Cellbit abrió la puerta de la nevera con un movimiento rápido de muñeca.
—¿Refresco o agua?
Cogió la lata directamente, pues ya sabía la respuesta.
—Refresco —respondió distraído.
Abrió la lata y se la dio antes de agarrar otra para él y beberse la mitad de un trago. No era de extrañar que Roier tuviera tanta sed. Él no había estado ni la mitad de tiempo que Roier en el baño lleno de vapor y ya estaba deshidratado.
Se llevó la lata a los labios y bebió con la mirada fija en el pasillo abovedado que llevaba al comedor.
Cellbit se había olvidado por completo de los recados que había estado haciendo.
—¡Feliz día de San Valentín!
Se acabó el refresco de un trago y tiró la lata vacía a la basura. Lo siguió al comedor con el ceño fruncido. Roier no había pronunciado palabra. Quizá
Tina y Feels no habían acertado con los consejos. ¿Le gustaría algo de lo que le había traído?
Había tratado de ordenar bien las cosas: las flores sobre la mesa, los caramelos en las sillas, las joyas y el perfume en el suelo. Vale, había una mezcla de regalos y ositos de peluche desperdigados por el comedor, pero él lo había colocado todo lo mejor que había podido.
—¿No hay nada que te guste?
¡Maldita sea! Pensaba despedir a su ayudante y a su secretaria en cuanto los viera. Le habían dicho que esas eran las cosas que hacían sentir a las personas especiales y valoradas.
—Ay, Cellbit, pero ¿qué has hecho?
Roier acarició la superficie aterciopelada de una rosa roja, empujó con suavidad un globo con forma de corazón y se quedó mirando cómo se balanceaba en el aire.
—¡Voy a poner a esos dos de patitas en la calle!
¡Mierda! Lo único que quería era hacerlo feliz pero, en lugar de eso, parecía traumatizado. Sabía que tenía que haberle comprado más cosas, pero no cabía nada más ni en el Veyron ni en el Mercedes.
—¿A quién vas a despedir?
Se giró y lo miró atónito.
—A Tina y a Feels. Me dijeron que este tipo de regalos era el que hacía a las personas felices.
Maldita sea. No podía despedir a ninguno de los dos. Hacían su trabajo demasiado bien. En realidad era culpa de él, que no tenía ni puta idea de cómo mostrar su cariño a Roier. Daba igual; pensaba seguir intentándolo hasta lograrlo.
—Podemos ir de compras y así eliges algo que te guste —propuso con la esperanza de que le acompañara y le mostrara el tipo de cosas que a él le parecían románticas.
—¿Pediste consejo a Tina y a Feels?
—Sí.
—Cellbit, esto es una pasada. No sé qué decir —comentó con voz temblorosa mientras se agachaba para coger un osito de peluche marrón que sujetó con fuerza contra el pecho—. Creo que Tina y Feels te estaban dando ideas. No sugerían que lo compraras todo.
¡Ay, no! Parecía que se iba a echar a llorar. Esperaba que no lo hiciera.
—No sé cuál es tu flor favorita ni la clase de caramelos que te gusta. Tampoco sé tu color preferido. ¿Debería saberlo? ¿No debería saber las cosas que te gustan? —preguntó malhumorado.
Tiró el osito con delicadeza al suelo y se acercó a Cellbit.
—No hacía falta que hicieras todo esto. Es la primera vez que me regalan flores.
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"La Obsesión del Millonario" - // Guapoduo // +18
Lãng mạnMío esta Noche. Él atraviesa el peor momento de su vida. Él tiene una propuesta difícil de rechazar. Pero la pasión no estaba en el trato. El estudiante de enfermería y mesero Roier de Luque no pasa por su mejor momento. Su ya desesperada situación...