Capítulo I.

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Armando y yo llevábamos cinco meses de novios, yo me sentía feliz como nunca lo había sido, él era tan amoroso conmigo, se empeñaba en halagarme, tenía detalles lindos siempre, claro que nada parecido a los anteriores que me causaron tanto daño, ahora, iba a mi casa por mí temprano cada día, para venir juntos a la empresa, en el recorrido ponía música que me gustaba, o me preguntaba que deseaba escuchar, me regalaba algún libro interesante, una novela, un libro de poemas o llegaba con un café caliente para mí, me miraba con tanta ternura, sentía que me amaba, cuando empezamos la relación decidimos dejar atrás el pasado y enfocarnos en el presente que estábamos viviendo, sus padres se habían marchado a Londres a los pocos días que Armando y yo les comunicamos que nos íbamos a casar, aproveché y les informé al mismo tiempo que la empresa volvía a estar en sus manos, ellos se alegraron y aunque de momento aceptaron y brindamos juntos, don Roberto dijo unas palabras maravillosas para mí, que me llenaron de una gran satisfacción, porque no las esperaba yo sabía que en el fondo no les agradaba, era evidente que aceptaban con resignación la decisión de Armando, porque no terminaba de aceptarme como la novia formal de su hijo, sobre todo doña Margarita, pero eso ya era pasado, nosotros estábamos tan enamorados, a la hora del almuerzo íbamos juntos, Armando no quería comer solo, ya no estaba Calderón, ni Marcela Valencia, tampoco la peli teñida, pero sí Nicolás, él seguía en su puesto y se notaba triste por la ausencia de Patricia, pero el desengaño con ella fue cruel para él, porque estaba entusiasmado, podría decir que estaba enamorado y no tenía experiencia en amores, disimulaba delante de mí, porque me cansaba de repetirle que no sufriera por esa mujer que jamás lo valoró, porque por ella, él se portó conmigo como si no fuera mi gran amigo, sentí en algún momento que traicionó nuestra amistad, pero comprendí que era su primer enamoramiento, ella nunca lo quiso excepto por la plata que podía sacarle, y él era consciente de eso, sabía que yo tenía razón, me contó que escucharla decirle a Daniel Valencia esas cosas que le dijo, ella se le ofreció, lo menospreció a él, entonces ahí por fin se desengañó de ella.

Armando no podía creerme que se había enamorado de ella, pero comprendió que fue porque no la conocía como era, y por su físico.

Al terminar la jornada de trabajo Armando y yo éramos los últimos en salir, y si no era muy tarde primero pasábamos a su apartamento donde hacíamos el amor, yo me sentía tan feliz y lo hacía sin remordimiento alguno, finalmente estábamos a días de nuestro matrimonio y no me quería resistir, deseaba tanto estar con él, sentirme amada y tan deseada como él me hacía sentir, y aunque Armando era quién se cuidaba, pero los accidentes suceden y no fue la excepción que una ocasión no alcanzó a cuidarse, es un hombre tan apasionado, que no podía evitar en algún momento, pensar... que así como me hacía el amor a mí, lo hizo con doña Marcela y con otras tantas, se lo comenté algún día pero él me aclaró que conmigo sentía diferente, que no pensara más que en ese momento, porque para él solo yo existía y era a mí a quien le hacía el amor, que olvidara esos fantasmas, porque él no se acordaba de nadie más, y yo ahora estoy al pendiente vigilando mi periodo que tiene retraso de un mes, así que un día antes fui a hacerme los estudios de sangre, quedaron de entregármelos al día siguiente.

Esa mañana tenía que realizar unos trámites bancarios y aprovecharía para pasar al laboratorio por mi resultado de la prueba, así que le dije a Armando que tenía que ir, nos despedimos con un beso prolongado y salí sonriente, al sentirlo excitado de inmediato, me gustaba sentirlo así por mí, agitado, y su erección no tardaba en manifestarse, así que apresurada salí de presidencia donde estábamos y me fui al banco, y después, al laboratorio, me sentía muy nerviosa no quise esperar y abrí el sobre, claro que decía POSITIVO sentí una gran emoción y mi felicidad era tal que tenía ganas de brincar, jamás había sentido algo así, íbamos a tener un hijo Armando y yo, sin duda que se pondría feliz, porque ya me había dicho que quería ser padre, que nunca lo había deseado con Marcela pero que conmigo si quería, que me amaba, que era el amor de su vida y yo le respondía que también lo amaba, que para mí era el único hombre.

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