Hoja XIV.

57 15 22
                                    

*Capítulo nuevo*

Hoja XIV.

Comencé a sentir ansiedad cuando todos insistieron en que debía reanudar, por lo menos mensualmente, la psicoterapia y los fármacos que suspendía cada tanto con la intención de ser una persona normal, capaz de experimentar todas las emociones en mis propios huesos.

Mi madre ignoró mi inquietud, pero Leonel entró en mi habitación una de esas mañanas y me dijo que tenía un obsequio para mí. Le dije que no era mi cumpleaños ni una fecha especial, pero él me respondió que cada día, por el hecho de estar vivos, es una buena ocasión para festejar.

—¿Un bastón? —me pregunté a mí mismo.

Él contestó:

—Es para que tengas un poco más de seguridad, ¿sabes? Muchas personas lo usan para evitar caerse, incluso sin necesitarlo. 

Me gustó mucho y me levanté de la cama para caminar por la habitación apoyando el peso de mi pierna izquierda en el bastón. Lo escuché reír y sonreí también, porque me pareció divertido y acertado. Y, aunque sabía que todo era psicológico, la verdad si me sentí más seguro usándolo. 

Leonel estuvo un rato charlando de cosas que no escuché por estar probando el bastón, simulando que era un anciano cojo, con una gruesa joroba y una dolorosa curvatura en la columna. 

—Ya te pusiste a jugar, eh —comentó antes de soltar una carcajada—. En fin, baja a desayunar en unos minutos, Pedro.

Cuando salió de la alcoba me senté en el borde de la cama y miré mi bastón con una sonrisa. Luego oí la voz de Larissa llamándome para que los acompañara en el comedor. Bajé con cuidado, soltando quejidos cada vez que apoyaba mi supuesta pierna herida en el piso; me dirigí al comedor con lentitud y me encontré con mamá, Leonel y Emilio esperando por mí.

—Buenos días, Peter —saludó Emilio con una sonrisa, mirando con curiosidad mi bastón.

Mamá frunció el ceño, y preguntó:

—¿De dónde sacaste eso?

—¿Hablas de mi bastón?

—Sí, ¿dónde lo encontraste?

—Yo se lo di —contestó Leonel—. No hagas un alboroto, es para que esté seguro. 

—¿Seguro de qué? —cuestionó ella sonriendo.

Emilio se puso de pie y me ayudó a sentarme junto a él.

—¿Podemos comer y olvidarnos del bastón unos minutos? —propuse.

Había crepas de nuez y chocolate, lo que fue una verdadera lástima, porque Emilio solo tenía fruta y café descafeinado sin azúcar. 

—¿Quieres un poco de melón? —me preguntó mientras Larissa atendía una llamada y Leonel leía el diario.

—El melón me revienta el estómago por las mañanas —le dije.

—¿Y el chocolate te cae súper? —preguntó entre risas.

—Afirmativo.

Las Hojas Perdidas 2 [EN CURSO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora