Capítulo 3 - Anton

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Durante la noche, Marshall buscaba la placa del auto desde la computadora de su trabajo, así podría ser bajo que nombre está registrada la minivan, revisando desde un sitio web del Estado, perteneciente de la policía, pues Ross, tenía acceso a este tipo de páginas.

— Oye, rubio — Le llamaba una chica.

— ¿Sí?, ¿desea ayuda en algo?

— A una amiga le pareces atractivo, quería saber sí le podrías dar tu número.

— ¿Eh?

Había un grupo de muchachas atrás, soltando pequeñas risas, una de ellas visiblemente nerviosa.

«¿Se están burlando de mí?»

— Lo siento, no tengo teléfono.

— Espera, ¿No tienes teléfono?

— No.

— Wow, ¿en serio?
— Sí, lo siento.


Las chicas se fueron, un poco decepcionadas.

Luego de buscar durante la noche, finalmente, encontró algo, un nombre, Louis Carpenter, propietario de la minivan, una pequeña búsqueda posterior bastó para dar con su identificación y dirección.

Marshall confiaba en la estupidez del tipo, habiendo usado su propio auto para cometer un delito de tal magnitud y sin haber cambiado la dirección, muchas personas no lo hacían por lo engorroso que es el trámite burocrático, probablemente, Louis ni siquiera está enterado que alguien podría averiguar quien es, con tan solo su placa.

Antes de cerrar la tienda, Marshall pagó el recibo de la línea de su teléfono en un cajero dentro del market, la cuál era muy barata, porque Marshall apenas y hacía llamadas.

La policía había empezado a investigar el enorme charco de sangre que hubo la noche pasada, por desgracia, las cámaras no captaron nada, pues hace tiempo que estaban descompuestas.

«Necesito una radio».

Marshall se sentó un momento en la berma, para fumar un poco, pues el olor a tabaco que se había acumulado en su habitación le empezaba a desagradar.

Unos pasos después, estaba un auto, dónde se oían fuertes gemidos.

— ¿No les alcanzaba para un hotel? — Pensaba en voz alta.

Se acercó un encapuchado de un parque por ahí, vió a Marshall y se sentó al lado suyo en el pavimento.

El hombre estaba desarreglado y sucio, además tenía un horrible hedor, sus ojos eran amarillentos y le faltaban un par de dientes.

«Apesta a mierda»

— Linda sinfonía, ¿Verdad? — Dijo el vagabundo.

Saco una glock, apuntando al abdomen de Marshall.

— Dame todo lo de valor que tengas.

Marshall le dió un vistazo, dejó a un lado su cigarrillo, aún sin apagar.

— ¿Crees que me asusta tu puta réplica? — Respondió.

— ¿Eh?

Marshall le reventó la nariz de un cabezazo, manchándose la frente con la sangre del vagabundo.

El ladrón retrocedía, aún en el suelo, asustado.

Marshall se levantó, para empezar a patearlo en las costillas y pisarle el diafragma, aprovechando que el vagabundo tenía las manos ocupadas en la nariz, lo pateó tan fuerte como pudo, para que así no pudiera cubrirse de los pisotones.

Bloody FilesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora