Capítulo 10

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¿Todo bien?

Roier sonrió al leer el mensaje de Cellbit. Se dirigía a QSMP Place en coche con Pol, que conducía muy serio. Llevaba varios días sin hablar con la Sta. Lange y habían quedado para tomar un café. Como su amigo no soportaba alejarse del restaurante, Roier solí pasarse un rato después de clase, cuando había menos gente.

Contestó con otro mensaje: Sí, papi. Todo va bien.

Era viernes, casi había pasado una semana desde el incidente de la clínica. Cellbit le escribía a diario —varias veces, de hecho— para asegurarse de que todo iba bien. Aunque le vacilara diciéndole que parecía un padre superprotector, en el fondo le conmovía que se preocupara por su seguridad.

No habían tenido contacto físico desde la noche del incidente de la clínica. Bromeaban y charlaban, pero no follaban. Era como si a los dos les diera miedo que lo que había ocurrido no se pudiera repetir. O quizá temían lo que pudiera pasar. Roier sin duda lo sentía así, pues jamás había vivido una experiencia tan intensa.

Volvió a sonarle el teléfono.

Ten cuidado. Avísame cuando t marches. Ya estás allí?

Le respondió: Llegando. A sus órdenes, señor.

Cuando el coche se detuvo delante del restaurante de Sta. Lange, el móvil volvió a sonar.

Que más quisiera yo, pero tú solo estás a mis órdenes en mis sueños.

Le entró la risa porque prácticamente podía oír a Cellbit pronunciando esas palabras de mal humor. Se metió el teléfono en el bolsillo del pantalón y, antes de abrir la puerta, sonrió al amable conductor:

—Gracias, Pol. Te veo en un ratito.

Él le devolvió una sonrisa de oreja a oreja.

—Disfrute del café, señorito Roier. Lo estaré esperando aquí mismo. Dé saludos a la Sta. Lange de mi parte.

Pol llevaba muchos años trabajando para la familia y conocía a todo el mundo.

—Lo haré.

Salió del vehículo y saludó a Pol con la mano antes de abrir la puerta del restaurante.

En QSMP Place había clientes a todas horas. El sitio era conocido en la zona por ofrecer comida excelente a precios razonables. Roier avanzó hasta una mesa que había en una esquina y, cuando estaba a punto de sentarse, la Sta. Lange salió a toda prisa por la puerta de atrás con una amplia sonrisa y los brazos abiertos de par en par.

Roier la abrazó con fuerza y respiró hondo para inhalar el agradable aroma a vainilla que siempre parecía irradiar la mujer.

La Sta. Lange se apartó para coger a Roier por los hombros.

—¿Qué tal te está tratando mi hijo? Tienes buen aspecto. Se te ve descansado.

—Espera, voy a servirnos un café.

Roier se metió a la barra para llenar dos tazas de café humeante. Al volver a la mesa cogió una jarrita de leche.

—Estoy bien. Las clases van estupendamente, pero se acerca la hora de la verdad.

Dejó una taza delante de la Sta. Lange antes de sentarse enfrente de él.

—No hace falta que sirvas el café, cielito. Ya no trabajas aquí.

La Sta. Lange le dedicó una sonrisa tan parecida a la de Cellbit que, por un momento, a Roier se le fue el santo al cielo: se apoyó en el respaldo y analizó el rostro de su amiga en busca de otras similitudes con su hijo. No había muchas. Después de haber visto cientos de fotos de los hermanos con su madre Roier había llegado a la conclusión de que Cellbit debía de parecerse a su padre aunque no había visto ninguna foto de él. La Sta. Lange y Forever se parecían mucho: los dos tenían el pelo rubio y ondulado, y los ojos verdes.

"La Obsesión del Millonario" - // Guapoduo // +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora