Cállate, Walker

14. 𝙋𝙖𝙡𝙢𝙚𝙧𝙖𝙨 𝙙𝙚 𝙘𝙝𝙤𝙘𝙤𝙡𝙖𝙩𝙚

Landon Sterling

—Dime—Digo mientras cojo el bote de colonia.

Apoyo el móvil en el hombro para poder echármela con más facilidad.

—Ya estoy—Responde y oigo como se acomoda mejor en el asiento.

—Voy a por ellas.

Dejo el bote de colonia en la mesilla y cojo el móvil para colgar la llamada.
Me pongo el abrigo, cojo como siempre la bolsa donde llevo ropa de cambio y poco más y la tarjeta.
Me la cuelgo al hombro y salgo de la habitación, poniéndome justo en frente de su puerta.

—QUE LENTA ERES, DIOS—Oigo a Edna al otro lado y no me tranquiliza que haya dicho eso.

Llamo a la puerta, que se abre rápidamente. Edna ya está vestida, incluso con las zapatillas puestas.
Me mira de arriba abajo y me sonríe, amablemente.

—Tu chica sigue vistiéndose.

Mi chica. Creo que he sonreído y no me he dado cuenta porque Edna me ha mirado a los labios y ha sonreído.
Me aclaro la garganta y niego una vez con la cabeza.

—No es mi chica.

Por desgracia.
Edna vuelve a sonreír y me molesta que lo haga. Más que nada porque con esa sonrisa me está dando a entender que sabe todo lo que estoy pensando.

Uno de mis mayores problemas es que soy muy transparente. Se me nota muchísimo como me afectan las cosas en mis expresiones faciales o en mis actos.
Por ejemplo, cuando me pongo nervioso, suelo pasarme las manos por el pelo más de una vez y lamerme muchos los labios.

—¿Quieres pasar?—Edna me saca de mis pensamientos y la miro directamente.

Asiento con la cabeza y se echa hacia un lado para que pueda entrar.
La habitación, sorprendentemente, está más recogida que de costumbre.
Me siento en la cama, esperando, y veo como del baño sale vapor.

—¿Hola?—Aria hace acto de presencia por primera vez pero no la veo.

Su voz sale del baño y me levanto para ir hacia la puerta, pero sin entrar.

—Edward ya está aquí, preciosa—Respondo y no sé si debería haber usado ese adjetivo para llamarla.

Todo mi arrepentimiento se hace más grande al ver como Aria abre la puerta del baño con una mano en la boca, no sé si porque está sorprendida o porque se está riendo de mi.

—En cinco minutos estoy, precioso.

Antes de que vuelva a cerrar la puerta, la sujeto y no dejo que se cierre.

—¿Puedo pasar?—Pregunto.

Asiente con la cabeza y es lo único que me hacía faltar para entrar en el baño y cerrar la puerta.

—¿Por qué cierras?—Pregunta sin mirarme mientras guarda el peine en su neceser. Al ver que no respondo, se gira y se asusta al ver que estoy bastante cerca de ella—Antes quería cerrar para hacerte de rab...

La cojo la cara con las dos manos y planto mis labios con los suyos. Me alegra que esté la pared cerca, así que la dirijo hacia la pared mientras la beso y cuando la apoyo sobre ella me separo a escasos centímetros de su boca.

—No sabía que llamarte precioso te ponía cachondo.

Suelto una risa ronca y me acerco un poco más a ella.

—Tú en general me pones cachondo—Aria sonríe y vuelve a acercar sus labios con los míos. La sigo un poco hasta que me vuelvo a separar—. Y no me vuelvas a llamar otra vez precioso, por favor.