𝓟𝓻𝓲𝓷𝓬𝓮𝓼𝓪 ❦

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Louis apretó el puño, los bordes romos de sus uñas se clavaron en la carne de su palma, los ojos alerta de su omega tropezando a su lado, sin importarle la comunidad que esperaba su llegada fuera de los altos muros del palacio.

"Quédate quieto", escupió Louis, apretando con fuerza la cintura de su esposa. El omega no prestó atención a la rigidez en su tono, soltando una risita de borracho mientras tropezaba por enésima vez. "Harry, esto no es una farsa de niños."

"Me temo que fuiste tú quien no entendió eso, querido esposo".

"Simplemente," Louis respiró, incapaz de controlar su ira. "Quédate en silencio. Me dirigiré a la ciudad mientras tú te quedas quieto. ¿Entiendes?"

"No."

A Louis se le había ocurrido que aunque su amor por Harry superaba toda la existencia del mundo, su paciencia parecía más un enemigo que una hermana en relación con ese amor. Su paciencia era escasa, en contraste con su amor profundo y denso, y su paciencia era la de un zorro que no conocía la suavidad cuando se trataba de pasar vergüenza frente a lo que sería su gente dentro de unos meses.

Louis aprendió que la paciencia era parecida al fuego: incontrolable.

"Por el amor de Dios, omega, no tengo un momento que perder con tu inmadurez. Todo lo que te pido, todo lo que pide la corona, es que guardes silencio y me permitas dirigirme a estas malditas personas que están esperando a sus futuros malditos monarcas." Su piel ardía de rabia mientras agarraba la carne de los brazos de Harry, la seda de las mangas era suave en contradicción con su áspero agarre. "Sonríe cuando sea necesario y no pronuncies una sola palabra."

"Usted no me asusta." Harry respondió con una mueca de desprecio, su mirada dura mientras desafiaba a Louis. El rugido de la multitud fuera de la escena.

"Amado mío", Louis se rió entre dientes mientras miraba el cielo despejado, el sol brillando sobre la capital costera. Cuando se giró, Harry le había ahorrado su escrutinio. "Tú no me conoces."

"Creo que lo hago." Louis sostuvo su mirada mientras el omega se acercaba a él por un paso, su aliento rancio chocaba contra el de Louis. Sus ojos de malaquita eran fascinantes. "No eres más que un imbécil intrigante".

"Nómbrame lo que creas que me va mejor, pero ninguna de tus crudas palabras refutará el hecho de que soy tu esposo, el futuro Rey, y tú, mi precioso, serás la Reina que se sentará a mi lado".

"Aún no eres el Rey, no permitas que el poder nuble tu mente, querido."

"Mi príncipe, se espera profundamente su llegada." Louis resopló cuando el guardia los interrumpió. Era consciente de lo tonto que debía parecer; dos recién casados ​​peleando como jóvenes.

"¿Vamos, amado mío?" Louis no esperaba una respuesta y sabía que Harry estaba consciente de ello. Sostuvo el brazo del omega, agarrándolo como si fuera un guardia a un prisionero, empujándolo escaleras arriba y hacia la vista de un océano de gente, gritando vítores y felicitaciones.

Sintió al omega perforar su piel con sus uñas, una protesta de algún tipo incluso en la más mínima forma.

Louis lo amaba por esa fiereza.

"Están reunidos aquí para presenciar el primer vistazo de dos almas unidas". El jefe de la guardia real habló con una voz que rugió a través de las torres incluso cerca de la puerta de la ciudad, con la cabeza en alto y la armadura brillando contra el calor del sol. Louis sostuvo a Harry con firmeza, un duro recordatorio para que reprimiera su lengua y sus acciones.

La multitud estalló en vítores cuando Louis saludó con la mano izquierda, mirando hacia la multitud. El jefe de la guardia continuó, "su alteza real, el príncipe Louis William Tomlinson, el heredero nombrado al trono y a los Cuatro Reinos, y el duque de Dirthfall. A su lado, su esposa, la princesa Harold Edward, hijo de Lord Samuel Jeremy Styles, y la duquesa de Dirthfall. Que su reinado sea tan fructífero como el del rey, su majestad Alfred. Larga vida al rey".

Malachite ꕥ TraducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora