El Mundial

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Vannesa

— Ya estás lista — me dijo la señora que estaba detrás de mí —. Mírate.

Levanté la cabeza y me observé en el espejo. Una chica muy guapa me miraba. Ahora, con el nuevo corte de cabello, lucía completamente diferente. El cabello negro que antes caía sobre sus hombros ahora llegaba hasta la mitad de su espalda, con un flequillo cubriendo su frente. Su mirada había adquirido un encanto mágico.

— ¿Esa soy yo? —pregunté, incrédula.

La señora rubia sonrió y levantó las tijeras.

— Nada como un buen corte de pelo para volverse irreconocible — sus ojos brillaron al mirarme a través del espejo.

— Nunca dejas de sorprenderme, Lucy — de repente, mi tío se unió a nuestra conversación. Al verlo, me levanté del asiento y me sacudí algunos pelos que quedaban en mi ropa —. Estás preciosa.

— Gracias, tío — me sonrojé un poco al ser el centro de atención de casi todas las empleadas del lugar.

— Todos ustedes son hermosos — añadió Lucy, guardando sus herramientas en un cajón. Mi tío se acercó a ella y le entregó una generosa cantidad de dinero.

— Gracias, de verdad — él le regaló una cálida sonrisa a la mujer.

— Siempre es un placer ayudarlos a brillar — declaró Lucy, guardando el dinero —. ¿Se van después de esto al Mundial?

— Tenemos que regresar por algunas cosas a la mansión — aclaró mi tío mientras se acercaba a mí —. Tan pronto como salgamos de ahí, nos dirigiremos al Mundial.

— Supongo que es tu primer Mundial, ¿verdad? — Lucy me miró fijamente.

Asentí con la cabeza.

— Solo he ido una vez, es espectacular — me alentó con una sonrisa —. ¡No te arrepentirás!

— Estoy seguro de que te divertirás allí — comentó mi tío —. Pero bueno, debemos irnos. Fue un placer volver a verte, Lucy. Gracias por todo — él me tomó por los hombros y empezamos a caminar hacia la salida.

— ¡Que se diviertan! — la escuché decir antes de salir del lugar.

A las afueras del salón de belleza nos esperaba la limusina de mi tío. Los hombres vestidos de negro abrieron la puerta para nosotros. Como era de costumbre, esperaron hasta que estemos dentro del vehículo para cerrar las puertas y dar macha hasta la mansión.

Vamos a recapitular para que me entiendan.

Mi estancia en la mansión Morgan no fue en absoluto sencilla. Mi abuela me despreciaba abiertamente, sin molestarse en ocultarlo. No pasaba un día sin que me recordara que jamás debería haber nacido. No compartíamos cenas juntas; los primeros días, ni siquiera me permitía sentarme a la mesa. Prefería comer sola en mi habitación. En ocasiones, me encerraba allí sin probar bocado, pero, para mi suerte y su desgracia, mi tío llegaba para rescatarme, aunque no siempre.

En cuanto a mi abuelo, era algo más benevolente. En una noche en la que me desperté por una pesadilla sobre mi padre, mi abuelo escuchó mis sollozos. Se quedó en mi habitación acompañándome, y no pude evitar preguntar con recelo:

— ¿No me odias? —pregunté abrazándome a mí misma, mientras una lágrima resbalaba por mi mejilla.

Mi abuelo guardó silencio durante unos instantes, sentado en la esquina de la cama, dándome algo de espacio personal.

— Si te soy sincero, me decepciona que mi única hija se haya enredado con un mestizo, pero desconozco las razones por las que lo hizo.

— ¿Única hija? —pregunté alzando la cabeza para mirarlo.

Todo por ti  (Draco Malfoy y tú)Where stories live. Discover now