Capítulo 4
¿Una salida? ¿Un túnel bajo tierra? ¿La madriguera de una serpiente pitón? ¡Da igual! ¿Cómo coño se sale de aquí? Me gustaba ser el centro de atención. ¡No, me gusta serlo! ¡Pero no así! Todos aquellos tíos repletos de cicatrices me miraban tan... tan... ¡Arggg! ¡Y Tom se reía! ¡El muy cabrón! Y yo, sangrando, con las manos todavía en la cara. ¡Ahora sí que quería desaparecer!
Oí pasos a mi espalda. La loca que me había tirado por las escaleras empezó a bajar pegando saltos, ¡Tan tranquila!-¡Eh, tíos, mirad lo que he encontrado! - gritó, con la clara intención de utilizarme de mono de feria, pero antes muerto. Me levanté de un salto del suelo sujetándome los pantalones con una mano y con la otra tapándome la nariz chorreante. Salí corriendo hacia el baño y justo cuando mi mano rozó el picaporte... la puerta se abrió desde dentro. Frente a mí apareció el tío más alto que había visto en mí vida. Era negro, pero de los de verdad, con un cuerpo tan ancho, tan corpulento y tan basto, que me pregunté si sería capaz de atravesar el umbral de la puerta sin quedarse atascado en él. Me miró con una ceja alzada, confundido. - ¡Black, trae a ese petardo aquí, que nos vamos a divertir! - gritó la loca y por la forma en la que el gigante negro alzó la cabeza, supuse que el llamado Black sería él. Me miró a los ojos. A mí casi me temblaron las piernas de lo intimidante que resultaba.
-Ricky, este se desangra antes de llegar al salón. - dijo, señalándome y la tía se rió.
-¡Pues ponle un tapón, pero que venga! - el gigante se dio la vuelta ante mí, entrando en el baño de nuevo y cuando me di la vuelta buscando con urgencia una salida que no fuera ahogarme con mi propia sangre, el gigante me agarró del brazo con fuerza y me tendió un montón de papel higiénico recién arrancado.
-Toma. - lo miré. Me costó decidirme si cogerlo o no, como si el papel estuviera impregnado de cianuro, pero finalmente, al ver la claridad que había en los ojos de aquel negro de dos metros, me atreví a cogerlo y a llevármelo a la nariz, limpiándome la hemorragia. ¡Anda, pero si el tío era buen hombre!
-Gracias.
-De nada. - y esa idea de buen hombre se esfumó en cuanto me agarró del brazo y sin la menor delicadeza, haciéndome creer por un momento que iba a partírmelo por su brusquedad, me cargó al hombro como un saco de patatas y empezó a andar. Me quedé alucinado, con los ojos como platos fijos en la ventana del cuarto de baño ¡La ventana que llevaba hacia la libertad y de la que yo me estaba alejando poco a poco! Me dieron ganas de llorar y antes de que pudiera ponerme a patalear como un loco sobre ese gigante de hierro... ¡Pam! Al suelo, de rodillas, en mitad del salón.
Un montón de miradas burlonas y recriminatorias se clavaron en mí. Mis ojos se pusieron automáticamente en blanco y viajaron por toda la habitación buscando algo de ayuda cuando... Tom... él me miraba en silencio, sonriente. ¡Arg, como estaba disfrutando el condenado! Y todo el mundo estalló en murmullos bien audibles, sin el menor disimulo.-¿Quién coño es esa maricona?
-¿De dónde ha salido?
-Nunca lo había visto.
-Este no es de los barrios bajos ¡No me jodas que es de los altos!
-¡Principito! ¿Es de tu barrio? - de repente, todo el mundo guardó silencio. Yo ya me estaba mordiendo la lengua con tanta fuerza para no saltar hecho una fiera cuando crucé miradas con él, con... ese chico. Sus ojos verdes grisáceos estaban tan helados observándome fíjamente que sentí un escalofrío erizarme la piel. Rubio oscuro, vestido de una manera un poco diferente a la de los demás. Su ropa no estaba rota como la de la mayoría y era buena, sí, me bastaba echarle una ojeada rápida para darme cuenta de que estaba echa con buenos materiales, auténticos, no de imitación, como los que la mayoría portaba. Era ropa de marca y el tío sacudía la cabeza con una elegancia que no podía ser de otra manera. El chico era de los de mi clase por lo menos, no... quizás fuera a más. ¿Qué pintaba alguien así en semejante jungla?