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Ethan

Por lo general soy un hombre relajado. Intento ver el lado positivo de la vida siempre y, sinceramente, hay pocas cosas capaces de molestarme durante más de dos minutos. Así que es sorprendente que la actitud de Valentina me enfade. Y no es porque no quiera venir conmigo, es porque está mintiéndome otra vez y esta situación se está alargando en el tiempo mucho más de lo que debería.

Al principio, cuando me soltaba excusas poco creíbles yo solo sonreía y pensaba que era normal, que se había llevado un susto con lo de su padre. Fue muy duro para ella y necesitaba un tiempo. Pero está siendo demasiado. Ha pasado mucho tiempo y ella sigue como al principio. Se negó a ir a Los Ángeles durante los meses que Vic y Emily estuvieron embarazadas, así que solo vio a sus adoradas primas cuando parieron a los bebés, porque en ese momento la familia al completo se trasladó a Los Ángeles para conocerlos. Luego, como Emily, Vic y mis hermanos estaban de baja, se vinieron a España un tiempo, así que Valentina tuvo la excusa perfecta para no viajar. ¡Pero todo eso ya ha pasado! Los bebés tienen cuatro meses y ella... ella sigue empeñada en no moverse de aquí.

—¿Y bien? ¿Qué es eso tan importante que debemos hacer aquí? —pregunto.

—Bueno, ya sabes... tengo un trabajo. No puedo irme así como sí.

—Claro que puedes. La dueña es tu tía Julieta.

—Que sea mi tía no me da derecho a...

—Estoy segura de que, si le dijeras que vienes conmigo unos días de vacaciones, te haría la maleta ella misma.

No miento. Me estoy hospedando con ellos y, a mi llegada, cuando les conté que vengo dispuesto a distraer a Valentina y hacer que abandone esta actitud, me dijeron que estaban completamente de acuerdo. Todos en la familia están preocupados por ella. De hecho, según Julieta, Álex es el primero que está preocupado, aunque no lo hable con nadie. Este tema se ha convertido en una patata caliente que pasa de mano en mano. Todo el mundo sabe que esta situación está mal, pero nadie hace nada para remediarlo.

—En realidad creo que es una buena idea eso de marcharte unos días —dice Björn—. Nosotros podemos turnarnos para llevar la tienda por ti.

—¡Ahí lo tienes! —exclamo sonriendo—. ¿Ves? No hay ningún problema. Podemos irnos de vacaciones mañana mismo.

—No tengo dinero.

—Yo sí.

—¡No quiero que me pagues las vacaciones!

—Te haré un préstamo y me lo devolverás cuando puedas, entonces.

—¿Por qué? —Parece tan alterada que me quedo cohibido. Y eso en mí es algo muy raro. Mira a sus primos y en sus ojos se vislumbra tanta tristeza que me envaro de inmediato—. ¿Por qué parece que solo queréis libraros de mí?

Me quedo de piedra. Por lo general Valentina, Björn y Lars son un pack indivisible. Todo el mundo lo sabe. Entre ellos las discusiones son inusuales y, desde luego, nunca he visto a Val hablarles en un tono tan lastimero. Ni a ellos resoplar como si estuvieran a punto de perder la paciencia.

—Nadie quiere librarse de ti —le dice Lars—. Simplemente creemos que es bueno que te despejes.

—No quiero estar lejos de la familia, ni de vosotros.

La expresión de los hermanos se suaviza de inmediato. Es Björn el que se acerca y pasa un brazo por sus hombros.

—Nadie está diciéndote que te vayas un mes. Unos días, Val. Solo unos días para despejarte.

—No quiero irme a Estados Unidos. No quiero irme tan lejos y...

—Ibiza —digo de pronto, haciendo que los tres me miren—. Iremos a la casa de Ibiza. Ahora mismo no hay nadie, así que estaremos solos y tranquilos. Y si pasa algo, lo que sea, estaremos a un vuelo cortísimo y directo de distancia. —Ella me mira dubitativa y, como eso es más de lo que he logrado hasta ahora, cojo sus manos para intentar que centre su atención en mí—. Björn y Lars pueden venir, si quieren.

—La tienda y...

—Hablaremos con tu tía, estoy segura de que puedes coger vacaciones, Val. Tienes que tener días acumulados porque no has salido de aquí en... joder, ni siquiera sé en cuánto tiempo, pero mucho.

—Mi padre...

—Le preguntaremos qué le parece. ¿Vale? ¿Eso te dejaría más tranquila? —Su mirada es suficiente para saber la respuesta—. Bien, pues espero aquí a que cierres la tienda, vamos a tu casa y hablamos con él y con tu madre.

No responde y supongo que eso sirve, porque al menos no es una negativa. Eso sí, la situación se vuelve incómoda de narices porque ella vuelve tras el mostrador, no hay clientes y Björn, Lars y yo somos poco más que tres maniquíes intentando hacer pasar el tiempo más rápido y mirándonos con cara de circunstancias cada pocos minutos.

Val, mientras tanto, hace como si revisara el inventario una y otra vez hasta que llega la hora de cerrar para la comida y, por fin, coge las llaves para salir.

Llegamos a su casa en pocos minutos. Es lo que tiene que la tienda esté en Sin Mar. Abre la puerta y, nada más entrar, vemos a Álex dar un salto del sofá y esconder bajo el cojín lo que seguramente sea algo que le prohibieron después de su infarto. Yo lo veo, Björn lo ve, Lars lo ve y, desde luego, Valentina lo ve, porque sus hombros se envaran, su mirada se vuelve de acero y juraría que su pelo rubio reluce más que nunca. Joder, está guapísima.

 Sonrío pasándome la lengua por el labio superior y casi casi me froto las manos. Voy a disfrutar muchísimo de la escena que viene a continuación. 





Digamos que el resto y final de mi promesa... mañana 👸🏻❤️

El inicio de una historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora