Capitulo 2.
By Bill.
Creo que estaba soñando contigo.
Mientras yo dormía profundamente en la oscuridad de un lugar pestilente, tú apareciste, te arrodillaste ante mí y velaste por mi sueño, como un fiel perro guardián, fiero y agresivo con mis enemigos y dulce y sumiso conmigo. ¡Que curioso! Yo era el dueño del perro y no al revés. Tú eras el que te dejabas pisotear por mí y no al contrario. Tú eras el que venía buscando refugio y unos brazos fuertes que te acogieran e hicieran de pilares en tu vida vacía y sin sentido. Eres como un tornado que gira y gira sin saber en torno a qué. Encuentras una casa sobre la que girar y cuando la avasallas y la destrozas, te sientes vacío y busca más, desesperado. Pero nunca encuentras una casa que te satisfaga tanto como la primera y, cuando abrí los ojos al notar una corriente conocida, de extraña calidez extasiante y placentera... me encontré en el centro del tornado.-¿Tom...? - me estabas mirando, fijamente, como si nunca me hubieras visto. Como si fuera algo nuevo para ti. No conocía esa mirada tuya, Tom. No sabía que el despiadado hermano fuera capaz de mirar así a alguien.
Alcé el cuerpo, sentándome en la cama. Tú alzaste la cabeza, arrodillado frente a mí, en el suelo. Te brillaban los ojos de una manera extraña. Tuve ganas de decir, "Sorpresa", pero no me atreví al darme cuenta de que habían pasado cuatro meses desde la última vez que nos vimos así, cara a cara. Esta vez no me pregunté si eras un sueño o no, porque hacía tiempo que me había resignado. Fueras un sueño o no yo iba a estar igual de entregado a ti, así que la realidad y la irrealidad se habían convertido a aquellas alturas en algo insignificante para mí, pero por alguna razón, como si tú hubieras estado soñando conmigo en más ocasiones, te vi dudar. ¿Dudabas si era real? ¿Pensabas que era una pesadilla? Sonreí, no sé bien cómo, pero lo hice sin que me supusiera ningún tipo de esfuerzo, como no lo había hecho nunca en cuatro meses. Fue tan fácil...
-Hola. - Tom pestañeó, incrédulo. Me aparté la sábana enredada entre mis piernas de una patada y me senté en la cama, de rodillas. - ¡Buenos días! - Tom no reaccionó. Me miraba sin verme en realidad. - ¿Tom? - sus pupilas rodaron hacia abajo, parecía desorientado, no parecía ni reconocer su propio cuarto. Creo que estaba pensando algo como ¿Dónde demonios me he metido? pero no hizo el menor esfuerzo por salir de aquel lugar que creía tan desconocido. - E-Estoy aquí... h-he venido... - tartamudeé. - ¿No piensas... decir nada? - algo, cualquier cosa, aunque fuera un ¡Lárgate!... me hubiera valido igual.
¿Cómo se describiría esa clase de sensaciones? Te has desmoronado, te has entregado, te has desecho y te has sacrificado por alguien que de repente, desaparece, llevándose todo lo que considerabas tuyo consigo. Se había llevado mis sentimientos, mi felicidad, mi orgullo, mi voluntad y lo había pisoteado todo sin más, sin piedad. Pero aunque fueran aplastados, seguía teniendo todo lo mío bien sujeto para que no se escapara. Y no parecía tener intención de devolvérmelo.
Me tenía... encadenado. Y yo lo sabía, pero da igual lo consciente que seas de ello porque eso no significa que puedas defenderte de esa clase de sensaciones y sentimientos.
Alcé una mano y con el pulso violentamente tembloroso, la dirigí hacia su cara. Quizás sí que era un sueño, demasiado real, pero un sueño.
-Tú... eres Tom ¿verdad? El auténtico... - él desvió la mirada de un lado para otro. Cualquier paisaje le parecía mejor que yo, su estúpido y sentimental hermano pequeño.
Me das asco.
Recordé y tuve ganas de llorar. Se me hinchó la garganta y se me humedecieron los ojos. Era más doloroso tenerlo tan cerca y ser incapaz de tocarle, saber que él no te quiere, que te desprecia... que te pongan delante aquello que más deseas y lo único que no puedes tener. Mi determinación se esfumó y deseé volver para no tener que verlo, desaparecer. Caer en un cubo de basura y vivir enterrado entre mi propia mierda estaría bien. Cualquier cosa mejor que saber que Tom ya no me mira, ya no me ve.
La vista se me empañó por las lágrimas y los labios me temblaron. Noté una lágrima silenciosa descendiendo hasta mi barbilla. Pronto sería acompañada por un millón más.
-Tom... - y justo en el momento en el que se empezaron a desbordar, Tom me miró. Y me vio... Mi mano se movió automáticamente dispuesta a tocarle en un arrebato desenfrenado pero cuando mis dedos rozaron su mejilla, él atrapó mi mano con la suya rápidamente. Una ola de calor ascendió a lo largo de mi brazo. Tom me agarró con mucha fuerza y si no hubiera estado tan emocionado, quizás hasta me hubiera dolido.
Me miró directamente a los ojos. Le brillaban como nunca, con luz propia, observándome temerosos.
-Tom... yo he... he venido...