05 de febrero de 2015

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Greenville, Carolina del Sur


"Ya se ha enojado de nuevo" Dijo Jesse para sí mismo mientras caminaba por la cocina mirando a su esposa acurrucar a su pequeña en la mecedora del porche. Habían tenido esta conversación mil veces, y esas mil veces discutieron como nunca.

Para Jesse todo estaba muy claro, y eso era lo que más le dolía, que de alguna manera la mujer que amaba no podía darse cuenta de ello. Se suponía que ambos amaban el anillo del rodeo, el juego, la euforia, la vida, pero a diferencia de él Annie logro encontrar un amor superior a ello dentro de su propia familia.

Y para amargura y decepción de sí misma a Jesse aun le faltaba camino para llegar ahí. Odiaba pensar que ella y sus hijos no eran un motivo suficiente para que el mirara a otro lugar que no fuera el ruedo.

El momento en el que ella descubrió aquella verdad que su marido oculto detalladamente de su persona sintió que todo su mundo se desmoronaba, y por más que intento no hacer de esto un caos, la verdad era que estaba desesperada.

-Mi hermosa princesa- dijo levantando a la bebé que parloteaba y estiraba las manos emocionada al verla entrar-eres la creación más hermosa del mundo mi niña- beso sus mejillas tan bonitas como las de su mujer con un amor genuino

-¿Te duele?- Annie se puso de pie poniendo su mano en lo alto de su espalda mirando como su marido luchaba por no doblarse ante su tacto.

-Tu marido está hecho de roca mi amor- le guiño el ojo, pero eso solo la hizo enfadar más aun

-Mentiroso- escucho el quebrar de su voz estirando los brazos para arrebatarle a la niña y entrar a casa.

Jesse la siguió sin decir nada, se recargo en la puerta de su habitación mientras ponía al bebé diligentemente en la cuna. Cuando se volvió a él su rostro estaba bañado en lágrimas, algo que no podía entender, esto no era común en ella, no, era su fan número uno, su mayor admiradora, así como él lo fue para ella.

-¿Qué sucede?- la tomo por los codos y ahora estaba tan desconsolada que no hizo más que llorar como una niña aferrándose a su esposo- Fue una caída, una como miles, lo sabes, no es algo que nos llene de miedo, tenemos pacto con la muerte, lo sabes-

-No es eso, es que...- se ahogaba- lo he visto Jesse- y en ese momento todos sus pensamientos se conformaron en uno dejándolo sin aliento frente a ella

-¿Cuándo?-

-Hace un par de meses, después del accidente de Nashville... lo juraste, dijiste que nunca pondrías en riesgo tu vida hasta este punto, yo lo jure, lo sabes-

-Cualquier medico en su sano juicio le dirá a un jinete que deje de montar, para ellos esto es prácticamente antinatural- intento calmarla abrazándola con fuerza a su pecho-

-Sabes que no es así, los papeles son del médico de la gira, incluso firmaste esa jodida responsiva para el circuito-

-Tenía que hacerlo, es mi carrera, yo...-

-Yo también tenía una carrera, pero aquí- se alejó de él señalando ampliamente todo a su alrededor- pero todo esto me dio un motivo, si, amaba montar, amaba la adrenalina, te entiendo, pero esto que tenemos aquí... esto es superior a todo ¿No lo crees?- lo tomo de la mano con esos ojos enormes clavándosele en el alma-¿No lo crees?- Repitió

-Lo creo...- dijo apenas y eso fue suficiente para que ella se fuera sobre él furiosa.

-¡MENTIROSO!- lo golpeo- ¿Qué quieres probar maldita sea? ¿De qué se trata? ¿Por qué no podemos ser suficientes?- y tras cada pregunta un golpe tras otro se amortiguaba entre su pecho y sus brazos con sus lágrimas brotando dolorosamente devastadoras.

Una Vaquera llamada Annie BrownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora