Continuación cap.10-¡Pues claro que no, si estás ardiendo! ¡Tómatela! - miré la enorme pastilla con ojo crítico. No era muy malo tomándome pastillas, se me daba bien (hablaba con un doble sentido, por supuesto) pero el costado me daba tantos tirones y notaba la pierna tan pesada y molesta, además de la asquerosa fiebre que me estaba congelando las articulaciones, que fui incapaz de moverme.
-No puedo levantarme.
-Tom, venga. Yo te ayudo.
-No. No puedo, me duele el costado. - mentí. - Tienes que dármela tú. - sentencié, con una sonrisa en la boca y él, serio, asintió enseguida.
-Sí, vale. - vaya... no parecía haber cogido el chiste. Miró de un lado para otro, confuso y tras unos segundos buscando una manera de hacerme tragar una botella de agua estando tumbado, volvió a mirarme. - ¿Cómo te la doy sin que se te caiga el agua encima? - ahora sí parecía haber captado el mensaje.
-Con la boca, memo.
-Ah, va... ¿Qué?
-¿Sabes cómo se hace? Es como el boca a boca, pero pasándome agua y...
-¡Sé hacer el boca a boca! - exclamó. Se estaba poniendo casi colorado. - Pero... no voy a hacértelo a ti.
-¿Por qué no? Es un caso de vida o muerte. ¡Me moriré si no me das la dichosa pastilla! - Bill desvió la mirada al suelo y se agachó frente a mí, de cuclillas. Pude ver como alzaba la mano para coger una toalla pequeña y seca de la mesita de noche y la hundía en un cuba de agua, hasta el fondo.
-Mejor te doy un poco antes con el agua. Y luego ya...
-Vale. - no es que me hiciera especial ilusión que me restregaran por el cuerpo ardiendo con una toalla congelada y húmeda, pero ya que pensaba hacerlo de todas formas, mejor que lo hiciera de la manera que me resultara más satisfactoria y, lo más satisfactorio que siempre había sentido con Bill, a parte del sexo, era hacerle rabiar.
Me dejé caer de nuevo completamente en la cama. No tenía nada puesto encima, salvo un buen trozo de gasa pegado al costado. Me pegunté si estaría desnudo de cintura para abajo, pero pude apreciar cierta voluminosidad cubriéndome la entrepierna. Mis simples boxer. Con razón me estaba muriendo de frío.
Por un momento pensé en tocarme o algo, en hacer un gesto que lo pusiera más nervioso aún, algo sexual, pero no me moví, observando a Bill, que alargó el brazo hasta mí con la toalla, indeciso y tenso, hasta asustado. Tragó saliva y se quedó quieto, paralizado. Varias gotitas de agua cayeron sobre mi pecho, sobre mis pectorales y encogí el estómago inconscientemente con un escalofrío.
-Hermanito, se hace así. - le agarré la mano cansado del insistente goteo sobre mi piel y la toalla acabó en pleno contacto contra el centro de mi torso, subiendo y bajando, despacio. Temblé. ¡Qué cosa tan desagradable! Bill abrió los ojos como platos y por su cara, por un momento me pareció verle incluso más enfermo que yo. - Bill... venga... - le insté, apretando su mano entre la mía con la poca fuerza que tenía y haciéndola bajar hasta mis abdominales, cerca del ombligo. La sensación de molestia y frío aumento, pero ver su cara pálida y muda, bonita pese a todo, no tenía precio. - Bill... - y de repente, apartó su mano bruscamente de la toalla y se separó de mí, levantándose del suelo de un salto. Se alejó en dirección a la puerta.
-Creo que... mejor te das tú. Yo voy a buscar algo más para el dolor de cabeza y... algunas cosas más y también... a-ahora vuelvo. - me quedé con la boca abierta, como un idiota observando como se largaba. ¿Qué había hecho mal ahora? ¿Había sido por la insinuación? ¡Pero si solo estaba jugando! ¿Qué debía hacer? ¿pedirle perdón? No quería que se fuera. Las paredes se empequeñecían a mi alrededor y el frío aumentaba de solo pensarlo.