agartha, abriéndose paso entre los escombros y logrando salir del castillo. Musashi, observando la situación, notó la huida de Mitsunari y decidió ir en busca de Haruka.

Penetró en los pasillos en ruinas, sorteando las caídas de escombros y la furiosa destrucción. Encontró la habitación de los calabozos, donde la tragedia yacía en cada rincón. Entre la oscuridad, vio a su aprendiz tendido bajo los escombros. Sin vacilar, Musashi se lanzó hacia Haruka, apartando los escombros con una mezcla de determinación y desesperación.

—¡Haruka! —gritó Musashi, intentando despertar a su aprendiz.

La respuesta de Haruka fue débil, pero aún consciente. Musashi lo ayudó a ponerse de pie mientras el castillo se desplomaba a su alrededor. La urgencia de escapar se volvía más apremiante con cada segundo que pasaba. Juntos, Musashi y Haruka se enfrentaron al colapso del castillo en una carrera contra el tiempo y la destrucción inminente.

Kage no Ronin-Ronin de las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora