Roier se sobresaltó cuando Cellbit pulsó el botón de parada de emergencia. Se había dejado llevar por la pasión y su beso lo había dejado prácticamente en coma, totalmente ajeno al movimiento del ascensor. El chasquido de la mano al golpear el botón y el trompicón que había pegado el ascensor al detenerse con brusquedad lo habían despertado de aquella realidad alternativa. ¡Menudo chasco!
—¿Qué llevas debajo del vestido? —bramó Cellbit rozándole los labios con la boca mientras exploraba con los dedos la tela que le cubría el trasero.
—Pantis —respondió mordiéndose el labio inferior.
Buscó el dobladillo de la falda, se la levantó y dio media vuelta a Roier, que estaba tan atónito que se dejó hacer.
—¡Eso no es ropa interior! Vas enseñando el culo —susurró con voz grave mientras acariciaba las suaves nalgas al aire.
Se sonrojó pensando en el diminuta tanga negro que se había puesto. Casi toda la ropa interior que le había comprado el ayudante de Cellbit eran pícaros conjuntos de lencería.
—Lo has comprado tú. Varios conjuntos. Son todos de este estilo.
—No es que no me guste… — respondió arrastrando las palabras con un tono provocativo y deslizando los dedos bajo la fina tira.
—¿No habías dicho que te ibas a comportar? —le preguntó con la respiración entrecortada.
A medida que los dedos de Cellbit seguían deslizándose hacia abajo Roier iba perdiendo la capacidad de razonar.
—Era mentira. Te lo dije antes de notar la tanga que te habías puesto. Ahora necesito verte la puesta.
—Dios mío… —gimió Roier.
Cellbit volvió a darle media vuelta para tenerlo cara a cara y, tras desabrocharle la chaqueta con gran destreza, la tiró al suelo enmoquetado del ascensor.
—Cellbit, estamos en un ascensor. No podemos hacerlo aquí —repuso a medio caballo entre la mortificación y el deseo.
La cremallera cedió a sus manos aventureras y Roier sintió por la espina dorsal el suave roce de sus dedos, que bajaron la cremallera sin encontrar obstáculo alguno.
—Este ascensor es de uso exclusivo para el ático. No va a haber nadie esperando por él. —El vestido cayó hasta la cintura y Cellbit se quedó sin respiración—. Eres precioso.
Roier jadeó tembloroso mientras Cellbit le acariciaba la mejilla e iba bajando por el cuello hasta llegar a su pecho, en donde podía observar sus pezones erectos debajo sujetador de encaje. Sintió calor entre los muslos y empapó la ínfima prenda que le cubría el sexo.
Cellbit frotó con delicadeza la fina tela que le cubría los pezones mientras agachaba la cabeza para alcanzar con la boca la ardiente piel de sus pezones. Roier sentía el seductor roce de su barba mientras le lamía, le mordisqueaba y le chupaba los pezones. El placer fue aumentando hasta que él sintió que, si no lo penetraba, se volvería loco.
—Huelo tu deseo y se me hace agua la boca solo con pensarlo —susurró Cellbit levantando la cabeza.
Sus ojos azules reflejaban tal avidez que parecían haberse intesificado. Deslizó la mano por el vientre tembloroso hasta meterla por debajo del vestido, que permanecía estancado a la altura de las caderas. Roier gimió al sentir las yemas de sus dedos bajo la empapada tela del la tanga. En ese momento dejó de preocuparle el hecho de estar medio desnudo en un ascensor. Lo único que le importaba era estar con Cellbit.
Le empezaron a temblar las rodillas y colocó las manos sobre sus hombros para mantener el equilibrio. Estaba dispuesto a aceptar lo que fuera que le ofreciera. Cuando Cellbit desvió su fogosa mirada para comenzar a besar su terso vientre, Roier supo que lo que iba a ofrecerle era el cielo en bandeja de plata, y no pensaba rechazarlo.
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"La Obsesión del Millonario" - // Guapoduo // +18
RomanceMío esta Noche. Él atraviesa el peor momento de su vida. Él tiene una propuesta difícil de rechazar. Pero la pasión no estaba en el trato. El estudiante de enfermería y mesero Roier de Luque no pasa por su mejor momento. Su ya desesperada situación...