"BÚSCAME EN EL ATARDECER MÁS HERMOSO"
CAPÍTULO 4
MARCELO- Cásate conmigo, Julia.
"Wildest Dreams" seguía sonando. Esto no podía estar pasando, porque era demasiado bello para ser verdad.
JULIA- Pero...
MARCELO- Pero nada, no arruines este momento tan mágico. Por favor.
JULIA- Marcelo no me conoces, ¿no te da miedo?
Marcelo comenzó a reír, estábamos parados en medio de la pista, mientras los demás seguían danzando.
MARCELO- Julia, claro que te conozco. Eres la chica más hermosa del mundo, la soñadora, la que ama el sushi y las películas de amor. La sensible, la apasionada. Mi Julia.
Mis ojos estaban aguados de emoción, cada palabra suya tocaba mi corazón.
MARCELO- Julia, tú eres mi todo. Mi complemento. Por favor, vamos a hacerlo.
Estaba temblando de emoción. Sus palabras me habían desarmado, y aunque me moría de miedo hacia el futuro...
JULIA- Tienes razón. Tú también eres mi todo. Tú y yo somos todo.
Me llené de alegría y grité:
JULIA- ¡Sí, sí! ¡Sí me quiero casar contigo!
Marcelo me cargó y dimos vueltas de felicidad mientras todos nos miraban extrañados.
MARCELO- ¡Vámonos de aquí!
JULIA- Pero es tu celebración.
MARCELO- No me importa. Quiero celebrar que nos vamos a casar.
Me tomó de la mano y salimos corriendo entre risas y complicidad.
El mejor día de mi vida, el más inesperado, el más emocionante. Jamás iba a volver a vivir ese sueño tan perfecto. Lo que sentía por Marcelo era tan profundo y tan sincero, que juraba que no quería nada ni a nadie más que a él. ¿Alguna vez te perdiste en alguien?
Y así fue como nos convertimos en uno mismo. Ahora, Marcelo y yo éramos todo.
Después vino la boda. Y aunque todos esperaban una boda de mil personas, fue todo lo contrario. Como invitados tuvimos a nuestras familias y amigos cercanos, y con eso bastó para que fuera una noche mágica.
El tiempo pasó y terminé la carrera de Fotografía, ahora era una profesional lista para emprender, pero no hizo falta porque Marcelo me contrató de inmediato. Me convertí en su asistente personal y eso me daba la oportunidad de viajar con él a todos lados y vivir nuestro feliz matrimonio. Mi vida había cambiado por completo, de ser una estudiante de fotografía, había pasado a ser la esposa y asistente del señor Marcelo Moretti. Lo tenía todo: trabajo, belleza, dinero, viajes, lujos... todo. Y por supuesto, al hombre más guapo e interesante del mundo.
Me convertí en una especie de figura pública y la gente me seguía porque en mis redes sociales siempre aparecía con Marcelo y mostraba la vida que me daba.
Éramos una de las parejas más queridas y nuestro matrimonio era perfecto, yo le daba fuerza en sus peores momentos y él me había enseñado un mundo nuevo, además de que me hacía salir de mi zona de confort.
Marcelo abrió un estudio nuevo, en el que tomaba fotos para las revistas más exclusivas. No me gustaba mucho porque la mayoría de las veces fotografiaba a las modelos más bonitas, pero yo era su asistente, así que, tenía la ventaja de estar con él la mayor parte del tiempo.
Un día, terminamos una sesión de fotos con la modelo más famosa del momento, y aunque mi autoestima era muy buena, me dieron un poco de celos
MARCELO- ¿Qué tienes? ¿Por qué estás seria?
JULIA- Nada, no tengo nada.
Me conocía muy bien, así que se acercó a mí por detrás y me abrazó.
MARCELO- ¿Sabes por qué me casé contigo?
JULIA- No, no sé.
MARCELO- Porque eres la mujer más hermosa por dentro y por fuera. La más dulce y también las más sexi.
Siempre lograba sonrojarme y sacarme una sonrisa, y esta vez no fue la excepción. Me dio un beso en el cuello y... terminamos haciendo el amor en el piso. La vida con él era muy apasionada y divertida.
Seguíamos en el piso, desnudos, cuando se puso serio.
MARCELO- Te amo, Julia. Y no existe mujer que pueda estar por encima de ti. Quiero que lo tengas claro.
JULIA- Te amo tanto.
Marcelo estiró el brazo y tomó su cámara, la cual también estaba en el suelo. Me causó gracia y...
JULIA- ¿Qué haces?
MARCELO- Te quiero tomar una foto.
JULIA- ¿A mí? ¿Por qué? No me veo bien.
MARCELO- Porque te vez hermosa así, cuando estás feliz. Amo tu piel blanca como la leche, tu cabello lacio y castaño. Tus ojos grandes como estrellas y esa nariz chata a la que me encanta darle besos. Y esos labios color fresa, son mi perdición.
Entonces, tomó fotos de mi cara sonrojada y mi cabello alborotado. Y mientras lo hacía, podía ver su cara feliz, estaba siendo él, el fotógrafo, el fotógrafo enamorado.
De pronto, tomó la pequeña sabana con la que cubría mi cuerpo desnudo y, delicadamente, dijo:
MARCELO- ¿Puedo?
Entendí que quería tomar una foto completa de mí, así, desnuda. No estaba muy segura de hacerlo.
JULIA- No, qué pena.
MARCELO- Es sólo para mí. Tú sabes que eres mi mayor inspiración.
Entonces, me relajé y accedí. No me sentía muy cómoda, pero era mi esposo y... sólo eran para él.
En un abrir y cerrar de ojos, habían pasado dos años más. Y aunque todo era perfecto en nuestra vida, sentí que algo me faltaba. Marcelo seguía siendo el marido perfecto y en su carrera no dejaba de avanzar y de coleccionar logros. En cambio, yo, no pasaba de ser la asistente y aunque me divertía y me gustaba mi trabajo, también deseaba tener éxito como fotógrafa.
Un día, recibí una llamada desde México, mi papá había sufrido un accidente y tuve que viajar de emergencia. Marcelo estaba haciendo un trabajo muy importante y, por lo tanto, no pudo viajar conmigo.
Cuando llegué al hospital, habían operado de emergencia a mi papá y ya se encontraba fuera de peligro, así que decidí quedarme quince días más para disfrutar a toda la familia. Tenía casi cinco años sin regresar a México, y cuando entré a mi recamara, no podía creer todo lo que tenía, o más bien, lo que había sido. Era una recamara con paredes blancas, mi cama estaba cubierta por el mismo edredón rosa y los miles de cojines de colores. Y una de las paredes, estaban llena de fotografía de todos los atardeceres que había capturado con mi primera cámara. Y hasta arriba decía: "Cazadora de atardeceres"
Sentí una nostalgia tremenda y caminé por ahí viendo cada detalle de ese cuarto que ahora parecía ajeno. ¿En qué momento había cambiado tanto?
Antes había sido una chica soñadora, con metas grandes y ganas de comerse al mundo. Y ahora, no tenía una mala vida, al contrario, pero...no estaba cumpliendo mi sueño principal, no estaba tomando fotos.
Me sentí mal por estar sintiendo todo eso y pensé que se trataba de la crisis de los treinta, pues estaba a nada de cumplirlos.
Saqué las cajas que tenía llenas de recuerdos y en una de ellas, la número uno, me encontré con todos mis recuerdos de cuando era niña y por lo tanto, con una historia que tenía olvidada.
Mi padre y su familia eran de una isla en el caribe llamada Isla Mujeres. Una isla hermosa y pequeña, pero con todo lo necesario para vivir. Él y todos sus hermanos habían crecido ahí, con su madre, mi abuela Paula, quien había criado a sus tres hijos como madre soltera.
Cuando mi padre creció, se fue a estudiar fuera de la Isla y estando rodeado de gente nueva, quiso mudarse a la ciudad. Después conoció a mi mamá y formaron nuestra familia.
Cada vez que teníamos vacaciones íbamos a visitar a la abuela y, a decir verdad, de ahí eran los recuerdos más divertidos de mi niñez. El tiempo pasó y mi papá se convirtió en un hombre de negocios, además de que mi abuela se volvió a casar y mi papá se enojó tanto que no quiso regresar nunca más. Y es por eso que llevaba tantos años sin ver a mi abuela.
Saqué todas las fotos de esos momentos, de la playa de Isla Mujeres con mis amigos de aquel momento y parecía muy feliz. Entonces, me encontré con una carta que también se veía bastante vieja. Y cuando la abrí decía lo siguiente:
Querida Juli! Tu papá es un necio y egoísta. No quiere venir a verme nunca más porque me he casado. Pero ¿Qué tiene de malo? Tu abuelo nos abandonó cuando él era muy pequeño y tengo derecho a rehacer mi vida.
Quiero decirte que tú siempre serás mi niña, mi Juli, y aunque tu papá no te traiga, un día vas a crecer y podrás venir por ti misma.
Siempre que me necesites, aquí estaré.
Tu abuela que te ama. Pau.
Terminé de leer la carta y reí a carcajadas. Mi abuela siempre había sido así, simple y directa. Tenía ganas de verla y era momento de planear un viaje para presentarle a Marcelo.
Mi tiempo en México terminó, mi padre se encontraba bien y el haber estado en casa me había llenado de ánimos. También había visto a mis amigas de la preparatoria y ahora entendía que, efectivamente, estaba pasando por la crisis de los treinta. Me di cuenta de que tal vez no tenía la carrera de fotógrafa que quería, pero sí podía cumplir mi otro sueño: Ser madre y tener una hermosa familia.
Marcelo y yo no habíamos tocado mucho el tema de los hijos, al principio, sólo quedamos en que con el tiempo decidiríamos cuándo sería el momento correcto. Pero ¡ya era! El reloj biológico seguía corriendo y yo ya estaba lista para ser madre. Me había dado cuenta de que eso era lo que me faltaba, dar el siguiente paso para tener esa familia hermosa y estaba decidida a hablar con Marcelo.
Durante todo el vuelo de regreso a Nueva York, fui pensando la manera de planteárselo, no quería sonar desesperada o en crisis. Y después de darle mil vueltas al asunto, ya sabía qué hacer.
Mi vuelo llegaba a las seis de la tarde, así que, de ahí mismo me iría al estudio y hablaría con él. Mi plan era decirle:
MARCELO- ¡Te amo tanto! Tengamos un bebé, tengamos algo nuestro, un pedacito de nosotros.
Estaba tan entusiasmada, sentía que había encontrado la clave de la felicidad y me moría por vivir esa nueva etapa con él.
Llegué a Nueva York, le marqué por teléfono y no contestó.
¡Claro, hoy tenía una sesión de fotos! Debe estar terminando. Pensé.
No insistí más y tomé el taxi al estudio. Y cuando llegué, me puse nerviosa, estaba a punto de cambiar mi vida por completo, iba a dar un paso gigante.
Me bajé del taxi con mis cosas, entré al edificio, tomé el elevador y caminé por el pasillo para llegar al estudio.
¡Marcelo se va a morir cuando le cuente todo esto! Pensé.
Saqué las llaves para abrir la puerta y no escuché voces, por lo que supe que la sesión había terminado. Mejor aún, así podría hablar con él a solas.
Abrí la puerta con mucho entusiasmo, nerviosa. En el lugar no había nadie, entonces caminé unos metros más hasta el segundo cuarto en donde también se tomaban fotos.
Y mis ojos, los cuales estaban aguados de emoción, se quedaron inmóviles, al igual mi corazón, al encontrarme con la escena más dolora de mi vida. Marcelo estaba en el piso haciendo el amor con una mujer, quien le apretaba la espalda llena de deseo. Y yo, me morí en ese instante.
JULIA- ¡Marcelo!
PalomaDF
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"BÚSCAME EN EL ATARDECER MÁS HERMOSO"
Teen FictionDicen que el amor del bueno perdura a través del tiempo, pero qué tal a través de las vidas. Después de sufrir una decepción amorosa, Julia ha regresado su hogar, la bella isla de "Isla Mujeres" en donde se enfrentará a un duro futuro y también a u...