Capítulo 5

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–Me llamo Evan –dice el desconocido cuando salimos del bus.

–Yo Cris –me presento.

–Hola, Cris. ¿Qué ha pasado ahí dentro?

Miro la dirección que apunta su dedo, que es al autobús alejándose.

–Oh, nada. Es que he visto a un hombre robar a una persona mayor y creí que...

–¿Qué?

–Pues no lo sé. Que podría ayudar, supongo.

–¿Supones?

¿Por qué repite todo lo que digo?

Le miro a la cara, porque hasta ahora la había mantenido en el precioso suelo blanco y rojo con espirales por vergüenza.

–¿Siempre eres así de preguntón?

–No. –responde– Solo soy una persona ayudando a otra.

–¿Preguntando y reprochando lo que he hecho mal? –pregunto con ironía– ¡Qué majo eres!

Y me doy la vuelta para irme, pero él avanza antes que yo y se pone delante de mi, impidiendo que pase.

–Vale, lo siento. No quería sonar así. Solo quería que te dieras cuenta de tu error. –se disculpa.

–¿De cuál? ¿Del de ayudar a un abuelito? Vaya delito. Si quieres ve a la policía y se lo cuentas, veremos que te dicen.

E intento pasar por un lado, pero el muy capullo se pone delante nuevamente.

–Está bien, disculpa. Pero no hace falta ponerse así. Imagínate qué hubiera pasado si yo no intervengo.

Odio admitir que en parte tiene razón y por eso acepto sus disculpas.

–Lo pensé, pero en la balanza que me pongo cuando tengo que tomar una decisión me pesaba más ayudar al viejito.

–¿Ves? Ya lo has admitido. Necesitas la ayuda de un hombre para enfrentarte a otro hombre. Pero lo has intentado y eso está bien porque demuestra que tienes buen corazón. Aunque la próxima vez piensa antes de hacer.

¿Ayuda de un hombre para enfrentarme a otro hombre? No soy tan débil. ¡Machista!

Y ¿pensar antes de hacer? ¿Se cree que no lo hice?

Además, ¿se piensa ahora que es mi psicólogo? Pues permíteme decir que es penoso.

No pienso hablar más con este sujeto.

¿Sabéis la finta que se hace en baloncesto? Esa en la que finges que vas a pasar por un lado, pero al final pasas por el otro. Pues eso hice, pero no funcionó.

–¿Qué he dicho ahora? –dice con una voz suave.

¡Suave, mis narices! A mi no me va a seducir o lo que sea que esté intentando.

–A ver, repítete lo que has dicho dentro de tu cabeza y cuando te des cuenta de lo que me ha ofendido vienes y hablamos.

Y vuelvo a intentar la finta. Fallo de nuevo.

Le miro fijamente, espero que mi super mirada penetrante le dé miedo.

De acuerdo no lo creo, pero por intentar no pasa nada ¿no?

Puedo ver en sus ojos que está repasando mentalmente lo que ha dicho y soy testigo del cambio en su expresión. Ahora tiene los ojos muy abiertos y llenos de arrepentimiento.

Te elijo a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora