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Tomé la taza que tenía en la mesa frente a mí y le di un gran trago a mi café

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Tomé la taza que tenía en la mesa frente a mí y le di un gran trago a mi café. Era casi medianoche, y aún tenía que terminar de editar las fotos de Patrick e Isabella. Había procrastinado bastante la edición de las fotos, pues estuve ocupada con todos los preparativos para la noche de Halloween. Las chicas y yo siempre íbamos a las grandes ferias, con casas embrujadas y todo eso; nos gustaba disfrazarnos y solo caminar por las calles con un montón de dulces para dar a los niños. De vez en cuando íbamos a las fiestas de algunos amigos, pero preferíamos ir por nuestra cuenta. Halloween había sido hace tan solo tres días atrás, y mi plazo para terminar las jodidas fotos y entregarlas era mañana, así que si tenía que quedarme hasta las tres de la mañana trabajando, lo haría. Nunca jamás he quedado mal en un trabajo, y hoy no será la primera vez.

Massimo estaba arriba en la habitación; le había llegado una llamada que parecía importante. Al parecer, era de uno de sus hombres, pues en cuanto contestó, lo hizo en italiano. Escuchó durante unos momentos a la persona al otro lado del teléfono, se excusó conmigo y subió a la habitación. Eso fue hace como media hora, y no ha bajado aún; algo grande debió pasar, pues Massimo nunca duraba tanto en una llamada.

Aún seguía pensando en la conversación que había tenido con Isabella hace semanas, y ni siquiera sabía por qué carajo seguía pensando en eso. Isabella hablaba desde lo desconocido; ella no sabía nada sobre Massimo o sobre mí, solo veía a los "socios" que tenían una tensión sexual y era todo. Yo sabía ese hecho, pero aún así no podía sacarme de la cabeza sus palabras: "Cuando te ve es como si no existiera nada ni nadie, solo tú", "Hay un brillo en sus ojos cuando te ve, el mismo brillo que hay en los tuyos cuando lo ves". Yo no creía que eso fuera cierto, no nos gustábamos, nos atraíamos, sí, pero gustarnos no.

Aunque debía admitir que esa sensación de nerviosismo cada vez que Massimo estaba cerca seguía presente, al igual que la sensación de cosquillas en la boca del estómago; y esas eran otras dos cosas que no podía entender. No era normal que eso pasara; yo no soy la clase de chica que se pone nerviosa frente a un chico atractivo o no, y la sensación de mariposas tampoco era normal. Ni siquiera cuando conocí a Andrew había sentido eso, ¿por qué con Massimo sí? Me estaba empezando a frustrar no tener respuestas a nada de eso, y creo que también eso era parte de mi distracción. Varias veces traté de sentarme a trabajar, pero pensar en eso me desconcentraba. Así que decidí enfocar toda mi atención en los preparativos para Halloween, lo cual también era una excusa para mantener una distancia con Massimo.

Cerré los ojos y suspiré. Definitivamente, me voy a volver loca. Me froté los ojos con las palmas de las manos y bostecé. ¡Joder! Estos días habían sido muy caóticos y toda esta mierda que me pasaba tampoco me ayudaba mucho. Tomé el mouse inalámbrico para seguir trabajando cuando de repente sentí una mano en mi hombro y di un respingo en la silla, ahogando un grito de sorpresa.

—¡Joder! —me giré y vi a Massimo parado ahora frente a mí, de inmediato me quité uno de los auriculares— ¡Mierda, Massimo! Casi me cago del susto.

Pasión Prohibida (Deseos Prohibidos #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora