Quinto acto: amar lo desconocido.

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Law odia a su vecino, es ruidoso, molesto y desagradable. El problema es que tiene que empezar a socializar con él, pero no de la manera que esperaba. 




Abrió los ojos de golpe y se sentó en la cama, confundido, nervioso, por una probable pesadilla, pensó adormilado. Una pesadilla, una real, los golpes que venían de la casa del lado. Ah, cierto, su revoltoso vecino recordándole de mala gana que tenía que levantarse.

Hubo otro golpe, más pisadas, murmullos inexplicables. Law se talló los ojos y se levantó. Vivía en un pequeño edificio, con apartamentos de una habitación, un baño, la cocina junto a la sala de estar. Había paredes tan delgadas, que podía enterarse de las nimiedades del vecino, y una ventilación y calefacción excelente, con buena vista del centro. Casi todos los días era la misma rutina, con la excepción de los fines de semana en los que todo era paz y tranquilidad; siempre había ruido, balbuceos y demás.

Se fue al baño, hizo pis, se cepilló los dientes, mientras se miraba en el espejo con las ojeras al tope, el ruido se detuvo por un rato.

Momento que aprovechaba para empezar a preparar el café, en medio de ello, escuchó una risa estridente y una voz poco distinguible. En su cocina los ruidos eran más notorios. Se pasó una mano por el pelo y contó hasta diez, cielo santo, se conocía tan bien la rutina de su vecino que ya sabía a qué hora salía.

Ese día no fue la excepción, al terminar el conteo, una puerta se abrió y se cerró y todo quedó en silencio. Podría volver a dormir, claro, su turno en el hospital no empezaba hasta dentro de cuatro horas, pero estaba un poco traumatizado.

Todos los días, desde hace aproximadamente tres meses, su vida en este agradable apartamento, barato, con vistas a un parque, vecinos razonables, se volvió una pesadilla. Si no eran ruidos en la mañana, era alguna fiesta en la noche, o visitas, porque era difícil ignorar las distintas personalidades que iban allí, dos veces en todo el tiempo que llevaba allí, había escuchado gemidos, fue su peor momento si se lo preguntaban, acababa de llegar del trabajo y estaba yéndose a la cama cuando... No, no quería acordarse.

Había solo una cosa cierta: odiaba a su vecino.

Ya había puesto quejas al administrador del edificio, pero solo tenía dos opciones: soportar o cambiar de apartamento, en esa última parte también había dos opciones: irse o esperar que otro apartamento estuviera libre, y se preguntaba por qué tenía que irse él, cuando era el mejor vecino que alguien pudiera desear.

Law bostezó, terminando su café y, decidiendo al final, salir de compras. Ya que no podía dormir, podía hacer algo útil. Se cambió de ropa y tomó una bolsa de compras, para luego salir, al dar un paso fuera, notó que había algo frente a la puerta de su vecino, parecía ser un llavero o un collar, no lo pudo distinguir bien hasta que lo tomó en manos y se alargó hasta que pudo hacer una buena deducción. El dije que tenía era de una llama de fuego.

En todo el recorrido por el supermercado de la zona, se quedó pensando qué hacer con el collar; tirarlo a la basura sería tan fácil, en especial por todo el resentimiento que había guardado por su vecino, sin embargo, él era un omega muy maduro y no creía en la venganza solo por un vecino ruidoso, además, ¿qué culpa tenía la llamita?

Guardó el collar en su bolsillo mientras terminaba de hacer las compras y durante toda la mañana meditó sobre qué hacer o qué no. Al final, en la comodidad del sofá, tomó una libreta, un lápiz y una bolsita sencilla para el collar, y escribió una notita: "La próxima vez sé más cuidadoso, atentamente tu vecino."

Abrió la puerta del apartamento y sin que nadie lo viera, colocó en el pomo de la puerta la bolsita. Se sintió un poco nervioso, con la adrenalina al límite, pero allí, inició el primer contacto directo con su desconocido vecino alfa.

Instintos (LuLaw)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora