Capitulo 5.1- El demonio

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He'Stan estaba apunto de decir una de sus frases para iniciar el capítulo pero se detuvo, dando una mirada al vacío, su aspecto no parecía el de un filósofo ya que portaba un físico marcado y una piel oscura como la noche, sus ojos carmesí portaban una flama casi extinta pero viva al final del día. En sus manos se encontraba un pequeño libro abierto de par en par pero cuando sus ojos parecieron hacer contacto con alguien lo cerró, dicha acción levanto un poco de viento provocando que su larga barba blanca se moviera un poco
-hola querido lector...hoy la programación será...."especial", lamentablemente no te narraré la historia está vez, hoy veremos la perspectiva de uno de los involucrados, más en específico su pasado- comenzando a caminar, el espacio a su alrededor era completamente blanco, parecía estar solo pero no dejaba de anotar cosas y mirar la 'nada'. Tras unos minutos se dio la vuelta miro en dirección a él lector con una mueca de confusión - oh! ¿que hacen todavía aquí?...hay una historia por ser contada y el tiempo vuela...incluso aquí- su tono cargaba algo de ironía o sarcasmo, guiño uno de sus ojos, para ser alguien tan viejo se veía animado, tras eso dio media vuelta y volvió a abrir su libro comenzando a escribir una vez más - si tienes interés en mí o en lo que soy, esa es una historia para otro día pero por ahora suerte en tu viaje...- seguía caminando adentrándose más en la nada, finalmente cerrándose el telón.

Doce meses antes del ataque de los bastones rojos al campamento de los zorros negros

Él Thyst sonaba como cristal contra la madera con cada paso que se escuchaba, nos encontrábamos en la sede principal del shogunato, las pisadas pertenecían a un hombre o mejor dicho "demonio". Él Campeón de los bastones rojos, su casco no permitía a nadie ver su rostro y parecía ser portado todo el tiempo ya que su desgaste era notable, la armadura era una perfecta armonía entre un rojo cristalino y un azul marino; o eso era lo que pensaba.

El sol recién estaba saliendo, lo que hacía resaltar la armadura del campeón. Tenía curiosidad por saber que le había pasado a la armadura para que tuviera esa contextura azulada pero en mí posición actual no podía, simplemente era una esclava y según había escuchado el guerrero presente era un monstruo temperamental pero en estos momentos se veía tranquilo como si fuera un animal domesticado que esperaba órdenes, no muy diferente a mí, tenía la intención de intentar hablarle pues si era como yo quizás podría conectar con él.

Un temblor se sintió en toda la cede, mí señora había vuelto y no parecía de buen humor. Ella era la regente de este imperio pero yo no podía entender ¿cómo?, en mí nación la mujer no tenía tanta importancia como en este imperio.
Hubiera seguido pensando un poco más de no ser por una voz suave pero áspera, la misma venía del campeón -...¿De dónde eres...?- a través de sus palabras se podía sentir un grado de cansancio y indiferencia.
Aunque pensaba que debería estar atendiendo a mí señora y el a la suya, no podía evitar sentir algo de interés en el campeón - Soy de Inglaterra...y usted?- mí cabello castaño juntos a mis ojos azules parecían más los de una noble puesto que lo fui, soy una hija bastarda entre una noble y un esclavo, por esa razón se me dio como regalo a mí señora con el objetivo de ganar importancia política y sacarse un peso de encima.
Desde pequeña se me dejó en claro toda mí historia, lo que fui, soy y lo que debía aspirar a ser pero nunca se me enseñó la historia de este lugar, solo tenía conceptos o ideas, como por ejemplo: los heraldos, bastones rojos y cambiantes, además se me enseñó más sobre mí señora lo que me sirvió bastante
Tras mirarme un poco, el campeón respondió - soy nativo de aquí, todos los bastones lo somos,....pero también soy un mestizo....- eso último fue dicho con resentimiento, eso avivó mí interés en el campeón pero cuando parecía que sería mí momento de hablar él me interrumpio - no deseo hablar mucho de eso...eres la esclava de la Shogun y como tal debes saber sobre ella, no la he visto o conocido en toda mí estadía como bastón rojo- él parecía suplicar y desear esa información, nuevamente no entendía lo que pasaba, ¿porque uno de las mejores armas de la Shogun no conocía a su señora, más aún, alguien tan importante como el campeón?.
-y eso ¿porque pasó?... ayudaré con lo que pueda, al final del día eso servirá para mí señora, pero agradecería si a cambio puede...darme información a mí...deseo estar bien informada para poder cumplir mejor mí rol como sirvienta- fui recibida por un suspiro pronunciado y cansado, algo grosero pero no estaba en posición de quejarme - que molestía....bien, no es como si tuviera otra opción nadie más me responderá - sacándose su casco, permitiendo ver unos rizos dorados, sus ojos eran extraños ya que en ese momento desconocía la condición que sufría aquel demonio.
Unos ojos asimétricos, únicos, por un lado estaba el derecho, era de color esmeralda cristalino y el otro era un gris apagado. Sus iris no eran lo único especial en el, sus pupilas estaban diluidas y eran mucho menos voluminosas como si de tratará de un felino - considera esto un acto de confianza, tengo prohibido mostrar mí rostro a la Shogun o cualquier otra persona de mayor rango que el mío....- suspiraba mirando al suelo con un grado de tristeza, quizás había hecho que viejas heridas se abrieran - mí condición de mestizo produce eso, no tengo la pureza para mirar a la Shogun...no soy digno de su mirada- apretó sus puños mientras temblaba un poco, el rechazo a sus antecesores extranjeros era notable pero también se veía un deseo por servir. Podría decirse que me dio pena - ...a mí señora le gustan los dulces...en especial el chocolate, lo cual es curioso ya que ella es muy nacionalista pero los dulces son algo que le pueden - interrumpí, un dato tonto y simple pero que servía para demostrar que no tenía problema en contarle lo que quisiera.
Me sonrió, el brillo en sus ojos se sentía más vivo y por mí parte no sabía si era felicidad o satisfacción por al fin tener respuestas - cuéntame más!...por favor- su ánimo había cambiado, está faceta era más vulnerable y hasta "humana" del supuesto demonio azul - bien...tendrás lo que quieres pero cada dato te costará información que yo te pida, tu me respondes y en base a lo interesante de esa respuesta yo te daré un dato de igual valor- le guiñe y luego tapé mí boca con una de mis manos, un tonto intento de ocultar mí sonrisa pícara. Por supuesto que sentía pena pero también debía hacer que ambos ganemos algo - tu... maldita sirvienta- un tono levemente rencoroso acompañado de un leve sonrojo, nuevamente este supuesto demonio es más humano de lo que pensaba -hm!...como sea, aceptaré pero más te vale que no mientas, vamos dame tu pregunta- se cruzó de brazos mientras miraba hacia otro lado, ¿era una especie de berrinche acaso? - bueno bueno, no será necesario tanta hostilidad soy solo una humilde sirvienta- concluí con una leve risa burlona, lo cual lo molestó un poco más - ¿por dónde empiezo? hum....ya sé! ¿porque tu armadura es azul? ¿es acaso rebeldía?, ya que si no me equivoco los bastones son todos rojos, por algo el nombre¿no es así?- el suspiro y tras unos momentos decido responder - bueno eso tiene una explicación, verás el Thyst es el elemento con que se hacen nuestras armaduras y nos dan está habilidad para anular la alquimia pero eso conlleva que el mineral se estropee...aunque hay una forma de evitar que eso ocurra- lo mire con curiosidad se me hacía algo interesante, él se percató y parecía tener una leve sonrisa como si se diera cuenta de mí interés - la sangre de los cambiantes, por alguna razón que desconocemos su sangre repara el mineral y lo dota de una vitalidad nueva pero eso también conlleva dos sucesos- hizo una pausa antes de continuar mientras mantenía su sonrisa - uno de esos puedes adivinarlo fácilmente y es el color azul pero si deseas saber el otro tendrás que darme dos datos de la Shogun- una sonrisa pícara se formó en su rostro.

Pero entonces la puerta principal se abrió, dos grandes lanzas sobresalían de la misma y dio paso a un hombre de armadura carmesí. Un anciano prácticamente en toda regla, su barba sobresalían de su casco mientras preparaba sus lanzas para el combate

-sirvienta...la gran Shogun te llama- sus ojos eran morados pero presentaban una falta de vida o propósito, apunto con una de sus lanzas a el campeón y con la otra a mí - apúrate ya me ha gritado demasiado por hoy- su voz expresaba cansancio y ansiedad por igual, finalmente agaché mi cabeza y me retiré para atender a mí señora, no sin antes darle una sonrisa a él campeón aunque era una pena me estaba divirtiendo en el fondo

Perspectiva del campeón:

Cuando la sirvienta se fue, me dispuse a ponerme mi casco pero fui interrumpido por una estocada que a duras penas esquive -no,...deseo verte, ver mi verdugo- el anciano lanzó su casco en mi dirección y en respuesta accione las garras-cuchillas de mi armadura para interceptar el mismo, se destrozó al tacto pero entonces un potente rodillazó me conectó y caí de rodillas mientras me retorcía levemente - arriba, muéstrame lo que te hace especial mestizo- solo pude mirarlo, unos ojos morados iguales a los de la Shogun, su rostro lleno de canas y su calvicie que hacía contraste con su prolongada barba blanca. Representaba perfectamente lo que era, un veterano y el tío de la Shogun o también conocido como el capitán general de los bastones rojos.
-si crees que moriré sin pelear, estás muy equivocado mestizo- levantó una de sus lanzas para lanzarla sobre mi, junté mis manos para atrapar la lanza para girar sobre mi eje produciendo un barrido que desestabilizó al capitán
- créeme me decepcionaría si ese hubiera sido el caso- levantándome y apuntando su lanza en su contra mientras le daba una leve sonrisa - bien! que empiece la ceremonia de sucesión- dijo el capitán mientras se levantaba preparando su lanza para el combate

Continuará....

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