Capitulo 4 - Black Blood

11 1 2
                                    

Muy temprano por la mañana, una mujer iba tranquilamente a botar la basura. El basurero era un contenedor enorme, hoy, en particular, emanaba un olor horrible y putrefacto.

Creyendo que era carne descompuesta, la mujer prefirió no revisar dentro del contenedor, aún así, el morbo de ver el estado de la carne, le carcomía la curiosidad, estaba todo lleno de moscas.

Asomó la cabeza con intriga, para ver hacía adentro, solo para gritar con todas sus fuerzas, un chillido de terror.

Dos cuerpos, oscuros como el ébano, destrozados y cortados en partes, llenos de larvas, comiéndose la carne y piel de los muertos.

Uno de los dos, un niño.

...

La policía tenía cercado todo el perímetro, noticieros y una multitud de personas alrededor estaban siendo espectadores de lo macabro del suceso.

En el centro de todo, y al lado del contenedor, estaba Oliver Straham, detective e investigador forense.

El detective era el encargado del nuevo caso, viendo dentro de la basura una vez más, tuvo que apartarse hacia un lado para vomitar.

Marshall fue a comprar pan, cuando vió la multitud de gente. Mujeres chismeando entre sí, hombres de brazos cruzados, mirando con firmeza todo.

Acercándose un poco para ver lo que pasaba, reconoció de golpe a Oliver, siempre fue un amigo agradable para él.

Aún así se cubría la cara para no ser visto, a pesar de tener el cabello teñido de rubio, pues temía que Oliver lo reconociera.

— Disculpe, señora, ¿Puede decirme qué fue lo que pasó?

— Algo terrible, joven, encontrarán dos personas ahí dentro.

— ¿Cómo?

— Sí, jovencito, según él policía de allí, estaban cortados en partes, dos hombres negros, uno de ellos era una criaturita.

— Oh, Dios — Tomó un respiro y levantó la cabeza para ver el panorama — Qué terrible, de todas formas gracias.

Marshall se fue del lugar, caminando apresuradamente.

«Mierda, ¿habrán sido los mismos tipos?, Los vagabundos también eran negros, quizás sí fueron los mismos hijos de perra.»

Regresó a su casa, habiendo un escándalo en la primera planta, dónde vivía la señora Miranda, la colombiana que era amiga suya junto a su hijo.

Habían muchos familiares de la madre, desde afuera se oía el llanto desconsolado de la mujer, desgarrándose la garganta.

— ¡DEVUELVANME A MI HIJO!, ¡MALDITOS! ¡¿QUE LE HICIERON A MI BEBÉ?!

Marshall quedó paralizado, al atar cabos, dándose cuenta de qué aquel niño encontrado en el contenedor, era él hijo de la señora que lo había defendido del militar en la tienda.

Ross apretó los puños y dientes, ardiendo de rabia e impotencia por la muerte del pequeño.

Se fue a su apartamento, cogió su pistola y una cuchilla que llevaba guardando debajo de la cama, anotó la dirección de la casa del tal Louis y arrancó la nota para guardarla.

Antes de salir, Marshall comenzó a orar, no es alguien de fé o un hombre religioso, pero por un fugaz momento, sus propios impulsos le hicieron juntar las manos y cerrar los ojos, pidiendo fuertemente qué todo salga bien, sin saber exactamente, a quién se lo estaba pidiendo.

Aunque, a Marshall, en el fondo, le da igual sí las cosas salen bien, ya ni siquiera le importa sí volverá o no.a

...

Bloody FilesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora