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 — ¿No te molesta que bese tu pezón? -lo miré, y el negó.

Sonreí, bese su pezón, y volví a tomar leche, pero no pasaron ni unos segundos cuando escuche un gemido nuevamente, lo mire y el cubrió su cara, lo cual me pareció muy tierno.

— N-no mmhg~ me mires~ -dijo un poco ¿Excitado? Me separé.

— No quiero ser grosero ni nada, pero ¿Estas gimiendo? -lo mire esperando una respuesta verbal, pero lo único que hizo fue asentir mientras se cubría el rostro- ¿E-enserio?

— Si~ -dijo en un susurro- No quiero que pienses que soy un cochino o algo por el estilo... la otra vez me pasó -lentamente quito sus manos de su pecho- bueno, yo sé que algunas, mujeres y hombres cuando tiene pechos por tener hijos, se vuelven sensibles en la zona del pecho, y cuando se estimula se puede llegar a tener placer, y eso es lo que pasa, cuando tú lo haces me da placer -dijo sonrojado- Dios esto es muy vergonzoso.

— Oh, no sabía eso, y tranquilo, puedo llegar a entender eso, me imagino que es un reflejo o estimulo, y tu cuerpo reacciona a el -lo mire- ¿Te quieres detener?

— Bueno, ya es tarde y tengo que ir a casa, si es lo mejor creo -me miró y asentí.

— Si, vamos ¿te ayudo? -San asintió.

Ayude a San a ponerse toda la ropa de la parte de arriba, luego él se pasó para el asiento del copiloto, me acomode un poco la ropa, y pude notar mi erección formándose, no debo, no es el momento adecuado, me pase para mi asiento, mire a San, el cual se arropaba con mi manta, arranque el auto, y comencé a conducir a su casa.

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Estacione el auto, baje de el para buscar un paraguas en la parte del maletero, abrí el paraguas, camine hasta la puerta del copiloto, le abrí la puerta a San cubriéndolo con el paraguas.

— Te mojaste, por mi culpa -dijo mientras caminábamos a la entrada de su casa.

— Bueno eso no me importa, ya que no quiero que te enfermes, eso es malo y más si tienes una bebé -dije llegando a la entrada de su casa, San abrió la puerta de su casa.

— Quiero que entres -me miró y yo negué- Vas a entrar y no me interesa lo que pienses, confió en ti y quiero que entres -dijo en un tono serio, lo cual me asusto.

— Esta bien, voy a apagar el motor del auto y regreso -San me miró arqueando una ceja

— No te creo, puedes huir -me reí por su comentario.

— Tienes mi manta favorita, no me voy a ir.

— Vale te espero, dejare la puerta abierta -asentí, me di la vuelta y comencé a caminar.

Bueno mentira no era, si hubiera intentado escapar, pero tiene mi manta, y esa me encanta, suspire, entré al auto y apague el motor, luego salí para volver a caminar, me pare en la entrada y con dudas dirigí mi mano a la perrilla de la puerta, San me había dado permiso para entrar en su lugar sagrado, lo cual para mí era un honor, inhale y exhale aire. Gire la perrilla y abrí la puerta, solté una gran bocanada de aire, levante mi vista y vi a San.

— ¿Fue tan difícil entrar? -asentí y él se rio- Exagerado.

— Para mí no lo es.

— Vale~ ven -comenzó a caminar y yo lo seguí.

— Bueno pon tu ropa en esta cesta, y aquí hay una muda de ropa para que te la pongas -me miró- Regreso en un rato por la ropa-San salió del cuarto cerrando la puerta.

A los minutos salí del cuarto, camino un poco por el pasillo, hasta llegar a la sala, en donde vi a San con una pijama de cuadros, de pantalón y mangas largas, con su bebé, el cual lo arrullaba cerca de su pecho.

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