♤ - eureka

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Los rostros pasaban una y otra vez frente a sus ojos, diferentes miradas en cada uno de ellos pero la reciprocidad era la misma

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Los rostros pasaban una y otra vez frente a sus ojos, diferentes miradas en cada uno de ellos pero la reciprocidad era la misma.

Ellos lo odiaban, lo podía ver en todas sus expresiones sobre todo con la que acostumbraba a convivir día a día que era la mueca de asco ante su aroma: aquello todavía lo chocaba a puntos estratosféricos, porque sabía que su aroma se parecía bastante al que tenía Yoongi con las obvias variaciones que hacen único a cada individuo, pero allí donde olía a su mejor amigo, eso para Seokjin era lo que significaba el hogar, el lugar en donde podía bajar sus guardias y sentirse seguro bajo el vampiro que lo ayudó a atravesar sus momentos más críticos. Seokjin piensa al respecto en lo difícil que es para dos vampiros (cuyas personalidades siempre son tan individualistas y distantes) crear una relación como la que tenían ellos: si bien no eran dos gotas de agua que andaban para todos lados juntos y eran el espejo del otro, en lo esencial —eso que era lo que realmente importaba— Jin y Yoongi se complementaban y se ayudaban el uno al otro. A consciencia de cómo se dio la relación, Jin cree que tiene mucho que ver con ello, el que se hayan conocido de humanos y hayan contemplado como las piezas de puzzle que eran sus personalidades encajaban, y la situación crítica y abrupta que significó la transformación de Seokjin, a quién Yoongi siempre le echó un ojo, pero que siempre mantuvo la distancia por su propio bienestar.

El punto es el siguiente: Seokjin no puede dárselas de víctima y decir que en este lugar lo odian porque no ha hecho nada, porque ha hecho mucho, y si ellos lo odian en cierto porcentaje, Seokjin los odia aún más por el mero hecho de ser quienes son.

Él no olvida que su vida podría ser mucho más fácil de solo haber tenido la ayuda de quién le dio la espalda.

Él no olvida que su vida pende de un hilo por ello, y que vive día a día extrayendo la sangre de Mingyu solo porque hay restos que lo mantienen con vida.

Seokjin es una paradoja humana en todo contexto. Es casi normal que lo sean también sus pensamientos.

—No pensé que iban a invitar a las parias, Hannie.

Seokjin levantó su mirada de la copa de sangre que tenía, copa de la cual claramente no tomaba porque a pesar de que la sangre calmaba bastante a los vampiros, no era su caso. Él, al ser un vampiro rechazado por su vampiro inicial tenía ciertas conductas que podían decirse que rayaban lo disfuncional, eso sumado además a que todavía era un vampiro neófito. Solo cincuenta años lidiando con su cuerpo y acostumbrándolo a los cambios: todavía no podía controlar bien sus propios impulsos, sus propios colmillos saliendo de sus encías en oportunidades en las cuales no debería, dañando sus labios y muchas veces los labios de Mingyu. Sus ojos se conectaron con los de un vampiro pálido —casi tanto como él— con mejillas ahuecadas, delgado y alto, en su rostro una mueca de aburrimiento que denotaba distancia inmediatamente de Jin.

Jin aguantó la respiración que no necesitaba —pero que sus costumbres humanas aún no dejaban de lado— y escuchó el siseo en voz baja de Yoongi.

—Me dijiste que no hiciera escándalo. —le recordó en voz baja, tan baja que probablemente ningún otro vampiro escuchó y a menos que estuviesen leyendo sus labios, no se darían por enterado.

𝓈𝒾𝓇 𝒿𝑒𝑜𝓃 {kookjin}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora