La oficina de Isaza es casi la suya propia.
Aunque su escritorio está afuera, Lizzie ha pasado muchísimas horas aquí, tomando notas para él o trabajando juntos en algún caso.
A ella siempre le ha gustado su decoración masculina y elegante, con sus estanterías cromadas de vidrio y aluminio, en donde tiene algunos ejemplares de derecho, tres esculturas abstractas que parecen barcos, aunque no lo son del todo, y las placas expuestas de algunos premios y reconocimientos que se ha ganado.
Su escritorio no es uno pesado de caoba de gran abogado, sino uno igualmente ligero y ergonómico de vidrio y metal, siempre organizado y prístino.
Pero lo que más le gusta de este espacio es lo mucho que huele a su colonia de cedro, como si toda su esencia se hubiese quedado impregnada en las paredes.
Él deja su saco en un perchero antes de dejarse caer en el sofá.
Lizzie sabe que debería decirle las palabras que tiene atoradas en la garganta hace tantos días, pero esta noche él parece tan extrañamente relajado que casi es íntimo, y sabe que esas palabras lo van a alejar definitivamente.
- ¿Quieres que pidamos algo de comer? – Pregunta él casualmente
- ¿Uhmm?
- Mientras la tormenta pasa – Aclara él – Podemos pedir algo de ese restaurante que queda aquí al lado
Ella pasea por la oficina distraídamente.
Siente la mirada sobre él a sus espaldas, y sabe que algo ha cambiado.
Está decidida a no hacerse ninguna ilusión, porque es una mujer con los pies bien puestos en la tierra, y entiende que la posibilidad de que él corresponda sus sentimientos es muy escasa, no solo porque no es el tipo de mujer que prefiere, sino porque cerró su corazón a cal y a canto luego de lo de Juliana, y es claro que no está dispuesto a dejarla entrar.
Pero tampoco es tan distraída como para no notar que ese beso cambió algo, y aunque los sentimientos de él están escondidos bajo las capas de hielo en las que los puso, su cuerpo obviamente no está de acuerdo con esa opinión, y ahora siente curiosidad por ella.
Lizzie nunca se imaginó que el hombre más inteligente que ha conocido en su vida terminaría cayendo simplemente por una blusa sin espalda.
Y eso es lo que le da la idea.
Se vuelve de golpe y lo encuentra mirándola, y se deleita un poco en esa forma de él suya tan frontal, porque ni por un momento finge que no la estaba calibrando descaradamente, y Lizzie no puede evitar sentirse un poco cálida por ser admirada de esta manera por este hombre que hace que su corazón se acelere.
- ¿Podemos retomar el plan de ir a tu casa y tal vez pedir algo de comer allá mientras la tormenta pasa?
- Pero no te gusta estar en la lluvia – Observa él, y ella se pregunta quién le dijo
Sabe que su asunto familiar es bastante de dominio público, pero ellos nunca han hablado de eso antes.
- Está bien, si me hablas de algo interesante, me distraeré lo suficiente, y vives muy cerca
- ¿Estás segura?
- Si. Ya que de repente estás siendo sociable esta noche, me gustaría contarte algo, y no quiero hacerlo en la oficina
- ¿Pero qué dices, Lizzie? Soy un tipo super sociable – Reniega
- Salir con modelos a las que ni siquiera escuchas cuando te hablas y solo les compras la cena como un paso para llevarlas a tu cama no cuenta como socializar – Le advierte ella
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En un solo día » Historias cortas (Morat)
FanfictionEn una sala de espera.... En un tren.... En esa espera eterna en un aeropuerto... Siempre hay lugar para una historia corta que traiga una sonrisa. Porque no existen las historias pequeñas.