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Dic 20, 2022

—¿Vas a ir a la fiesta o no?

—No sé Julián.

Encendí mi teléfono con el ceño fruncido, me habían llegado varias notificaciones de las chicas invitandome a una pijamada, lo cual me hizo sonreír.

—¿Por qué no? —Insistió.

—No te dije que no, te dije que no sé.

Lo escuché soltar un resoplido, pero no le tomé importancia.

—Tus "no sé", siempre significan que no.

Me alcé de hombros y lo miré con una pequeña sonrisa, era la conversación más larga que había logrado tener con él esta semana y ciertamente me ponía contenta ver que las cosas estaban volviendo a la normalidad.

—¿Y si nos quedamos acá en casa y pedimos helado? —Sugerí.

por favor, decí que sí, decí que sí.

—No, nos invitaron a la fiesta y tendríamos que ir. Va a quedar re mal sino.

—Pero yo me quiero quedar acá en casa, no quiero ir.

—No vayas entonces, voy solo.

Me tragué las palabras y me obligué a sonreír como si nada, como lo había estado haciendo estos últimos días. Asentí con la cabeza y devolví mi atención al teléfono, entré a ver reels en Instagram y me aparecieron varios de bodas donde los novios al final cantaban y bailaban canciones viejas.

Entonces me surgió una duda.

—¿Alguna vez nos vamos a casar?

—¿Eh?

Saqué mi vista del teléfono para dirigirla a Julián, que parecía genuinamente confundido.

—Sí, qué se yo. ¿Alguna vez pensaste en casarnos?

Lo ví removerse algo incómodo.

—Nunca quisiste hablar de esos temas, ¿Qué te pintó?

—Pero ahora sí quiero.

—No entiendo.

Suspiré cansada.

—Ya sé que no, olvidate.

Hizo exactamente lo que le dije, porque se metió a la cocina y se quedó ahí. Escuché el ruido de la pava así que supuse que estaría calentando agua para los mates, me levanté y me fui a la habitación.

Estar ahí era sentirme totalmente fuera de lugar, al lado de la cama había una foto enmarcada de nosotros dos cuando teníamos quince años. Y la otra era de hace un par de años, la similitud entre las dos fotos es que ninguna de esas victoria creería lo que nuestra relación con Julián estaba transitando ahora.

Me sentía mal, ¿Y si ya me había dejado de amar? Era como que él estaba, pero no estaba. Estaba en casa, pero no conmigo.

Saqué esos pensamientos de mi cabeza y me senté frente al espejo para empezar a maquillarme y peinarme, quince minutos después escuché cómo la puerta de la habitación se abría y entraba él. No necesité mirar, solo estábamos él y yo en casa así que no era difícil adivinar.

—¿Vas a salir? —Preguntó curioso mientras abría las puertas del ropero.

—¿No íbamos a ir a la fiesta?

Espinas de rosa|| Julián Álvarez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora