La Despedida

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Ya había tomado mi decisión; no iba a quedarme trabajando en el campo, pero aún quedaba un inconveniente. Mi padre le temía demasiado a la vida más allá de la pradera, por lo que no tenía mucha esperanza en que me dejara ir sin rechistar. Aunque estaba preparado para el dolor de alejarme de él y que nuestra despedida fuera más una discusión que un intercambio de palabras afectuosas, me iría, y nada podía cambiarlo.

Una mañana, mientras nos preparábamos para los trabajos del día, tuve el valor de abordar el tema. Él estaba de espaldas, lo que hizo todo más sencillo, así no tendría que ver su reacción al primer momento, y no me sentiría intimidado por la profundidad de su mirada; una mirada que haría temblar al más bravo toro, o al soldado más audaz.

Con todo el coraje que me salió, dije:- No es fácil para mí decirte esto, y quiero que lo sepas, pero necesito conocer el mundo por mi cuenta, verlo con mis propios ojos, vivirlo y tomar mis propias decisiones, así que voy a dejar esta casa.

En ese instante, lo imaginé arrojando algún mueble al suelo y haciéndolo pedazos, pero, sin embargo, lo que sucedió fue muy distinto. Levantó la vista hacia la ventana, con un semblante tranquilo, e incluso me pareció notar un poco de resignación, como si fuera algo que ya esperaba que sucediera.

- ¿Y a dónde vas a ir? - preguntó.

En ese momento me di cuenta, con un poco de temor y sintiéndome un ingenuo, que no lo sabía.

- El "mundo" del que me estás hablando es demasiado grande, y es un sitio donde abundan las decepciones, traiciones y estafas. - continuó - Las personas pelean peor que animales salvajes por obtener un poco de riqueza, y la supuesta nobleza, que ostenta tenerlo todo, no es más que un repugnante grupo de individuos con una inseguridad emocional impresionante. Los reyes necesitan estar rodeados de nobles que sigan sus órdenes como marionetas en jirones, y los nobles manejan a los trabajadores de los pueblos de la misma manera, creando así la más gigantesca obra burlesca de títeres que puedas imaginar... Ese mundo que esperas descubrir tal vez no sea lo que estás esperando, pero aún así... ¿Estás dispuesto a comprobarlo?

Sus palabras me atravesaron el pecho y la mente. No era como lo esperaba; hubiera preferido que me gritara, ¡incluso tal vez quería que me gritara! Hubiera sido más fácil; me habría asegurado salir, y seguramente iba a extrañarlo un poco menos...Sin darme cuenta, había quedado estupefacto. Él todavía miraba por la ventana, pero esperaba una respuesta.

- Sí, quiero comprobarlo... - respondí con poca seguridad - Y no sé dónde iré, buscaré suerte, haré trabajos... Lo que se me ponga en frente, lo aprovecharé.

Se mantuvo un rato en silencio, hasta que volteó a mirarme. Ahí pude ver que parecía tener lágrimas en los ojos, pero una leve sonrisa. Aquel hombre grande, fuerte y de aspecto tosco tenía lágrimas. ¿Qué estaba pasando? Debo admitir que contuve mis lágrimas; no me era conveniente demostrar que era una situación complicada para mí.
Se acercó lentamente hacia donde yo estaba, me tomó de los hombros y dijo aún sonriendo:- Entonces, si es tu decisión, voy a apoyarte.

Yo estaba impresionado; no esperaba que las cosas salieran bien, y por si fuera poco, me compartió una pequeña parte de su sabiduría. Después de pronunciar esas palabras, me dijo que lo siguiera, y fuimos hasta un pequeño taller que hay a uno de los lados de la casa.Movió algunas herramientas viejas y trozos de madera, levantó una de las tablas del suelo, y allí debajo, había una caja larga. La levantó, la apoyó sobre una mesa de trabajo y me llamó. Al abrirla, pude ver una espada de aspecto impecable, con una empuñadura de un material que no reconocí, pero envuelta en pequeñas sogas de lino púrpura, con una gema verde en la base.

Quedé fascinado al verla, y no me recuperaba de mi asombro cuando mi padre dijo:- Es tuya; quiero que la tengas. Hay muchos peligros, y esta espada te será muy útil.No tenía demasiada habilidad con la espada, pero a menudo solía practicar con algunos jóvenes de casas cercanas, aunque nada semejante a esa maravillosa arma que tenía delante. Abracé a mi padre, y ya no pude contener mi llanto. Durante el abrazo, él me dijo al oído que iba a extrañarme, que tuviera cuidado, y me deseó éxito en mi viaje.

Mientras me alejaba de la casa, me invadían diversos sentimientos. Es cierto que a veces salía con el caballo y me alejaba bastante, pero ese día fue distinto. Ese día sentía una libertad inexplicable y una felicidad que me motivaba a seguir adelante. Sé que me será inevitable recordar esos días con melancolía, pero era libre, finalmente libre, y mi vida al fin estaba comenzando...

Crónicas de una travesía inesperadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora