Primeros enfrentamientos

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En el transcurso del camino hablamos poco, así que me dediqué a mirar el entorno. Había venido desde el sur, creo, y en ese momento íbamos más adelante, así que era un lugar que no conocía. Aún no podía orientarme bien, así que no podría decir con exactitud hacia dónde me dirigía. 

Caminamos por algunos minutos, cuando recordé lo que había pasado con Ospan.
- ¿Ahora puedo saber quién es Ospan? - pregunté

Se quedó unos instantes en silencio, y cuando estaba a punto de repetir la pregunta, respondió:
- Ospan... Era un hombre bueno.

- Pregunte quién es, no quién era...

- Muchacho, deberías aprender a cerrar la boca, otras personas no son tan pacientes como yo.

Hice silencio, pensando en que mi pregunta quedaría sin respuesta, sin embargo, luego de suspirar, Cedwick continuó.
- Ospan era un hombre bueno, pero hace ya mucho tiempo de eso. Llevaba una vida normal, alejada de los problemas... Con su esposa y sus hijas... Desde que ellas se fueron no ha vuelto a ser el mismo.

- ¿Dónde fueron ellas? - pregunté.

- Realmente eres un ingenuo. dijo con seriedad - Ellas murieron muchacho, fueron asesinadas.

No pude responder. Luego de esa incómoda charla me limité a caminar en silencio. Poco después vi no muy lejos, sobre una colina, un granero, con un molino a un lado y un estrecho río que descendía desde ahí.

- Allí es donde vamos. - dijo Cedwick señalando.

Al llegar, un hombre de unos treinta años guardaba sus caballos.
Cedwick llamó su atención golpeando uno de los pilares, el hombre volteó y rápidamente sonrió y lo abrazó. Intercambiaron algunas palabras y se dirigieron hacia la otra entrada. Cada tanto me miraban un poco, pero continuaban hablando. Imaginé que aquel desconocido se negaba a que fuera su ayudante, y que Cedwick le pedía que lo hiciera para no tener que volver conmigo hasta el pueblo, pero nunca supe si era así. Tengo buena imaginación a veces.
Mientras ellos hablaban, yo me dediqué a acariciar a los caballos. Yo tenía el mío, pero aquellos eran mucho más vistosos.

Repentinamente, los caballos comenzaron a alterarse, e intenté calmarlos, sin ningún resultado, cuando de pronto escuché sonidos metálicos que venían desde colina abajo.
Me acerqué nuevamente a la entrada, y vi unas criaturas corpulentas, de piel oscura, y con armaduras gastadas, que subían directamente hacia nosotros.

- Am... ¿Cedwick?

- ¡¿Y ahora que pasa?! - gritó desde el otro lado del granero.

- Creo que tenemos compañía... Y no parecen amigables.

Ambos hombres dejaron de hablar, sus rostros cambiaron, y corrieron hacia donde yo estaba.
Al verlos, Cedwick me dijo:
- Chico... Será mejor que sepas usar tu espada.

Sus palabras no fueron para nada reconfortantes.
El hombre del granero corrió y tomó una espada de una mesa que se hallaba en un rincón, y Cedwick preparó su arco.

Apenas tuvieron tiempo de hacerlo, cuando un grupo de diez de aquellas criaturas estaban en el granero con nosotros.
Desenvainé mi espada con desconfianza, y me puse a luchar con una de esas bestias. Apenas podía cubrirme, y no podía atacar en absoluto.
Mientras intentaba mantenerme con vida, Cedwick y aquel hombre luchaban ferozmente, dejando notar que no era la primera vez que los enfrentaban.
Noté particularmente que el dueño del granero peleaba con gran habilidad, y lo veía derrotar una a una a cada bestia. Cedwick, por su parte, lanzaba flechas a gran velocidad, si fallar ninguno de los tiros.

La bestia que me atacaba, al ver que sus compañeros caían, intentó huir, pero el hombre lo siguió hasta afuera, y ví el instante en que el cuerpo y la cabeza de aquella criatura tomaban caminos separados.

Apenas hube respirado, cuando el hombre exclamó:
- ¡El pueblo! ¡Una inmensa nube de humo sube desde el pueblo!

No me dió tiempo a pensar en nada, cuando él rápidamente tomo un caballo y se dirigió hacia allá. Cedwick hizo lo mismo, por lo que no tuve otra alternativa que subirme a mi caballo y seguirlos, aunque sabía que no iba a serles de ninguna utilidad.

Al llegar, algunas personas luchaban, mientras otras intentaban resguardarse o huir con sus familias.
Cedwick y nuestro acompañante se unieron al combate, pero me pareció conveniente que yo me encargara de ayudar a las personas cuyas casas estaban en llamas.
Entre otras cosas, devolví niños a sus madres, e indiqué caminos para escapar del lugar evitando a las bestias. Después de todo, era bueno en eso de escapar.
Mientras me movía por el lugar, escuché gritos de mujer que venían desde adentro de una casa. Entré rápidamente, y una de esas bestias se encontraba golpeando una puerta, desde la cual venían los gritos.
Tomé una vasija y la arrojé hacia su espalda, sin medir las consecuencias de aquello.
La bestia se precipitó hacia mi, e intenté huir cuanto pude. Afortunadamente esta bestia en particular no tenía armas, así que saqué mi espada, y me enfrenté a ella.

Mis primeros ataques fueron inútiles, y mientras tanto los gritos de aquella habitación continuaban. Mi frustración fue tal, que comencé a atacarlo con más seguridad, y en ese instante, la base de la empuñadura de mi espada se iluminó ligeramente. A partir de ese momento, me moví con una destreza irreconocible, matando a la bestia con poca dificultad. Al vencerla, corrí hacia la habitación, y cuando iba a patear la puerta, está se abrió, y pude ver a una joven de pie, cubierta de sangre, con cinco bestias muertas detrás.

- Justo a tiempo. - dijo en tono burlesco.

Me empujó hacia un lado, y salió de la casa. Fui tras ella, pero ya no la encontré, y tampoco a mi caballo.
Estaba molesto, pero tengo que admitir que ver a aquella chica me provocó una sensación muy extraña.

Por el momento, no podía preocuparme por ella, así que corrí hacia donde se escuchaban señales de luchas, con la esperanza de encontrar nuevamente a Cedwick, y preguntarle qué demonios estaba pasando.

Crónicas de una travesía inesperadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora