Entrometido

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Sin demasiados preparativos, aquella misma mañana que recibí la carta, partí hacia los bosques de Gronder como Adrianion había solicitado.

Sabía que sería un viaje de tal vez dos días entero a caballo, siguiendo en línea recta hacia el norte, pero lo menos reconfortante del asunto era que dicho camino me obligaba a cruzar el valle formado entre Apaadi Bulu y el Monte de los Canívales. Definitivamente un lugar en el que no me gustaría pasar la noche.

Sin descanso, galopé en esa dirección, sin embargo, a medida que me adentraba en la vastedad del paisaje montañoso, observaba el sol descender en el horizonte, y el sentido de urgencia en mi interior se hacía cada vez mas intenso. Comenzaron a nublarme pensamientos desdichados, a la vez que esperanzadores por mi encuentro con Adrianion, así como también el peligro que podía suponer para él comenzar a viajar conmigo.

Aunque apuré el paso, el día se desvanecía. La fatiga se apoderaba de cada fibra de mi cuerpo mientras la noche avanzaba, y al divisar las luces de un pueblo, tomé la decisión de descansar, no solo por mi, sino también por mi caballo. Llegué así al pueblo de Sendur, otro de los tantos territorios asolados por la pobreza.

Entré a la que aparentemente era la única posada del lugar. Me acerque a la posadera y solicité lugar para pasar la noche.

Son dos bitas de plata — dijo

Observé mi bolsa, y tomando mis últimas dos monedas, pagué el costoso alojamiento.

Por primera vez en muchos días fui capaz de descansar.

Cuando el sol apenas comenzaba a asomar en la ventana, me despertó un bullicio ensordecedor proveniente de la plaza central, por lo que tomé mis pocas cosas y me acerqué al sitio del escándalo

En el centro de la plaza se encontraba una mujer atada, tirada en el suelo, llorando de manera desconsolada. El alcalde, sobre un pequeño atril, anunciaba su acusación.

He aquí la culpable. La caravana con el dinero de de nuestros impuestos, por un valor total de mil quinientas adcas de oro, se dirigía al tesoro de nuestro Lord, cuando esta mujer, con engaños y adulterio la interceptó y acabó con la vida de sus guardias, sepa el cielo con ayuda de qué demonios del abismo —

— ¡Pueblo de Sendur, somos testigos de la oscuridad que se cierne sobre nosotros!declaraba un clérigo con voz imponente — Esta mujer ha desafiado las leyes divinas al arrebatar las riquezas destinadas a nuestro señor. ¡Que el juicio de Dios caiga sobre ella!

La milicia, firme en su deber, mantenía a los aldeanos alejados, pero el pueblo clamaba por justicia.

¡Inocente!gritaban unos aldeanos

¡No podemos permitir esta injusticia! — protestaban otros, incitando a la multitud.

¡Callad, insensatos!ordenó el clérigo, alzando su mano con autoridad—. La voluntad de Dios ya ha sido revelada.

La tensión en la plaza era palpable, y el destino de la mujer pendía de un hilo mientras el clérigo, imperturbable, dirigía la ejecución.

Mi indignación me impulsó a intervenir. Me aproximé a la multitud y, con voz firme, expresé que la mujer merecía la oportunidad de contar su versión. Los líderes locales, sin embargo, no tomaron bien mis palabras. Intentaron capturarme, pero parte de la población, harta de la opresión, se alzó en mi defensa exigiendo un juicio justo.

¡Déjenla hablar! ¡Todos merecen una defensa justa!exclamé, enfrentándome a la milicia.

Tras mucha discusión y con el pueblo cada vez mas alterado, la ejecución se pospuso hasta el mediodía. Mientras el sol ascendía en el cielo, me dispuse investigar. Al dispersarse la multitud, un hombre me llamó con la mano.

Crónicas de una travesía inesperadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora