Prisionero - Primera Parte

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Los siguientes meses fueron infames.

No registré demasiado sobre lo que sucedió, por el rechazo que esto me generaba y porque tampoco tuve ánimos de hacerlo.
Apenas hubo Adrianion cruzado los umbrales de la ciudad, el rey comenzó a asignarme tareas sumamente cuestionables. Se me dio un lugar para vivir y dormir, y también se me permitió conservar mis pertenencias, pero dependiendo de la situación, actué como mediador político en conflictos populares, como espía entre el pueblo y asaltando caravanas mercantes. Su manera de operar no cambió en lo absoluto.
No volví a ver al rey, pero luego de cada una de sus tareas se me prometía que mi amnistía estaba cerca. De más está decir que jamás sucedió.
Aquella mañana que quedé solo, escondí la espada y la túnica dentro de la residencia que se me proporcionó y no fui capaz de tomarlas de nuevo, ya que se me había asignado una vigilancia constante, y me era imposible apartarme de ellos salvo para dormir. 

Tampoco tengo demasiados recuerdos... Siento que durante ese tiempo me aparté de mi propio cuerpo. Me cuestioné incontables veces la decisión de partir de mi hogar, y aún mas me cuestioné haber incentivado a mi sobrino a dejar su palacio. Tenía la esperanza de que hubiera regresado a su nación, pero, como es evidente, no tuve ninguna información suya. No tuve ningún contacto con nadie fuera de los guardias que me acompañaban. 

Casi hacia el final de ese periodo tuve un poco mas de contacto con Laconio, uno de los guardias que había estado conmigo desde el inicio. Era el único mas razonable de entre los que se me habían asignado, y fue gracias a él que recuperé la esperanza.
Cuando estaba haciendo uno de sus cambio de turno en mi residencia, lo vi dejar caer una nota tras la puerta. Me apresuré a fingir que recibía a los guardias de relevo en la entrada, poniendo mi pie sobre el papel y pateándolo debajo de mi cama.
Lugo de eso, tendría algunas horas a solas en la noche, ya que los soldados se quedaban cubriendo las puertas.

Encontrándome solo, tomé por fin la nota.


"Adrianion está en Teuten"

Creo que solo entonces volví a ser consciente de mi situación. Ya no podía seguir atrapado de esa forma. Me sentí vigorizado, y todo el resentimiento que había acumulado hacia mis captores comenzó a inundarme. Mi mente se nubló, y dejé de pensar en las consecuencias de mis actos.
En tal condición, no lo dudé, y tomé rápidamente los objetos que me habían forjado una identidad. Hasta entonces no le había prestado mucha atención a mi brazo, pero las marcas por usar el extraño artefacto ya casi no existían.

La parte fácil fue prepararme, pero lo difícil sería evadir a los soldados y salir de la ciudad. Puedo ver ahora que no estaba pensando con claridad, pero las emociones me inundaron.
Tomé la espada, y apenas hube tocado su empuñadura, regresó su característico calor y brillo, y al abrir la puerta casi con un solo movimiento arrebaté la vida de los dos sujetos que la vigilaban. En unos instantes, todos los demás individuos yacían a mis pies. Todo mi cuerpo temblaba y el calor de la espada era lo único que impedía que me congele.

Subí rápidamente a mi fiel caballo sin apartar la vista del camino, pero los soldados estaban persiguiéndome demasiado pronto. Las campanas comenzaron a sonar por toda la ciudad, mientras mi corazón se movía mas rápido que yo, a la misma velocidad que mi efímera esperanza se desvanecía otra vez. Cada camino que tomaba ya se encontraba cubierto, y a menos que pudiera volar, no tenía manera de salir de allí.

Abatido, me escabullí entre las casas y me refugié en la parte trasera de la iglesia central, arrojándome al suelo detrás de ella.
No pude pensar en un plan preciso, pero seguramente sería capturado, y no podía permitir que me atraparan con la historia que hasta ese entonces había registrado en estas páginas, y mucho menos con la espada, y si existía alguna posibilidad de escapar de mis persecutores en ese momento, tal vez sería posible regresar por mis posesiones luego, por lo que tomé mi túnica, y envolviendo los objetos que antes mencioné, los acomodé presurosamente en un surco que se formaba en los cimientos de la construcción, subiendo luego a mi caballo y dirigiéndome a unas de las salidas comerciales, hacia el norte, esperando por allí poder llegar a Teuten e informar a Adrianion de mi situación.

Crónicas de una travesía inesperadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora