3. ¿A dónde vamos?

213 15 61
                                    

Diciembre.

La luz parpadea en una farola de afuera de la habitación de hotel de mierda que estamos compartiendo.

La cama está llena de bultos y aunque todo parece estar limpio, la mancha de humedad en el techo con la forma de Australia me distrae de imaginarme lo que habrá dentro del colchón en el que estoy acostado.

Quiero quedarme aquí.

Ella sale del baño con mi saco de hilo echado casualmente encima de sus bragas, y por los hoyos en el entramado del tejido puedo ver la sombra de los tatuajes en sus brazos.

Me sonríe antes de inclinarse ante el minibar, y la cascada de su pelo oscuro se descuelga sobre su hombro.

Me bebo la delicia de la curva de su culo bajo esas bragas de encaje cuando se inclina y saca una caja de vino barato.

- ¿Moet? – Me ofrece con sarcasmo, y sonrío

- Por favor

- ¿El caballero desea catar la cosecha?

- No se cata la champaña, Taylor – Le recuerdo con una risita

Me hace un gesto de desinterés con su mano y desenrosca la tapa plástica de la caja de vino.

Lo olisquea con una pizca de sospecha, y luego lo inclina sobre su boca y bebe un sorbo.

Dejo que mis ojos vaguen por el movimiento de su garganta cuando traga, y casi me saboreo esa gotita de vino rebelde que se desliza por la comisura de sus labios hacia su mentón.

Ella se encuentra con mi mirada, y esos ojos pardos salvajes se vuelven coquetos y seductores cuando se sube a la cama y gatea hacia mí.

Me acomodo en las almohadas y pongo un brazo detrás de mi cabeza, disfrutando de la delicia de verla reptar sobre mi cuerpo hasta que se sube a horcajadas sobre mis caderas.

No estoy usando nada más que unos bóxers grises que de repente parecen una barrera innecesaria cuando su calidez se presiona contra mí.

- Estás loco por mí. Dilo – Me dice juguetonamente

Subo una mano y pellizco su pezón derecho, que ha decidido asomarse a saludarme entre el tejido de mi saco.

Ella se estremece, y me encanta verla rendirse ante mí de esa manera.

- Estoy loco por ti, Taylor – Le digo con dulzura

Me sonríe, porque sé que le gusta ese apodo, aún si sabe que además de ser un guiño cariñoso y solo nuestro, también está ahí para no oírme decir su nombre, y que todo esto se sienta más real de lo que podemos permitirnos.

- Te traje un regalo de navidad – Declara con esa sonrisa juguetona suya

Tiene una boca grande y coqueta que casi parece remilgada por lo llenos y suculentos que son sus labios, que ahora mismo parecen aún más deseables porque siguen hinchados y sonrosados por mis besos.

Frunzo el ceño.

- Dijimos que sin regalos, Taylor. Recuerda las reglas

- Tú no me dices qué puedo y qué no puedo hacer, Tini – Comenta juguetonamente, y ruedo los ojos.

Le parece muy hilarante que su apodo para mí sea "Tini", porque según ella tiene todo el sentido del mundo que funcione como una contracción de mi nombre, Martín.

No la contradigo porque me gusta cuando se ríe, y me emociona que un dia cualquiera de su vida agitada, se haya acordado de mí.

Se estira para poner la caja de vino en la mesa de noche a nuestro lado, y como aprovechando que el movimiento la trajo sobre mi pecho, corre una caricia dulce sobre mi mejilla y sella mi boca con un beso que sabe a vino blanco y a un deseo que no se acaba nunca, porque nuestro tiempo jamás parece suficiente.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 21, 2024 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

En un solo día » Historias cortas (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora