09| Celos y miradas

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Los siguientes dos días pasaron con normalidad, sin nada de adrenalina o algo interesante, a menos, que se le llamara interesante a que Neville se le fundiera su sexto caldero en la clase de pociones, y al parecer Snape había acumulado demasiado enojo durante el verano, descargando todo aquel coraje en el pobre de Neville, dejándolo castigado después de clases. Después del castigo parecía que Neville sufriría de un colapso nervioso, porque el profesor Snape lo había obligado a destripar un barril lleno de sapos cornudos.

Fuera de eso, Stella se la paso castiga un día antes y todo porque la profesora McGonagall la descubrió lanzando una bomba fetida dentro de la oficina de Snape, suerte que no la llegó a lanzar, porque fue justo el momento en que Minerva llegó a detenerla. No pasó mucho, solo tuvo que limpiar todos los espejos habidos por haber en Hogwarts, y sin utilizar nada de magia, fue cansado pero hubiera sido peor si lo hubiera hecho sola, ya que Harry estuvo ahí ayudándola, sin compromiso alguno, o eso decía el.

Los de cuarto curso de Gryffindor estaban muy entusiasmados por llegar a la clase del jueves, tanto que después de la comida llegaron muy temprano al aula haciendo una fila para entrar cuando la campana aún no sonaba.

Y una de ellas era Stella.

Pero faltaba Hermione, que apareció puntual.

─Vengo de la...

─Biblioteca. ─le interrumpió Ron. ─dense prisa o nos tocará los peores asientos.

Se apresuraron a tomar asiento hasta adelante, Stella se sentó unos asientos más atrás, no lo suficiente pero tampoco demasiado cerca del escritorio del profesor.

Harry, quien estaba apuntó de sentarse en el banquillo vacío alado de la pelirroja, se quedó ahí parado mirando como Theodore Nott era más rápido que el, no le quedó de otra más que irse a sentar con Ron.

─¿Desde cuándo Nott se sienta hasta delante?. ─pregunto Harry a su amigo mientras se sentaba pero con la vista aún en el Slytherin. ─¿Y porqué sentarse justo ahí?.

─Yo que se, amigo. ─se limitó a decir Ron sin prestarle mucha atención a los evidentes celos de Harry.

Sacaron sus ejemplares de Las fuerzas oscuras: una guía para la autoprotección, y aguardaron en un silencio poco habitual. No tardaron en oir el peculiar sonido sordo y seco de los pasos de Moody provenientes del corredor antes de que entrara en el aula, tan extraño y aterrorizado como siempre. Entrevieron la garra en que terminaba su pata de palo, que sobresalía por debajo de la túnica.

─Ya podéis guardar los libros. ─gruñó, caminando ruidosamente hacia la mesa y sentándose tras ella. ─No los necesitaréis para nada.

Volvieron a meter los libros en las mochilas. Ron estaba emocionado. Moody sacó una lista, sacudió la cabeza para apartarse la larga mata de pelo gris del rostro, desfigurado y lleno de cicatrices, y comenzó a pronunciar los nombres, recorriendo la lista con su ojo normal mientras el ojo mágico giraba para fijarse en cada estudiante conforme respondía a su nombre.

Stella y La Maldición PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora