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22 dic, 2022

—¿No vas a hacer tus valijas? —Lo escuché preguntar desde la cocina.

—No.

Al parecer, la respuesta que le había dado no había sido la que él esperaba. Lo ví salir de la cocina y caminar hasta mi con el entrecejo fruncido, tenía una expresión bastante confusa.

—¿Querés que te la haga yo? —Esta vez su tono de voz cambió bastante, hasta parecía ser dulce.

—No, gracias.

—¿Y entonces?

Me encogi de hombros.

—No voy a ir a Córdoba.

Lo escuché toser y se acercó a mi.

—¿Qué decís Victoria?

—Que voy a pasar navidad con mi familia, en Buenos Aires.

—¿No íbamos a pasarla juntos en lo de mis viejos?

—Nunca me preguntaste si quería, solamente tomaste la decisión solo. Y ahora yo decido pasarla en mi casa, con mi familia.

Julián no dijo nada, parecía pensativo. A veces me gustaría poder meterme en su cabeza y saber lo que piensa, muchas cosas se habrían solucionado si solo lo supiera.

—¿Querés que comamos algo viendo el atardecer como hacíamos antes? —Preguntó y de alguna forma, sentí que el corazón se me rompia un poco más.

—Tengo que armar mis valijas —murmuré y me reincorporé para ir a nuestra habitación.

Cuando iba caminando a mi habitación, sentí las manos de Julián en mi cintura y su barbilla en mi hombro, el olor de su perfume de inmediato invadió mis fosas nasales, sentí que me daba un beso en el cuello intentando hacerme cosquillas. Pero seguí caminando.

—¿Estás enojada conmigo? —Preguntó, y pude escuchar un atisbo de preocupación en el tono de su voz.

Mi ceño se frunció casi de inmediato, gire a penas mi cabeza para mirarlo.

—No, ¿Por?

—¿Y entonces por qué no me hablas?

No pude reprimir la risa más ácida que salió desde el fondo de mi garganta, pero simplemente me encogí de hombros y seguí caminando hasta llegar a nuestra habitación. Saqué las valijas del mueble y empecé a sacar mi ropa también para tirarla sobre la cama y después poder doblarla.

—Sí te hablo, ¿O te estoy ignorando acaso?

—Dale Vicky, vos entendés lo que te estoy diciendo —respondió con una pizca de frustración—. No sé por qué siento que estás enojada conmigo.

Porque te da miedo saber que me estás perdiendo.

—Es tu imaginación, no estoy enojada.

—¿Y entonces por qué no querés pasar navidad conmigo?

Con que eso era, forcé una sonrisa y me obligué a mirarlo.

—No dije que no quiero pasar navidad con vos, dije que voy a ir a casa —recalqué—. Tengo una tradición con mis hermanos y sobrinos, y Yanisse ya tiene cuatro años, va a ser su primera navidad consciente y no me la quiero perder.

—Ya sé, pero yo les había dicho a mis viejos que íbamos a ir los dos amor, ¿Qué te cuesta?

—El año pasado pasé navidad en tu casa.

Nuestra casa.

—Córdaba en fin —respondí—. Este año quiero ir a casa, quiero ver a mis hermanos, a mis papás, a mis sobrinitos. No tiene nada de malo.

—Está bien, perdón —suspiró—. Tenés razón amor. Pero podemos pasar año nuevo juntos.

—Puede ser.

—¿Puede ser?

—Sí, puede ser.

Me senté en el borde de la cama y empecé a doblar mi ropa para acomodarla en las valijas, iba a llevar dos, suficiente como para pasar en casa el tiempo que tenía planeado. Julián se sentó al lado mío en silencio, no hacia nada más que mirarme en espera de que yo le hable como siempre, pero esta vez no lo hice.

Pasadas unas dos horas más o menos, por fin terminé de armar mis valijas y agarré una valija mas pequeña para guardar otras cosas escenciales, como lo serían mi skincare, algo de maquillaje, mi computadora y medicamentos. También me puse a armar mi bolso de mano, con cosas más simples, dinero, cargadores, protector solar, ibuprofenos y otras cosas normales.

—Te amo —escuché a Julián decir de la nada, muy de la nada.

No dije nada, solamente cerré el bolso y lo puse en la mesita de luz para tenerlo preparado ya que viajaba mañana en la mañana.

—Victoria... Perdón —soltó otra vez, me di vuelta para mirarlo y me senté en la cama como indio—. Te juro que no sé qué me pasó. Pero lo que sé es que te amo, más que a nada y...

—Basta, Julián —murmuré.

Tragó saliva y negó con la cabeza, todavía tenía esa expresión preocupada.

—Tus ojos se arrugan cuando te reís porque cuando lloras secas tus lágrimas con tus manos y te lastimas —empezó con una mini sonrisa—. Cuando te reís mucho, también arrugas tu nariz como un conejito y amo cuando lo haces, te hace ver muy tierna.

—Julián.

—Tus ojos son una mutación genética porque casi todos los tenemos marrones, y vos tenés heterocromia —habló mirándome a los ojos—. Tus pestañas en el sol son rubias, tenés más de cien en cada ojo, las conté en nuestro primer año de novios.

Sentí ese ahogamiento como cuando te dan inmensas ganas de llorar, como cuando una tristeza enormemente abrumante te golpea de forma directa y seca. Arrugué mi nariz y aparté la mirada.

—Amas las canciones tristes porque te identificas con las letras, y podés sentir más cosas que con una canción normal. Siempre escondés tus lágrimas cuando te topas con una canción que cuenta exactamente cómo te sentís.

—Vos y yo somos una canción triste.

—Y eso es lo de nosotros, Vicky —agarró sus manos entre las mías y las aparté.

—Ya no quiero ser una canción triste —respondí—. Hace más de seis meses lo somos, ¿Cuánto tiempo más te pensaste que iba a aguantar serlo?

—Victoria, no e..

—No, ahora escuchame vos a mi —lo interrumpí—. Ser una canción triste es divertido cuando solo es una etapa, un pequeño bajón. No cuando se vuelve autodestructivo y sentís que tu corazón deja de palpitar, como si te estuvieras muriendo en vida.

—¿Qué me estás queriendo decir?

—Que quiero terminar nuestra relación, Julián.

Los dos nos quedamos en silencio, yo, esperando su respuesta y él, formulandola en su mente.

—Está bien, si es lo que querés yo... Está bien, lo acepto.

Lo que quiero es que luches por mi, que luches por nuestra relación como yo lo hice los últimos seis meses.

—Está bien, Juli.

Espinas de rosa|| Julián Álvarez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora