Aquel ser que era conocido como él mismísimo rey de las maldiciones Ryomen Sukuna, aquel ser que solo podía encontrar diversión en las matanzas y destrucción.
pero incluso una maldición de clase especial como él tuvo que tener un pasado; un pasado...
Muchos pero muchos años después, en los tiempos de un Japón actual.
Los chicos del Jujusu se encontraban en el interior de aquel extraño templo. Después de que Satoru Gojo hubiera logra ingresar al lugar, condujo a sus estudiantes por aquellas puertas de bronce, bajando por una oscura escalera que probablemente conducía al sótano del lugar.
Entre más bajaban más fuerte se podía sentir aquella concentración de energía maldita, esto sin dudas hizo que a los tres más jóvenes le entrarán escalofríos por aquella acumulación de maldición, pero sobre todo a cierto pelirrosa.
Hey...¿Te encuentras bien Itadori?— pregunto Fushiguro al ver cómo su compañero se estaba quedando atrás, desde hace varios minutos que estaban bajando esas escaleras y aún no parecía que estuvieran por llegar.
Si... estoy bien...—decia Itadori hasta que nuevamente sintió un agudo dolor en la cabeza, esto lo obligó a recostarse contra la pared mientras sujetaba su cabeza con ambas manos— ¿Pero que pasa...?— murmuraba en lo que su vista empezaba a nublarse, lo cual le hizo cerrar los ojos.
En ese momento repentinamente la vista de Itadori se puso completamente en blanco para luego al abrir sus ojos mostrar lo que fue un destello de un recuerdo, era un atardecer y estaba bajo un gran árbol de cerezo.
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¿Que es eso? Yo nunca he estado ahí— murmuraba Yuji al ver ese escenario, todo era tan diferente pero al mismo tiempo...tan tranquilo— pero... siento que ya he visto este lugar...
Otra vez se interrumpió cuando sintió otro agudo dolor de cabeza haciéndole cerrar sus ojos con fuerza.
¿Que... quien es?—dijo al tener el fugaz en dónde a su mente vino la imagen de una mujer, era la misma que últimamente aparecía en sus sueños.
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Esa...esa es...— decía un muy confundido Itadori hasta que una voz lo desconcertó.
Regresando su atención todavía estaba en aquel paisaje del bosque llenó de cerezos, todo parecía tan nítido que juraría que hasta podía tocar los árboles...
