La doctora sonrió al escucharte sonrió, se notaba en su rostro, en sus ojos que estaba sonriendo:
-Bueno cariño ya te acostumbraras y aprenderás hablar, con esos labios.
Sus tijeras pasaron por sus brazos, liberando sus leves músculos, dejando que respirara tus nuevas y finas manos, con largas uñas. Las tijeras pasaron por tus nuevas y amplias caderas, que al caer las vendas se pudo ver tu nuevo coño.
La doctora se puso en uno de sus guantes de látex un poco de lubricante y con sus dedos te penetro, tu cierras los ojos con fuerza, con placer al sentir como eres penetrado, como juega en tu húmeda cueva para saber que estaba todo en su sitio, hasta golpear, hasta acariciar, hasta tirar de tu nuevo clítoris.