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Akutagawa le costaba dejar ir las cosas, eso es seguro. Podría depender, no puede dejar ir a Dazai por el trauma qué le causo, pero tal vez puede dejar atrás a Chuuya.

¿Pero porqué la vida a veces desea sabotearlo? Pareciera que el destino quisiera que saboreara la muerte.

O tal vez encontrar a un muerto frente suyo.

Fue un día como cualquier otro; Akutagawa seguía su monótona rutina de siempre. Sin embargó, ese día hubo algo diferente. Recuperar un objeto que siempre perteneció a la organización. Creía que sería fácil.

Nada en su vida será fácil, ¿no es así?

Su mente es su propio enemigo, el que se encarga de sabotearlo y hacerlo perder. Perder la batalla.

La presión de su deber, la necesidad de aceptación y enorgullecer a su ex mentor es persistente hasta el punto de atormentarlo. Una obsesión hacia aquel hombre que se puede igualar como el hambre.

Rashōmon esta hambriento.

Pero se aguanta el hambre, como un perro que tiene la necesidad de sobrevivir pero hay poca comida para hacerlo.

Nunca supo como llegó a este punto: la mayoría de sus subordinados yacían muertos en el suelo, sus vidas siendo entregadas para proteger a su superior.

Que lástima. Sacrificar su vida para alguien como él.

—Dazai estaría decepcionado —pensó—. Seguro me golpearía por mi incompetencia, por no saber sobrellevar la situación. Por no tener la suficiente inteligencia.

Así son las cosas, la cadena alimenticia. El más fuerte es el que sobrevive y el más débil es el que muere.

Akutagawa cerro los ojos y tosió, sintió sintió sabor metálico de la sangre en su boca. Tenía que acabar con esto, no solo por sus compañeros caídas y la misión, si no para recuperar su orgullo herido, por el que tenía que recuperar hacia Dazai. Aunque este ya se ha ido.

A pesar de la aparente desventaja, lograron avanzar y eliminaron a la mayoría de enemigos. Akutagawa tomo la maleta del malherido.

—¡¿Qué esperas?! ¡Mátame! —grita el  hombre, mientras que Rashōmon salía de su abrigo mirando como una presa aquel pobre hombre.

En ese instante, Akutagawa tuvo la tentación de cumplir aquella orden. Pero a centímetros del hombre, Rashōmon se detuvo.

"No mates a nadie en seis meses." La imagen de Atsushi invadió su mente y soltó una queja.

Se tuvo que recordar a su mismo. Era una promesa, una que debía cumplir a pesar de que la resentía con cada fibra de su ser.

—Estúpido Jinko —Akutagawa murmuro y Rashōmon se esconde en su abrigo.

Juro no prometer algo nunca más. Detestaba sentir que estaba limitado por alguien, más cuando es su enemigo y alguien que había tomado su lugar. Sin embrago, este hombre no podrá sobrevivir por mucho tiempo; la sangre brotaba por su herida y pronto se volvería un cadáver más.

Solo quedo regresar a casa.

A medida que avanzaba por los corredores de la Port Mafia. Se sumia en el frío y el silenció, Akutagawa sentía que se comenzaba a ahogar en su propia desesperación. Hasta que escucho una voz.

—Akutagawa.

Chuuya apareció en la distancia, al notarlo algo disociado su rostro se volvió en preocupación. Akutagawa da un suspiro, se sintió aliviado que su superior apareció.

—¿Estas bien? —preguntó Chuuya, observándolo con atención.

—Si.

—Parecías distraído.

No one compares to you, but there's not you (En Edicion)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora