1. Ahora

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Bogotá, 2008.

Ojalá lo supiera en ese momento, pero mientras estoy ahí, sentado junto a una mesa gigante en la que unas chicas vestidas como Las Chicas Superpoderosas sirven tragos de colores y suspiro por quinta vez; no tengo ni idea de que esa noche será importante.

Ojalá lo supiera para memorizar algunos detalles.

Para haber tomado menos de ese trago azul que tenía mi cabeza un poco dispersa, a pesar de que sabía principalmente a gomitas y debía tener medio milímetro de alcohol, pero no estaba para nada acostumbrado a tomar (lo cual era bastante normal para una persona de 13 años, como me encargaría de aclarar cuando me preguntaran por esta historia en el futuro).

....Y claro que me preguntarían por esta historia, porque esa noche daría mi primer beso, y una parte de mí se pasaría el resto de la vida deseando que hubiese sido diferente, pero a la vez guardando el recuerdo como un tesoro exactamente como pasó.

Pero ahora mismo, solo estoy sentado ahí, esperando que el tiempo pase para poder irme.

Solo accedí a venir a esta fiesta de Halloween de un colegio más esnob y estirado que el mío (lo que ya era mucho decir) porque Isaza me rogó que lo acompañara porque no conocía a nadie, y estaba perdidamente enamorado de la chica que tocaba los platillos en la banda marcial de aquí.

Debí haber entendido desde antes que eso no quería decir nada porque él no la conocía y no había forma de que la encontrara entre la multitud que llenaba el coliseo del Colegio Nueva Granada.

Pero incluso a los 13 años Isaza ya era un enamorado del amor, y su plan sonó con mucho sentido cuando me lo dijo, básicamente porque el principal problema era que ambos éramos demasiado jóvenes para la media de edad de esta fiesta, pero lo suficientemente altos para que nos dejaran pasar sin problema.

Desde que habíamos pasado por la puerta, Isaza se había quedado a mi lado fielmente, prometiendo que no me iba a dejar solo para que me aburriera, ya que obviamente él era mucho más sociable que yo.

Toda la bondad le había durado hasta que había visto a la chica en cuestión a la distancia y, no me pregunten cómo, media hora más tarde, ya estaba bailando con ella.

Así que, dando por cumplida mi misión, decido que solo voy a irme.

Llamo a mi hermana para que venga por mí, y me dice que está saliendo de una cena, y este colegio queda en medio de la maldita nada en una montaña, así que le va a tomar un rato venir por mí.

Con un nuevo suspiro, me dirijo a la silla que he ocupado toda la noche en una mesa que al parecer nadie quiere porque está justo al lado de la barra y no hay espacio para bailar, cuando me doy cuenta que una chica se ha sentado en otra de las sillas, y parece aún más aburrida que yo, lo que es decir bastante.

Tiene los brazos apoyados en la mesa y su cabeza descansa encima de ellos de manera tan perezosa que parece que va a dormirse en cualquier momento.

Lleva puesta una pañoleta roja en la cabeza, dejando escapar los mechones rubio oscuro de su pelo suelto y lacio. Viste un chaleco de cuero, unos jeans deslavados, unas gafas RayBan de aviador levantadas sobre la cabeza y una camiseta negra de Guns and Roses, y me parece el disfraz más ingenioso e inesperado que podría haberme encontrado aquí, que es lo que me hace ir y sentarme a su lado en la silla que estuve ocupando.

Ella levanta la mirada y me mira con curiosidad.

- ¿Sabes que viniste a una fiesta de disfraces temática? - Me dice de la nada

- Uhm, sí. Aunque en realidad ya estoy a punto de irme - Señalo sin propósito alguno, más allá de hacer obvio que no estaremos compartiendo mesa mucho más tiempo

En un solo día » Historias cortas (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora