Capítulo 23

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Los hijos de puta vendaron la herida de bala en mi pierna para que no me desangre mientras me torturan.

Jodidamente genial.

No importa cómo me prepare, no estoy listo para perder ninguna parte del cuerpo. Mi mente está inundada de pánico y dolor, por lo que es difícil intentar idear un plan de escape.

Solo necesitas encontrar una manera de ganar tiempo hasta que tu familia venga a buscarte. Revisarán el dispositivo de rastreo y verán dónde estás. Lo único que tengo a mi favor es que una vez más no me amarraron.

Probablemente piensen que no puedo hacer nada debido a la herida en mi pierna izquierda. El hijo de puta a cargo hace un gesto a otros dos hombres que se unieron a nosotros mientras estaba inconsciente, y vienen a levantarme. Mi cuerpo grita de dolor, pero todo lo que puedo hacer es gemir. Me arrastran a una silla y me colocan en ella, luego empujan una mesa de madera frente a mí. Casi me desplomo sobre ella, pero me las arreglo para mantenerme sentado en la silla.

Un sonido de perforación hace que cada centímetro de mi piel se entumezca con alfileres y agujas.

Mis ojos se fijan en el hijo de puta a cargo mientras me sonríe, sosteniendo un taladro inalámbrico en la mano.

No voy a salir de aquí con vida.

No tengo tiempo para procesar el devastador pensamiento mientras los dos alfas me agarran de los brazos. Ponen mis manos sobre la mesa, pero lucho con la escasa fuerza que he logrado recuperar. No importa cómo luche contra ellos, no puedo hacer una mierda mientras el hijo de puta agarra mi muñeca y clava la broca en el dorso de mi mano.

―No ―grito con los ojos muy abiertos, y la sangre ardiendo en mis venas.

El sonido es repugnante, el olor a carne quemada golpea mis fosas nasales, luego, un dolor insoportable atraviesa mi mano, desgarrando carne y hueso. Algo muy dentro de mí se resquebraja por la mitad, y una oscuridad que nunca había sentido se arrastra a través de mi alma.

Todo se ralentiza.

El tiempo.

Los latidos de mi corazón.

Mis respiraciones.

El taladro siendo sacado de mi mano.
Las gotas de sangre que caen de la punta de metal. En cámara lenta, parpadeo y luego respiro. Observo cómo mi mano izquierda está abierta sobre la madera sucia.

Justo cuando presiona la broca contra el dorso de mi mano, me libero de un tirón, me levanto, agarro el taladro y se lo meto en el ojo.

No escucho nada. No siento el dolor.

Robo su arma de detrás de su espalda y elimino a un hombre antes de que un brazo rodee mi cuello, tirando de mí hacia atrás. Sigo el movimiento, luego le agarro el brazo y cuando el tercer hombre está lo suficientemente cerca, le doy una patada y me subo en él, volteando al hombre detrás de mí.
En el momento en que mis pies tocan el suelo, corro hacia la puerta. Me falta velocidad y soy tableado. Me caigo por unos escalones cortos y eso ase que mi lobo me vuelva a dejar el control, pero aun así logro girarme y dispararle al alfa antes de que pueda ponerse de pie.

Mi lobo se desvanece, dejándome sin ganas de vivir.Solo una cosa me impide rendirme: el amor por mi familia. Namjoon. Mis padres. De alguna manera me las arreglo para ponerme de pie, pero esta vez el dolor me atraviesa, y tengo que arrastrar mi pierna izquierda mientras trato de llegar al costado de un edificio. No tengo ni idea de dónde estoy ni cuánto tardará mi familia en venir a buscarme.

Mi respiración suena estrangulada, y mi visión se vuelve irregular mientras sigo arrastrando mi pierna para poder alejarme del cuarto donde estaba cautivo. La sangre de los Jeon y los Kim en mis venas se niega a rendirse, y sigo empujándome hacia adelante. Tomo otra respiración ahogada mientras uso un tanque de propano al lado del edificio para mantener el equilibrio, pero el dolor en mi pierna me hace caer sobre mis manos y rodillas en un área abierta. Comienzo a gatear, las piedras se clavan en mis palmas.

Sigue adelante.

Solo continúa.

Los Jeon's no se dan por vencidos hasta nuestros últimos respiros.

Escucho aullidos y risas maníacas detrás de mí. Fácilmente diez alfas.

Volviendo a ponerme de pie, lucho con el cargador de la pistola, mis ojos siguen entrando y saliendo de foco.

Una bala. Mierda.

Uno de los hombres deja escapar un silbido agudo para burlarse de mí.

Vete a la mierda, hijo de puta.

Tropiezo hacia un lado, vuelvo a meter el cargador y apunto el arma al tanque de propano.

Al menos tengo el último par de días con Namjoon. Es más de lo que podría haber esperado. A medida que los alfas se acercan sigilosamente, golpeando bates de béisbol contra sus palmas y apuntándome con sus armas, se me escapa un sollozo entrecortado.

No estoy listo para morir. Diosa. Todavía había mucho que quería hacer.

Otro sollozo estalla en mis labios.
Te amo, Namjoon. Demasiado.

Papá, espero haberte hecho sentir orgulloso hoy.

Mi dedo se enrosca alrededor del gatillo mientras doy un paso atrás, y luego lo aprieto.

Ante en velo de la mafia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora