Revelaciones

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Por las calles del pueblo yacían cuerpos de aquellas bestias, y lamentablemente, también humanos.

El paisaje era devastador, con casas en llamas, derribadas o reducidas a cenizas. Olores desoladores inundaban el ambiente, y no reconocí ninguna parte de aquel pueblo al que había llegado por primera vez.

Mientras corría, perdido en mis pensamientos respecto a la situación, vino repentinamente a mi cabeza la imagen de la joven de la cabaña. Apenas podían apreciarse sus rasgos, ya que la sangre mezclada con la tierra la cubrían casi por completo. Hasta ese entonces no había comprendido lo que sucedió en esa cabaña, por lo que la idea de que aquella joven hubiera matado a las bestias sin sufrir ni un rasguño me pareció absurda. Después de todo, aparentemente tenía una edad cercana a la mía (básteme decir que no se me consideraba un adulto), y solo a Cedwick y el hombre del granero los había visto derrotar a bestias con esa facilidad. Inmediatamente después recordé lo sucedido con mi espada.
No había tomado ni un segundo a pensar en eso.

Paré de correr.

Saqué la espada de mi cintura y la observé. Observé su particular empuñadura, sus detalles, y aquella piedra en la base. Mientras la miraba, descubrí que no estaba sucia, y mantenía el impecable aspecto que tenía desde el momento en que mi padre la sacó de la caja. Recordé sus palabras... "esta espada te será muy útil"
El sabía que yo no era habilidoso, sabía que jamás había luchado en serio, sabía que era un joven inseguro, pero sin embargo me dio la espada con confianza... Una espada que yo jamás había visto, y que sacó de un lugar alejado de la casa, escondida bajo el suelo y resguardada en una caja...

Los gritos lejanos de una aparente victoria interrumpieron mi reflexión.
Había olvidado que me encontraba allí.

Fui hasta el lugar del bullicio y me encontré con un reducido número de personas alzando espadas en el aire, mientras algunas familias se abrazaban entre lágrimas. Pude reconocer a Cedwick entre la multitud y me acerqué sin dudarlo.
Al llegar encontré que estaba hablando con la joven de la cabaña.

Cedwick se dirigió a mi alegremente.
-Hey, estás con vida! Ella es Nayed, mi nieta.

La idea de que ella hubiera podido vencer a esas bestias ya no fue descabellada.
Nayed apenas se había limpiado la sangre a la altura de los ojos y acomodado un poco el cabello.

-Ah! Tú! - Dijo ella - Me sorprende que no te hayas desmayado antes de salir de la cabaña - Siempre con su característico tono de voz.

- Veo que se conocen- Comentó Cedwick

- No creo que robar un caballo sea la mejor manera de conocer a alguien, pero podría decirse que si, ya nos hemos visto antes. - Respondí.

Cedwick estaba desconcertado.
- Lo tomé porque en tus manos era inútil. Igual que esa espada. - Comentó ella.

Los recuerdos de la espada volvieron un instante.
- Veo que no tiene sentido discutir. - Agregué - ¿Podrías devolverme mi caballo?

Ella soltó una carcajada.
- Si, bueno... Eso no va a ser posible. Cuando bajé salió corriendo y no lo vi desde entonces. Tampoco es como si me importara mucho.

Efectivamente, había perdido mi caballo de la infancia, con las pocas cosas con las que había salido de casa.
- ¡Excelente! - Exclamé - ¡Lo único que me queda es esta espada!

- Podrías venderla, después de todo... No te sirve para nada.

- No es momento para tus chistes, Nayed - Interrumpió Cedwick - Le debes un caballo al muchacho.

Nayed puso una cara ridícula.
- ¡JA! Yo no le debo nada.

Volteó y se alejó de nosotros hasta desaparecer entre las calles del poblado.
Cedwick trató de calmar mi furia sin éxito.
Acabé diciéndole que no interesaba, y tratamos de escuchar lo que un hombre en medio del grupo decía.
Se encontraba gritando acerca de estas bestias, incitando al pueblo a que hiciera algo al respecto, comentando sobre todas las ocasiones en que habían atacado el pueblo.
Escuchándolo, pude descubrir que se refería a las criaturas como "Eru" y hablaba también de un tal "Aderubaniyan"
Pregunté a Cedwick qué era eso, y respondió que así le llamaban a quien controlaba y dirigía las bestias. Dijo también que según los rumores, tenía un aspecto temible, y que nadie que hubiera ido a enfrentarlo había regresado.
Mirando a la gente alrededor, vi nuevamente a Ospan, que asentía con la cabeza todo lo que aquel hombre decía.
En ese momento comprendí que su familia había sido asesinada por los Eru.

El ver el dolor en la cara de aquellas personas movió algo dentro de mí, y casi sin pensarlo alcé mi voz.
- ¡Yo voy a ir!

Todo quedó en silencio.
- ¡Yo enfrentaré al Aderubaniyan!

Los murmullos entre la multitud no se hicieron esperar.
Creí que Cedwick me detendría, pero sin embargo estaba estático, con rostro pensativo.
- Yo también iré - Dijo él - Estoy cansado de esto. Estoy cansado de que vivamos así. Probablemente muera, pero moriré intentando hacer un cambio. Iré, y quien quiera ser valiente al menos por una vez en su vida, está invitado a acompañarnos.

Los murmullos se intensificaron, pero así mismo nadie se ofreció, y poco a poco fueron abandonando el lugar.
Un número muy reducido permaneció ahí, incluyendo a Ospan, el hombre del granero y algunos hombres más.
- Supongo que nos vamos de excursión - Dijo una voz femenina detrás nuestro.

Nayed sonreía y caminaba con un andar un tanto alegre.
Estaba limpia y se veía diferente.
No podía comprender a aquella chica, e incluso me molestó que tomara con tanta liviandad el asunto. Aún así, tengo que admitir que la extraña sensación que tuve en la cabaña aquella primera vez que la vi volvió a mi.

Poco después juntamos a todas las personas, nos organizamos en grupos y planeamos el viaje de cada uno. Entraríamos a la cueva donde el Aderubaniyan esperaba, sin comprender aún lo que haríamos.

En la organización de los grupos quedé con Ospan, Cedwick y, afortunadamente, también con Nayed.

Sabía que sería un buen viaje.

Crónicas de una travesía inesperadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora